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“Predicación centrada en el evangelio”. “Crianza centrada en el evangelio”. “Discipulado centrado en el evangelio”. Mi tarjeta de presentación dice “publicaciónes centradas en el evangelio”. Este mantra descriptivo se etiqueta a casi cualquier cosa dentro del mundo cristiano en estos días.

¿De qué se trata?

Antes de articular lo que podría significar estar centrado en el evangelio, debemos estar en la misma página que el mensaje verdadero del evangelio.

No me refiero a Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Lo que quiero decir con “evangelio” en este artículo es la noticia extraordinaria de lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesús. El evangelio es la primera plana del periódico, no la columna de consejos; noticias de lo que ha sucedido, no consejo sobre cómo vivir.

En concreto, el evangelio es la sorprendente noticia de que lo que Dios demanda de nosotros, también nos lo provee. ¿Cómo? En su propio Hijo. El evangelio es el mensaje de que Jesucristo se deleita en cambiar de lugar con los rebeldes culpables. La única Persona que caminó en esta tierra que merece el cielo ha sufrido la ira del infierno, para que los que merecen la ira del infierno puedan tener el cielo.

Y el evangelio no es solo personal, sino cósmico. La muerte y la resurrección de Cristo no solo proporcionan el perdón para mí. En medio de la historia, Dios ha comenzado a deshacer la muerte, la ruina, la decadencia y la oscuridad. El universo en sí va a ser lavado y renovado. Edén será restaurado.

Pero para ser parte de este cambio, nosotros también debemos morir. La gracia requiere la muerte. Tenemos que morir a nuestra existencia de contabilidad que construye nuestra identidad sobre otras cosas que no son Jesús. Debemos renunciar a nosotros mismos. Y de esta muerte nuestra vida de resurrección florecerá.

Una cosmovisión centrada en el evangelio

¿Qué significa, entonces, el estar “centrado en el evangelio”?

La frase se utiliza de dos maneras básicas. Una forma de hacerlo es ver toda la vida a la luz del evangelio. Vamos a llamar a esta una cosmovisión centrada en el evangelio. La otra es ver el progreso cristiano como un ser dependiente del evangelio. Llamaremos a esta el crecimiento centrado en el evangelio. La primera mira hacia fuera; la segunda hacia adentro. Comencemos con la cosmovisión centrada en el evangelio.

Piensa acerca de lo que queremos decir cuando decimos que alguien está “centrado en sí mismo”. No queremos decir que todo lo que piensa tiene que ver directamente consigo mismo. También piensa acerca de qué comer, cómo vestir, cómo interpretar un correo electrónico, y otras mil cosas cada día. Pero el “sí mismo” informa todas estas decisiones. Una persona egocéntrica filtra todo lo que hace y piensa a través de un filtro de “sí mismo”. El “sí mismo” trunca todo lo demás, y ordena todo lo demás de acuerdo a lo que más ama.

De manera similar, estar centrado en el evangelio no significa que la justicia social, asuntos maritales y sexuales, cuestiones éticas, las agendas políticas, nuestros trabajos, nuestra dieta y todo el resto de la vida diaria son irrelevantes. Más bien, significa que toda la vida es vista a la luz del evangelio. Todo pasa a través del filtro del evangelio. Lo que Jesús ha hecho y está haciendo para restaurar el universo prevalece sobre todo lo demás, y todo lo demás se ordena consecuentemente.

El crecimiento centrado en el evangelio

Hay otra manera más común en la que se utiliza la frase “centrado en el evangelio”. Aquí podemos ver cuestiones tales como la lectura de la Biblia, el escribir libros, la predicación y la enseñanza. En general, cuando hablamos de “discipulado centrado en el evangelio” o “predicación centrada en el evangelio” queremos decir que este tipo de actividad se lleva a cabo a la luz de dos realidades fundamentales: nuestra lucha continua con el pecado y nuestra necesidad continua de gracia.

La condición caída y torcida del corazón humano se manifiesta en nuestras estrategias de auto-expiación constantes. El modo natural del corazón humano (incluyendo el corazón cristiano) es inquieto, errante, buscando aferrarse a algo de importancia para sentirse importante y bien consigo mismo. Esta tendencia es a menudo profundamente sutil y extremadamente difícil de erradicar. Somos pecadores. Estamos enfermos.

Sin embargo, la gracia enorme del evangelio calma nuestros corazones y nos sitúa en la libertad de no tener que medir nuestros esfuerzos constantemente ya que Jesús ha cumplido la obra necesaria en nuestro lugar. En Cristo, somos importantes. Vestidos con su justicia, estamos bien. Esta dulce calma es el suelo en el que florece la verdadera piedad.

La centralidad del evangelio, entonces, canaliza el evangelio a los no creyentes y también a nuestros propios corazones. Reconoce que las buenas nuevas de la gracia de Dios en Cristo es el recurso supremo para creyentes al igual que en gran parte para los no creyentes. En otras palabras, el evangelio es una casa, no un hotel. No es solo la puerta de entrada a la vida cristiana, pero la vía de la vida cristiana.

Es por esto que Pablo le recuerda constantemente a la gente —gente cristiana— del evangelio (Rom. 1: 16-17; 1 Cor. 1:18; 15: 3-4; Gal 1: 6). Avanzamos en el discipulado no principalmente a través de palabras de ánimo y severas advertencias. Nos movemos hacia adelante cuando escuchamos de nuevo lo extraño de la gracia, relajando nuestros corazones y aflojando nuestro apego a cosas de menor importancia: seguridad financiera, la esposa perfecta, la promoción profesional, el placer sexual, la aprobación humana, y así sucesivamente.

Manteniendo la realidad

Hay una cosa más que decir. La etiqueta de “centrado en el evangelio” no va ni aquí ni allá. No hay nada sagrado en ello. Pero el corazón de lo que se está enfatizando, tanto en términos de cosmovisión como en términos de crecimiento, es vital para la calma y la cordura en medio de los altibajos de la vida en un mundo caído.

Cada generación debe redescubrir el evangelio por sí mismo. “Centrado en el evangelio” pasa a ser la etiqueta adherida a la recuperación de esta generación de la gracia. Cuando nos cansamos de la etiqueta, obtenemos una nueva. Pero hay que mantener la realidad.

Seremos pecadores sucios y quebrantados hasta que Jesús regrese y nos dé la limpieza final. Hasta entonces, el verdadera shalom y la fecundidad solo se pueden encontrar a través de despertar cada día, empujando hacia atrás las ansiedades clamorosas, y desfibrilando nuestros corazones con un amor que viene solo a todos aquellos que se abren a Él.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Carmen Herrera.
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