Este relato corto pertenece a la serie Literatura con propósito, la cual destaca escritos que buscan servir para la gloria de Dios y para iluminación de Su verdad, por medio de distintos géneros literarios.
La delicada y arrugada mano mueve el pincel, suave, con criterio y admirable armonía. Como un ritual. La anciana lleva doce meses consagrada a este peculiar proyecto. Ahí, de pie frente al gran lienzo, haciendo arte y contemplando quizá su pieza maestra. No solo por lo que pinta, sino por para quién lo hace. Es la imagen de la virgen María, detenida en el aire, con mirada compasiva, contemplando la tierra. Son sus últimas pinceladas. Y también había anunciado que esta sería su última pintura.
Alicia Gambetta, reconocida pintora, viuda, madre y abuela de diez nietos. Mujer delgada, cabello gris, de fino talante. Católica, culta, elegante. Sus amigas le decían que ella era el epítome de la autoconfianza. La fortuna que amasó con la venta de sus cuadros le sirvió para darle una ostentosa vida a su familia. Ayudó a comprar propiedades a sus hijos, costeó los estudios de los nietos, también negocios y viajes.
El arte y la fama son sus primigenias pasiones, pero los nietos atraparon su corazón desde que nació Gino, el primer y único varón de todos. Su devoción por ellos es una mezcla de ternura y exageración. Alicia se vuelve irreconocible cuando está con los nietos. Se rinde a sus caprichos sin restricciones. Alrededor de ellos, esa figura imponente e imperturbable se desmorona y parece alguien más. La experiencia de ser abuela ha sido una potente vivencia que terminó por controlar toda su vida.
Ahora firma su nombre en la parte inferior del lienzo, deja el pincel sobre una pequeña mesa de madera, respira hondo y contempla su obra. Se postra de rodillas ante la imagen y eleva una oración como lo hace desde que era una niña. Se imagina entregando a Gino la pintura en la reunión familiar que organizó en su casa.
Gino, de pie frente al espejo de su baño, se acomoda la corbata color vino. Desde temprano su abuela le inculcó la importancia del buen vestir para todas las ocasiones. «Como te vistes te tratan», era una de las máximas que Alicia le repetía. En la habitación, su esposa Luz Elena termina de vestirse. Tienen cinco años de matrimonio. Ambos están al frente de la agencia que representa las obras de Alicia. Gino está entusiasmado de ver a su familia reunida, pero más aún porque compartirá con ellos la mejor noticia de su vida. Así les dijo hace una semana, cuando les escribió por el chat familiar.
Alicia lleva unos meses esperando la ocasión propicia para hacerle entrega de la pintura y parece que esta reunión es perfecta. Será su último trabajo y había decidido regalarla al primer nieto.
…
La noticia incluso ha trascendido en los medios de comunicación. Su popularidad excede los límites de su patria y se convirtió en el orgullo de sus conciudadanos. Es la figura más representativa en toda la historia de su país. Así que la prensa se ha dado cita en las afueras de la mansión, pero el único periodista invitado para cubrir el evento se llama Renzo Podestá y junto con él llega un fotógrafo. Luego redactará un artículo reportando la noticia para el diario El Comercio. El resto de periodistas no podrán entrar a la celebración.
Alicia está casi convencida de que Gino anunciará el embarazo de su esposa. Así le comentó su hija Corina, quien sospecha por los malestares de Luz Elena en las últimas semanas. Es un día histórico para los Gambetta, pues incluirá el anuncio del primer bisnieto de la familia y la entrega de su última obra. Se acaba una etapa, pero comienza una nueva.
Ahora todos están reunidos en el «Gran Hall» de la mansión de Alicia. El salón es un inmenso espacio cuadrangular, de techo alto, con grandes lámparas colgantes de vidrio estilo gotas de lágrima y paredes blancas donde están colocadas algunas de sus obras. Las mesas están ubicadas formando un semicírculo. En el espacio abierto descansa este último cuadro que pintó, sostenido por un caballete de madera y cubierto con una fina manta azul marino. En el piso hay un par de luces de decoración que iluminan la pintura.
La cena termina y se preparan para el brindis. La abuela toma el micrófono porque quiere dar unas palabras antes de presentar su última obra, y luego dejará que su nieto comparta la noticia.
