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Muchas iglesias están haciendo un énfasis necesario en la importancia de la membresía y del compromiso con la iglesia local. La Biblia habla mucho de las iglesias locales y del deber que cada cristiano tiene para con la comunidad donde se congrega. Sin embargo, Dios también nos enseña en Su Palabra que la iglesia local es la expresión visible de la iglesia universal dispersa por todo el mundo.

Por lo tanto, muchas enseñanzas bíblicas sobre la iglesia local se aplican también a ese contexto más amplio. Esto incluye la exhortación de Pablo:

Les ruego que ustedes vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados. Que vivan con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef 4:1-3, énfasis añadido).

Nuestro deber es preservar la unidad mediante vínculos pacíficos entre los hermanos en Cristo, tanto con los miembros de nuestra iglesia local, como con creyentes de otras iglesias y denominaciones. Este mandamiento bíblico que nos insta a cultivar la paz entre creyentes es conocido como irenismo.

¿Qué es el irenismo?

El término irenismo proviene del griego eirene (gr. εἰρήνη) que significa «paz». En el ámbito de la teología cristiana, el irenismo se refiere a tener una actitud pacífica y conciliadora entre hermanos en Cristo, pasando por alto las diferencias sobre asuntos que se evalúan como secundarios, pero firmes y sin negociar sobre las verdades fundamentales de la fe.

La unidad de la iglesia no es a costa de la verdad, sino con base en la verdad: ella determina nuestra fe y doctrina

Probablemente estés familiarizado con la expresión: «En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en todo, amor». Esta frase expresa el espíritu irénico que procura la unidad entre cristianos más allá de las barreras denominacionales. A esta unidad se refería Pablo: «Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu […] un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos» (Ef 4:4-6).

La Biblia también enseña que hay diversidad en la iglesia, sin que esto contradiga ni deshaga la unidad del cuerpo de Cristo: «Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo» (1 Co 12:4). Entonces, las Escrituras nos enseñan que una característica del cuerpo de Cristo es que hay unidad en la diversidad.

Como hay un solo Dios, así también hay una sola iglesia de Cristo: esta se halla dispersa por el mundo en numerosas iglesias locales, pero todas forman un solo cuerpo. Sin embargo, esta unidad no es a costa de la verdad, sino con base en la verdad: ella determina nuestra fe, nuestra doctrina, lo que creemos como cristianos.

¿Y cuál es esa verdad? Dios mismo, fuente de toda verdad, y Su Palabra, que revela a Cristo. Solo hay un camino y una sola verdad que nos lleva a la vida eterna: Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador (Jn 14:6). Esto nos permite entender que la unidad de la iglesia en todo el mundo está fundamentada en Cristo, tal como está revelado en las Escrituras.

Estos principios bíblicos —la unidad y diversidad de la iglesia, y la centralidad de Jesús como la verdad de Dios revelada en la Biblia— nos llaman a mantener la paz como un cuerpo con una fe, sin importar a qué iglesia local o denominación pertenecemos.

¿Cómo se diferencia del ecumenismo?

Tal vez esto suena similar al ecumenismo, pero irenismo y ecumenismo como solemos conocerlo no son lo mismo. De hecho, son radicalmente opuestos, pues persiguen objetivos distintos con consecuencias diferentes.

Cuando la verdad no es el fundamento de la fe, innumerables personas son arrastradas por el sincretismo, la confusión y el engaño

El ecumenismo como lo entendemos hoy es un movimiento católico romano que tomó fuerza con el Concilio Vaticano II (1962-1965). Su objetivo es promover la unidad entre las distintas tradiciones cristianas con el fin de reconciliarlas y reunificarlas finalmente bajo el liderazgo del papa de Roma. El decreto de este concilio dedicado al ecumenismo, Unitatis redintegratio (restauración de la unidad), define los propósitos que se plantea la Iglesia católica para su movimiento ecuménico:

Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos. Creemos que el Señor entregó todos los bienes de la nueva alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al pueblo de Dios (cap. 1.3).

A la luz de estas declaraciones, queda en evidencia que el ecumenismo católico propone algo muy diferente al irenismo bíblico. El ecumenismo aparenta buscar la paz y la conciliación entre cristianos, pero no con base en la verdad, sino más bien a costa de ella. Su resultado no es otra cosa que una simulación, donde la verdad de Dios está ausente. Y cuando la verdad no es el fundamento de la fe, innumerables personas (cristianas o no) son arrastradas por el sincretismo, la confusión y el engaño.

