“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da”, Éxodo 20:12.
Cuando leemos este versículo, pudiéramos concluir que está dirigido a los niños. Sin embargo, el versículo no menciona una edad, sino la relación entre padres e hijos. La forma en que un niño demuestra honor a sus padres es por medio del respeto y la obediencia, lo cual no es diferente con los adultos.
El trabajo de los padres en criar una familia es ardua, larga, difícil, y sacrificial. Los niños nacen siendo egocéntricos, y es después de muchos años que pueden reconocer lo que los padres han hecho por ellos. Es importante que recordemos esto cuando somos adultos.
Las etapas de la vida causan muchos cambios. Los niños nacen totalmente vulnerables y dependientes de sus padres, quienes necesitan suplir todas sus necesidades. En la etapa de la vejez, en muchas ocasiones son los padres ahora los necesitados, y los hijos son quienes deben cuidarlos. Los papeles se han invertido.
¿Cómo, entonces, podemos honrar a los padres cuando ya somos adultos?
1. Sé agradecida y perdona
La primera forma de honrarlos como adultos es ser agradecidos por lo que hicieron por nosotras. Estoy segura de que no fueron perfectos en la crianza, como nosotras tampoco lo somos ahora con nuestros hijos ni al cuidar a nuestros padres. Sin embargo, podemos entender que hicieron lo mejor que pudieron.
Como cristianas, reconocemos que Dios utiliza todas nuestras experiencias para formarnos a su imagen (Ro. 8:28-29), y aun los errores de nuestros padres pueden ser usados para nuestro bien cuando buscamos el propósito de Dios en ellos (Gn. 50:20).
Incluso los errores de nuestros padres pueden ser usados para nuestro bien cuando buscamos el propósito de Dios en ellos.
Para ser agradecidos, se requiere que los perdonemos por sus faltas y las heridas que tengamos. Cuando sentimos ira y resentimiento hacia ellos, ya no es culpa de ellos sino nuestra. Efesios 4:32 nos manda: “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo”, y es increíble que la razón dada para perdonar no es mayormente el beneficio de otros, sino el nuestro. Con el tiempo, la herida y el dolor desaparecen cuando hay perdón.
Esto es parte de extender la misma gracia y perdón que hemos recibido de Dios.
2. Pasa tiempo con ellos
Cuando sea posible, pasa tiempo con ellos, cultiva una relación, conversa con ellos, pregúntales sobre las dudas que tienen, miedos, y preocupaciones, para que se den cuenta que te importan. Todas estamos ocupadas, y hay diferentes etapas de la vida en las que es mas o menos fácil juntarse con ellos. Sin embargo, una llamada, un email, un mensaje de texto, una llamada por internet, o lo que sea, les hará darse cuenta de que estás pensando en ellos.
Y la forma en la que les hablas también es importante. Debemos respetarlos con nuestras palabras, expresiones de cara, y lenguaje corporal. Mateo 12:34 nos recuerda que “de la abundancia del corazón habla la boca”. Dios nos ha dado un corazón nuevo, y Él se glorifica cuando demostramos su corazón a otros.
Ninguna de nosotras sabemos cuándo el Señor nos llamará a su presencia. Sin embargo, frecuentemente Él llama a los padres antes que a los hijos, y deberíamos cuidarlos como si fuera su ultimo día.
3. Anímalos
Con la edad, la forma de pensar cambia, y hay muchas inseguridades que se desarrollan. Con el retiro, los padres tienen más tiempo para reflexionar. Comienzan a perder a seres queridos y amigos. Sus memorias poco a poco fallan, y las habilidades y fuerzas que tenían en su juventud ya no las tienen. Demuéstrales sus puntos fuertes, lo que han hecho bien, o las ocasiones cuando hicieron algo que fue especial o significativo para ti. Elógialos, no solamente en privado, sino también cuando haya otras personas alrededor, para así disminuir sus inseguridades y ayudarles a sentirse amados.
Si son creyentes, anímalos a orar, leer la Biblia (también pueden hacerlo juntos), y si todavía tienen la capacidad, motívalos a discipular a los jóvenes. Si no son creyentes, preséntales el evangelio cuando puedas.
4. Pídeles consejo y cuídalos
Necesitas el consejo de tus padres (Pr. 1:8-9). Ellos te conocen bien, reconocen tus puntos débiles y tus fortalezas, y te pueden sorprender con sus respuestas. Aun si el consejo no es válido, el hecho de que les preguntaste es suficiente para que se sientan bien.
Recuerda también cuidarlos. Ellos pueden necesitar tu ayuda físicamente con bañarse, vestirse, cocinar, y hasta financieramente. David oró al Señor en el Salmo 71:9: “No me rechaces en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando me falten las fuerzas”.
Podemos ser las personas que Dios utilice para demostrar su cuidado a nuestros padres.
Podemos ser las personas que Dios utilice para demostrar su cuidado a nuestros padres con nuestras manos. Diles que nunca los abandonará el Señor, ni tú tampoco. Ellos cuidaron de ti, y debemos gozosamente cuidar de ellos.
5. Ora por ellos
Necesitas orar por ellos. Nuestras oraciones deben incluir no solamente lo que necesitan, sino que podamos reconocer lo que necesitan, y saber cómo satisfacer esas necesidades y honrarlos como podamos.
1 Corintios 10:31 nos instruye: “Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios”. Esto incluye honrar a nuestros padres. Dios los eligió para ser nuestros padres, y nosotras honramos a Dios al honrarlos a ellos. Honrar a nuestros padres demuestra nuestro respeto y confianza en la soberanía de Dios en haberlos elegido para nosotras.