––Bueno, es hora de dirigirme a todos ustedes —dice con voz gruesa—. Así son las cosas de la vida y así lo ha querido Dios. Hoy presentaré mi última obra antes de retirarme y, como les dije, se la quiero regalar a Gino. No solo como una muestra de amor hacia él, aunque también adoro a todas mis nietas, sino en reconocimiento a su labor. Ustedes saben que, con su liderazgo, nuestra agencia se posicionó en el mercado internacional y mis obras llegaron a lugares que nunca imaginé. Él ha sido instrumental para nuestro éxito y para la gran prosperidad que hemos disfrutado estos últimos años. Pintar ha sido la pasión de mi vida. No todos tienen la dicha de trabajar en lo que más aman. El que encuentra placer en su trabajo, nunca ha trabajado, dicen por ahí. Pero creo que ya es tiempo de retirarme. —Su voz se quiebra y se detiene por unos segundos—. Tengo la satisfacción de haberle dado a mis hijos, hermanos, sobrinos y nietos la posibilidad de una vida holgada. Así que, con nostalgia pero con mucha alegría, me retiro definitivamente de mi carrera como pintora. Gracias a todos ustedes porque mi familia y amigos han sido inspiración y fuente de fortaleza en gran parte de mi vida. No sería la mujer que soy sin mis hijos, hermanos, nietos y sobrinos. Gracias a Dios, a la virgen y a la vida por el talento, por mi familia y por la felicidad que me han dado. Desde hoy, cuelgo mis pinceles.
Todos aplauden.
—Esta última obra simboliza el fundamento de todo lo que hago. Creí apropiado que este cuadro debía representar uno de los aspectos más importantes de mi vida, familia y trabajo.
Alicia se acerca a la pintura. Con la mano izquierda sostiene el micrófono y con la derecha toma la manta azul. Ahora todos permanecen de pie y atentos. Renzo Podestá voltea para ver si el fotógrafo está tomando fotos. La música alcanza un crescendo y el baterista toca para simular un redoble de tambores.
––Familia Gambetta, ¡con ustedes… mi última pintura!
Alicia jala la manta hacia abajo y esta se desliza hacia al piso, dejando a la vista su última obra. A las voces de asombro, le siguen gritos, hurras, chiflidos y una explosión de aplausos de los presentes. Las casi cien personas en el salón quedan bajo una lluvia de confeti que soplan las máquinas ubicadas en las esquinas del salón. Gino y Luz Elena están de pie, serenos y tomados de las manos. Cruzan sus miradas brevemente. La tía Corina los mira a la distancia. Es la primera en notar que el sobrino y su esposa están quietos. Queda intrigada de verlos ajenos al entusiasmo de todos. Luego ambos hacen un esfuerzo para compartir la alegría.
––No puedo celebrar esto —le dice Gino a Luz en voz baja.
––Tranquilo cariño. Piensa en el hecho de que celebramos el logro y la carrera de tu abuela y dale gracias a Dios. Enfócate en eso —le respondió su esposa—. Tenemos que hacer un esfuerzo y mostrarnos sensibles a esto.
Así que de inmediato también ellos se integran en la celebración y comienzan a abrazarse con los que están más cerca. Luego van hacia la abuela quien los ve y abre sus brazos para tomarse de ambos. Alicia está embargada de emoción. Luego toma el micrófono y le pide a todos que tomen asiento, porque Gino quiere comunicar algo. El rumor del embarazo ya se esparció entre la familia y amigos reunidos. La curiosidad y expectativa por la noticia se puede ver en el rostro de los presentes.
––Buenas noches a todos —dice Gino con mirada firme junto a su esposa—. La razón de por qué los convoqué es porque tengo algo importante que comunicarles. Pero antes quiero darte las gracias, abuela Alicia, por todo lo que representas para mí y lo que has hecho por nuestra familia. Ha sido la columna que ha sostenido a los Gambetta. Eres un regalo para tus hijos, nietos y todos los que estamos cerca de ti. Agradezco tu abnegada entrega por todos nosotros. Te quiero mucho y sabes que seguiremos trabajando para que tu obra y legado sigan vigentes.
Las palabras de Gino fueron interrumpidas por otra ronda de aplausos. Luego continuó.
—Ahora quiero compartir la noticia que les tengo. Hace unos meses, fuimos invitados por una amiga de Luz a comer a su casa. Ellas estudiaron juntas desde la escuela primaria hasta la universidad. Estuvieron casi un año sin reunirse, pero volvieron a conectarse hace unos meses. Ese día, después de haber cenado, ella nos comenzó a hablar acerca de su fe en Cristo. Nunca en mi vida había escuchado a alguien hablar de Él de esa manera. El entusiasmo y la convicción con la que nos habló nos movió tanto, quedamos impresionados. Ella derramaba lágrimas con tal emoción que nos contagió y terminamos todos sobrecogidos y llorando de alegría. Le dije a Luz que sentía un ardor en mi corazón cuando su amiga nos compartía su fe. A partir de ese día comenzamos con Luz a leer la Biblia, a orar y asistir a una iglesia. Desde ese momento, hemos reconocido que somos pecadores en necesidad de salvación.1 La buena noticia que quiero compartir con ustedes, mi amada familia, es que hace unos días nos arrepentimos de nuestros pecados y hemos confiado en el Señor para ser salvos. Creemos que Jesús murió en la cruz y resucitó de los muertos. Hemos nacido de nuevo y ahora somos de Cristo. Queremos vivir para el Señor y servirle con todo nuestro corazón, porque solo en Él tenemos salvación y vida eterna.2
Alicia cayó sentada sobre su silla y todos lo notaron. Lo del embarazo de Luz Elena era un falso rumor. La celebración quedó suspendida en el tiempo y el silencio cayó como un estruendo difícil de ignorar. Luego, un murmullo se instaló en todas las mesas. Gino estaba arruninando lo que debía ser una noche de festejos y alegrías. Él lo sabía.