El irenismo, por el contrario, procura la unidad de la iglesia en la verdad de Cristo y las Escrituras, por lo que requiere reconocer la sana doctrina y tener el discernimiento ejercitado para distinguirla del error.

¿Es posible ser irénicos?

¡Qué hermoso es cuando los cristianos están unidos adorando al Señor y sirviéndose unos a otros en comunión auténtica y profunda (Sal 133:1)! ¡Y cuán maravilloso será experimentarlo en la nueva Jerusalén, cuando los creyentes de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas estén de pie delante de Dios adorándolo en perfecta unidad (Ap 7:9-10)!

El irenismo procura la unidad de la iglesia en la verdad de Cristo y las Escrituras, por lo que requiere conocer la sana doctrina

No obstante, debemos reconocer que esta comunión pacífica a veces parece una utopía. ¿La unidad entre los cristianos será posible solo en el mundo venidero? ¿O es una realidad que ya podemos comenzar a degustar, aunque todavía no en plenitud? ¿Es realmente posible ser irénicos y vivir en paz entre los creyentes en este mundo?

Volvamos a las palabras de Pablo a los efesios: «Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y enlazados mediante la paz» (Ef 4:3, NTV). El apóstol nos recuerda que debemos —porque podemos— mantener la unidad cristiana mediante el compromiso y el esfuerzo, en el Espíritu, por conservar la paz.

El resto de las exhortaciones del Nuevo Testamento también nos guían a vivir en armonía y reconciliación (Fil 4:2-3), soportándonos unos a otros con paciencia y extendiendo el perdón que Cristo mostró a cada uno en la cruz (Col 3:9-14). Podríamos resumir todas estas actitudes necesarias para mantener la unidad cristiana con la segunda parte del gran mandamiento: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22:39; cp. Ro 13:9-10).

Mantener la unidad entre los cristianos es posible mientras sepamos mantener la paz y nos amemos unos con otros. Esto nos da la gran responsabilidad de saber cultivar un espíritu irénico, pero gracias a Dios no depende totalmente de nosotros.

La dependencia de Dios para la unidad y la paz

Mantenernos unidos y enlazados mediante la paz es un deber en el que todo cristiano debe esforzarse. Pero, al igual que todos los aspectos de la vida cristiana, no depende de nuestras fuerzas, sino de las de Dios.

La noche en que fue entregado, el Señor Jesucristo pidió al Padre por la unidad de Su iglesia:

Pero no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste. La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí (Jn 17:20-23).

Cristo pidió repetidas veces al Padre que fuéramos uno entre nosotros, y nos dejó ver que esta unidad se encontraba en la Palabra revelada en la persona y obra de Cristo (Jn 17:3, 6). Esta plegaria del Señor no solo refleja la esencia del irenismo, sino que también muestra la fuente de la que debe beber la iglesia para que el irenismo sea posible.

Cuanto más dependamos de Cristo y Su Palabra, más podremos cultivar el espíritu pacífico necesario para mantener la unidad de la iglesia

Preservar la unidad entre cristianos es posible gracias a que Cristo, la única y verdadera cabeza de la iglesia, se sacrificó por Su cuerpo, vela por todos y cada uno de Sus miembros e intercede ante el Padre celestial para que seamos santificados en la verdad de la Palabra. La unidad de la iglesia depende, en última instancia, de la obra redentora y mediadora de Jesús.

Evalúa tu corazón

Los que hemos recibido la salvación por la obra redentora de Cristo estamos unidos a Él por la eternidad, como también estamos unidos al resto de los hijos de Dios. Entonces, cuanto más cerca estemos del Señor en comunión, más cerca estaremos entre hermanos en la fe. Cuanto más dependamos de Cristo y Su Palabra, más podremos cultivar el espíritu pacífico necesario para mantener la unidad de la iglesia.

Por lo tanto, en virtud de la obra redentora de Jesús y fortalecidos por Su gracia, vivamos en obediencia al Señor, amándonos unos a otros y sirviéndonos unos a otros en verdadera comunión cristiana.

Por último, te animo a evaluar cuál ha sido tu actitud sobre este tema. ¿Estás siendo irénico con tus hermanos en Cristo? ¿Te esfuerzas por mantener la paz con los hermanos de tu iglesia local? ¿Puedes decir que amas a tus hermanos en Cristo de otras iglesias y denominaciones? ¿Has disfrutado de la verdadera comunión con tus hermanos de otras congregaciones o denominaciones?

Que la paz de Cristo reine en tu corazón (Col 3:15), para vivir en comunión y paz con tus hermanos en la fe.

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