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¿Qué necesitan los adictos de ti?

Si tienes un miembro de la familia o un amigo atrapado en la agonía de la adicción, sabes lo que es el dolor duradero. Una de las realidades más devastadoras de la adicción es que inflige daños colaterales en los seres queridos. La gente que intenta ayudar termina siendo la más lastimada.

El cuidado de personas que luchan con la adicción exige una resistencia de carácter y compromiso que es extraordinariamente difícil de sostener con el tiempo. Los rescates fallan, los ultimátums son ignorados, la misericordia es pisoteada, la paciencia se agota, y la confianza es aplastada. Estás profundamente herido, pero no puedes simplemente alejarte. No puedes remover a un ser querido de tu vida simplemente porque la adicción lo ha destruido.

¿Cómo te mantienes en la lucha? ¿Cómo te mantienes firme en el caos?

Estabilizando la gracia en un lugar caótico

Creo que hay una maravillosa verdad en las familiares pero profundas palabras del apóstol Pablo:

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza, el amor: estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co. 13:13).  

Cuando leemos las cartas de Pablo, vemos esta “trilogía de la gracia” incrustada varias veces en sus exhortaciones a las personas que buscan vivir como discípulos fieles en un mundo que puede hacer que el espíritu tropiece. La fe, la esperanza, y el amor marcan la vida de los creyentes verdaderos (Co. 1:3-5), los obligan a tener un esfuerzo ministerial sostenido durante la prueba (1 Ts. 1: 2-3), y proporcionan constancia estable en los tiempos de tinieblas (1 Ts. 5:6-8).

Si estás tratando de ayudar a un ser querido a escapar de las garras y los deseos de la adicción, recuerda la fe, la esperanza, y el amor.

Recuerda la fe

La fe te mantiene enfocado en lo correcto en los tiempos difíciles.

Eres tentado a confiar en una promesa más, en una confesión más contrita, en un intento más de rehabilitación o autoreforma. Quizá seas tentado a asumir el papel de alguien que sana. A los adictos les gusta hacer que sus colaboradores sean grandes, y ponerles cargas de responsabilidad y constancia que no pueden llevar.

Pero Dios alcanza más lejos, y habla más claro, y actúa más fuerte de lo que tú jamás podrás. Te cansas; Él nunca duerme. La fe desvía esas cargas al Salvador, y se extiende en lugar de manos humildes y débiles para ayudar a un ser querido adicto a abrazar la verdadera obra de arrepentimiento y cambio con el tiempo. Cuando eres tentado a confiar en tus propios esfuerzos para mantener a un adicto fuera de su patrón adictivo, o a confiar en tus propias palabras para discutir sus necias elecciones, recuerda confiar más bien en el Dios que interviene con gracia.

Recuerda la esperanza

Vivir en el ambiente de la adicción es abrazar el quebrantamiento. Es fácil ver el quebrantamiento en la adicción. Lo que comienza sigilosamente, con el tiempo se convierte en quebrantamiento como una forma de vida.

Un niño amado que tiene mucho potencial pero va en la dirección equivocada. Una esposa o padre cuya vida fuera de control lentamente convierte la historia de la familia en una tragedia. En algún momento este problema de adicción se convierte en la vida misma. Es la historia familiar; parece el futuro de la familia.

Jesús ha dado un regalo al futuro roto que enfrentas. Es el don de la esperanza. Es la promesa que Él nunca te abandonará, nunca te dejará caer de su mano. Él ha preparado un lugar para ti donde no se permite el quebrantamiento. Puede que no estés allí ahora, pero ya puedes respirar ese aire y ver la luz de la esperanza.

Jesús es aquel que puso la gloria al final de tu camino, y Él es aquel que la acerca incluso ahora. Él mismo es la esperanza de la gloria (Col. 1:27). Si tienes a Cristo, tienes gloria en tu futuro. Esa es la esperanza que es tu yelmo de la salvación (1 Ts. 5:8), la esperanza que puede mantenerte entero en el quebrantamiento, sin quebrantarte a ti mismo. Y necesitas esperanza, porque el adicto que amas no tiene ninguna.

Recuerda el amor

Es difícil amar a un adicto. Es difícil amar a alguien que vive absorto en sí mismo, en desenfreno y autodestrucción. Es difícil amar cuando la mentira y el engaño son un hecho. Es difícil amar a quien abusa de la misericordia y bondad.

La Biblia dice que el amor cubre multitud de pecados (1 Pe. 4:8). Pero se siente que el amor facilita el pecado en un adicto. Amar a un adicto es invitar el dolor. El amor es pisoteado por el pecado, burlado por el pecado.

Sí, así sucede. Pero ese es el punto del amor. El amor fue crucificado por el pecado. El amor crucificado es en última instancia el antídoto contra el pecado. El amor comienza con la presunción de que el pecado abunda. Ningún adicto encontrará la verdadera libertad sin amor. Puedes estar sobrio sin amor, pero la sobriedad no es libertad. El amor que Cristo ofreció en su sacrificio expiatorio por tu pecado, su gracia redentora por tu esclavitud, la vida por su muerte, eso es lo que tu amado adicto necesita más de ti.

Lo mejor que siempre puedes darle a un adicto es tu confianza en el amor de Cristo exhibido en la cruz. Es la necesidad de este amor que une al adicto y al colaborador juntos. La necesidad compartida del amor de Cristo será tu puente de ministerio a largo plazo.

El amor te ayudará a arriesgarte a confiar una vez más, o permanecer en algún límite que hayas tenido que trazar. El amor ve la enfermedad en la adicción con compasión, y también la idolatría en ella. El amor es el único poder de liberación, el único agente para el cambio, que convertirá a un adicto en un verdadero adorador. Sabes eso porque eso es lo que te ocurrió.

Recuerda la fe, la esperanza, y el amor. Tu amigo, tu ser querido, necesita estas tres cosas más que cualquier otra cosa que tú puedas hacer por él.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Felipe Ceballos Zúñiga.
Imagen: Lightstock
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