––Pero no he terminado, porque quisiera extenderles la invitación para que ustedes también reciban salvación. Confíen en Cristo, para que salve sus almas. Él es lo mejor que le ha pasado a la humanidad y quisiera que todos lo conozcan.3
––¡Estás traicionando a la familia! —gritó la tía Corina—. Estás rechazando a la virgen, y también insultando el honor de mi madre. Te desconozco completamente sobrino.
Alicia se puso de pie y con la mano le hizo un gesto a Corina para que la dejara hablar.
––Pero Ginito, ¿quiero saber algo? —dijo la abuela con resignación—. Al menos recibirás el regalo que te acabo de hacer, ¿verdad?
Él no quería enfrentarse a esta situación. Hubiera preferido no tener que explicarle a su abuela justo ahora. Pero la pregunta se ha lanzado y debe responder. Todos esperan que Gino sea sensible, sensato y, al menos por decencia, acepte el regalo.
––¿Me quieres decir que ya no crees en María? ¿Ya no confiarás en la virgencita? ¿Esa misma que te sanó de leucemia cuando eras un niño? —Alicia está convulsa y tiene el rostro desencajado.
—María fue una gran mujer, abuela —respondió Gino—. Una mujer especial porque llevó en su vientre a nuestro Salvador. Pero de ahí que sea alguien en quien creer o seguir, eso no puedo. Pablo dice que hay un solo mediador entre Dios y los hombres. Y ese es Jesucristo.4 María era pecadora igual que nosotros, quien necesitó al Salvador y murió como cualquier otro ser humano. Además, ella tampoco tiene poder para hacer mal ni bien. Fui sanado por Dios, abuela.
––¡No!… no quiero oírte más, Gino. ¡¡No!! ¡Silencio, y cállate, por favor! —El desgarrador grito de la anciana conmueve a la familia, mientras ella se deja caer como agotada en su silla.
––Traidor, traidor —le increpan algunos.
––Recibe el regalo de abuela, imbécil —grita su prima Aneti—. No seas malo.
––Abuela, yo te quiero mucho —dice Gino, quien ahora tiene sus ojos aguados—. Estuviste conmigo y me criaste desde que mi madre murió. Fuiste una presencia amorosa y protectora desde mi infancia. Y estoy agradecido a Dios por eso. Te amo, te amo, abuela. Pero no comparto esas convicciones y tampoco puedo recibir esta pintura.
El fotógrafo sigue tomando fotos, pero Renzo no piensa en la noticia que se desarrolla ante él. Más bien queda conmovido por la firmeza con la que Gino habla. Parece que su recién abrazada fe la ha tomado muy en serio. Sin caer en provocación ni ceder a la presión, este jóven comparte con valentía su fe en Cristo. Siente que el discurso de Gino lo confronta porque teniendo más de veinte años de cristiano, él nunca había hecho lo que este recién convertido acaba de hacer. Recuerda con vergüenza todas las veces que calló ante sus compañeros de trabajo y amigos del barrio. Sabe que tiene un buen entendimiento de la teología cristiana, pero ahora reconoce que la convicción y el fervor de Gino es algo extraño para él. Como nunca, su falta de valor y entusiasmo por Cristo se han hecho evidentes. Hace mucho tiempo que no sentía lo débil de su fe. Con rubor reconoce su escasa convicción y su pobre compromiso.
La abuela se pone de pie nuevamente y acomoda su vestido con ambas manos. Sus hijos, hermanos, nietos y sobrinos la miran. De pronto siente descompensarse, se desvanece y cae al piso. Todos gritan y corren despavoridos. Gino también se dirige hacia la abuela. Fue en ese momento que Renzo cae en cuenta de la primicia que tiene ante sus ojos. Busca al fotógrafo y lo ve tomando fotos. Piensa que podría titular el reportaje con la frase: «La última pintura de Alicia Gambetta».