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Los querubines son seres celestiales misteriosos que forman parte de la corte divina en los cielos. Ellos aparecen repentinamente al inicio de las Escrituras, durante el relato de la caída de Adán y Eva. Algunos de ellos fueron establecidos como guardianes del huerto del Edén que impedían el paso al árbol de la vida (Gn 3:24). Figuras decorativas de querubines también fueron esculpidas en oro para ser ubicadas en los extremos del propiciatorio del arca del pacto (Éx 25:18).

Es interesante que se les describe como seres alados con cierta apariencia humana que, una vez más, tienen una actitud de protección de las cosas sagradas que le pertenecen a Dios (Éx 25:20). Los querubines también son representados en las cortinas del tabernáculo y del velo (Éx 36:35). El templo diseñado por Salomón también contaba con representaciones imponentes de querubines que medían 4.5 metros y estaban hechos de madera revestida en oro (1 R 6:27-28). Al igual que en el tabernáculo, el templo también contaba con múltiples representaciones de querubines por doquier (1 R 6:29, 32, 35; 7:29, 36).

Los querubines aparecen en los cantos de adoración como una expresión simbólica de la presencia de estos seres angelicales cerca del Señor (Sal 18:10; 80:1; 99:1). Isaías los presenta como si fueran parte de la corte celestial divina: “Oh Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que estás sobre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. Tú hiciste los cielos y la tierra” (Is 37:16). La visión de Ezequiel cuenta con querubines, a quienes define como “seres vivientes” que participan de la corte celestial, agitando las alas, obedeciendo el mandato de Dios y teniendo cuatro caras (Ez 10:3, 5, 7-8, 14). 

En términos generales, todo lo mencionado hasta ahora es lo que la Escritura señala sobre estos seres celestiales. El Nuevo Testamento menciona muchas veces la actividad de ángeles en general y dos veces a los arcángeles en particular (1 Ts 4:16; Jud 1:9), pero solo una vez a los querubines, en referencia directa a las figuras del propiciatorio del Antiguo Testamento (He 9:5).

Nuestra palabra “querubín” deriva simplemente de la palabra hebrea keruv, cuyo origen es desconocido. Algunos estudiosos han intentado vincular la palabra hebrea con algunas raíces acadias de las palabras “bendición” o “alabanza”, mas esta derivación es bastante especulativa.

La forma específica de estos seres celestiales tampoco es presentada con claridad en las Escrituras. Podría decirse que son una combinación de un ser alado con forma humana y animal, con varios rostros de hombre y animal. Tratar de obtener una representación plausible de la apariencia de un querubín basándonos en las visiones de Ezequiel es improbable por su carácter sobrehumano y enigmático.

Su presencia y apariencia es misteriosa y está registrada principalmente en el Antiguo Testamento. Podríamos decir que se trata de criaturas celestiales asociadas directamente a la presencia de Dios. Es cierto que los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para servir por causa de los que heredarán salvación” (He 1:12) en Cristo por medio de su evangelio, pero sus actividades son dirigidas directamente por el Señor y para el claro cumplimiento de su voluntad. Los querubines no aparecen relacionados con los humanos, sino que son presentados como seres que están dedicados a servir al Señor en su misma presencia en la corte celestial. Podríamos decir que las Escrituras no presentan ninguna posibilidad de relación directa entre los querubines y los seres humanos.

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