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La palabra “apostasía” aparece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

La palabra que se usa en el Antiguo Testamento como “apostasía” se refiere a “volver atrás”, “recaer” en sentido espiritual o “darle la espalda” a Dios, aunque también tiene la idea corriente de un regreso físico o de alguien que va de vuelta. Jeremías usa mucho esta palabra para referirse al alejamiento del Señor por parte de Judá, lo que trae como consecuencia que viva en un estado de infidelidad y rechazo a su Dios y sus asuntos al irse tras dioses falsos engañadores (Jer 2:19; 5:6; 8:5; 14:7).

La apostasía en el Nuevo Testamento viene de la palabra griega ἀποστασία que se lee de manera idéntica en español. Literalmente significa “apartarse de la posición en que estaba”.  Este apartamiento tiene una connotación negativa que implica “deserción”, es decir, abandonar las obligaciones, creencias o ideales. La literatura griega secular lo usaba para referirse a los rebeldes políticos. El diccionario define esta palabra como “Abandonar públicamente su religión; romper con la orden o instituto a que pertenece; abandonar un partido o cambiar de opinión o doctrina” (RAE).

Al ver las diferentes formas en que se traduce la palabra griega para apostasía, podremos tener luz sobre su significado. Usaremos el texto que presenta la acusación contra el apóstol Pablo en Jerusalén: “…enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones” (Hch 21:21 RV60, cursiva añadida). La palabra griega “apostatar” se traduce también como: “aparten” (LBLA, NBLA, NVI, RVA), “renegar” (DHH, RVC) y “abandonen” (NTV).

El apóstol Pablo usa este término para referirse a un período de la historia escatológica en que habrá engaño doctrinal, moral y espiritual generalizado que traerá un renegar o “apostatar” contra Dios de muchos que se hacían llamar cristianos dentro de la iglesia (2 Ts 2:3). Calvino señala que “la sede de la abominación que [Pablo] menciona se levantará en el momento en que se produzca una rebelión universal en la Iglesia. No obstante, muchos miembros individuales, dispersos por aquí y por allá, no dejarán de perseverar en la unidad de la verdadera fe”.[1] Lo que se hará evidente es la presencia del trigo y la cizaña en la iglesia, tal como fue profetizado por nuestro Señor Jesucristo (Mt 13:24-30).

Una de las preguntas y temores de muchos cristianos es si ellos pudieran apostatar de la fe, rebelándose y apartándose permanentemente del Señor. Quisiera responder a eso con una frase del famoso comentarista William Hendriksen a este pasaje paulino:

“El pasaje referente a la apostasía venidera de ninguna manera significa que los que verdaderamente son hijos de Dios ‘caerán de la gracia’. No existe tal caída. El buen pastor conoce a sus propias ovejas, y nadie las arrebatará de sus manos (Jn 10:28, véase también 1 Ts 1:4). Pero sí significa que la fe de los padres —fe a la cual los hijos se adhieren por un tiempo de una manera meramente formal— será finalmente abandonada del todo por muchos de los hijos. En este sentido la apostasía será muy real… de una manera general, la iglesia visible abandonará la verdadera fe”.[2]

Cuando Hendriksen se refiere a la iglesia visible está hablando de la iglesia institucional y reconocida en la sociedad como cristiana. Esa rebelión y apartamiento doctrinal y espiritual de la iglesia ya la hemos estado viendo en ejecución desde hace mucho tiempo, pero se magnificará exponencialmente en el futuro. Sin embargo, nosotros entendemos por el evangelio que el creyente redimido por la sangre del Cordero goza de absoluta seguridad de salvación, habiendo sido sellado por el Espíritu para el día de la redención (Ef 4:30) y disfruta del cuidado y la protección del buen pastor, quien conoce a sus ovejas por nombre y les tiene ya reservada una morada en los cielos (Jn 10:4; 14:2-3).

Finalmente, es importante que continuemos leyendo la carta que Pablo escribe a los tesalonicenses porque, luego de hablar de la tremenda y dolorosa apostasía futura, él mismo tiene palabras de esperanza y garantía de salvación para los creyentes cuando les muestra lo que Dios tiene para ellos y lo que el Señor espera de nosotros:

“Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, porque Dios los ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. Fue para esto que Él los llamó mediante nuestro evangelio, para que alcancen la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estén firmes y conserven las doctrinas que les fueron enseñadas, ya de palabra, o por carta nuestra” (2 Ts 2:13-15, énfasis añadido).


[1] Juan Calvino, Institución de la religión cristiana (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío, 2012) p. 982.
[2] William Hendriksen, Comentario a 1 y 2 Tesalonicenses (Grand Rapids, Michigan: SLC, 1980) p. 196.
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