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Ahora que nuestros hijos mayores son adolescentes, mi esposo y yo somos muy conscientes de que sus días viviendo bajo nuestro techo están contados. Mientras nos preparamos para lanzarlos fuera de la relativa seguridad de nuestro hogar, hemos estado considerando cómo podemos prepararlos mejor para vivir para Cristo en tiempos inciertos.

A través de la pandemia, las tensiones raciales y los disturbios políticos de los últimos años, se nos ha recordado que vivimos en un mundo caído y quebrantado, asolado por la maldición del pecado. Pero la verdad es que siempre hemos vivido en tiempos inciertos, y ninguno de nosotros sabe lo que el mañana traerá (Stg 4:14).

Aunque no podemos saber con exactitud los retos a los que se enfrentarán nuestros hijos, podemos prepararlos para desenvolverse en el mundo. He encontrado que 2 Timoteo es relevante para los padres y las iglesias de hoy. En esta epístola, Pablo ofrece cuatro maneras de preparar a la próxima generación para que viva fielmente sin importar lo que venga.

1. Ayúdales a entender los tiempos

Algunos consideran que 2 Timoteo es la última voluntad y testamento de Pablo, en la que transmite una sabiduría final a su hijo en la fe. Escribe: «Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles» (2 Ti 3:1). La frase «últimos días» puede tener varios significados; en este caso, Pablo parece indicar el tiempo inaugurado por el ministerio terrenal de Cristo y que continuará hasta Su regreso. Vivimos en estos últimos días.

Si queremos preparar a nuestros hijos para que vivan para Cristo en su generación, tenemos que ayudarles a entender correctamente los tiempos. En la práctica, esto comienza reconociendo que vendrán «tiempos» o épocas de «dificultad» para los creyentes. Aunque Jesús ganó la batalla definitiva en la cruz, todavía estamos comprometidos en una guerra contra el pecado que se desarrolla en un campo de batalla espinoso.

Tenemos que enseñar a la próxima generación que su enemigo no es el incrédulo o la persona que piensa diferente a ellos, sino que es el diablo

Tenemos que enseñar a la próxima generación que su enemigo no es el incrédulo o la persona que piensa diferente a ellos, sino que es el diablo. Como explica Pablo: «El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe reprender tiernamente a los que se oponen… y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo» (2 Ti 2:24-26).

2. Enséñales la Palabra de Dios

Pablo le dice a Timoteo que «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra» (2 Ti 3:16-17). Queremos que los niños que amamos sean completos y estén equipados cuando salgan al mundo, y la Palabra de Dios es provechosa, fructífera y productiva, para esos fines.

Esto es verdad para toda la Escritura, no solo para los versículos favoritos o pasajes seleccionados. Nuestros hijos deben saber lo que la Biblia enseña sobre todo tipo de temas, desde la sexualidad hasta el sufrimiento, para que no se sorprendan ni se engañen cuando se enfrenten a estos temas en la cultura (2 Ti 3:10-13; 1 P 4:12). Por supuesto, algunos temas deben ser matizados para edades más tempranas, pero es importante que incluso los niños entiendan que, aunque vale la pena, seguir a Jesús tiene un costo (Mt 8:18-22).

Dios promete tanto a los pastores como a los padres que Su Palabra «logrará el propósito para el cual la envié» (Is 55:11). Incluso cuando los adolescentes parecen apáticos. Incluso cuando los corazones de los niños son duros. Incluso cuando un niño pequeño sigue interrumpiendo. La Palabra de Dios hace Su obra. Debemos seguir plantando esa semilla en la tierra de los corazones de nuestros hijos y dejar que sea Él quien dé el crecimiento (1 Co 3:7).

Nuestros hijos deben saber lo que la Biblia enseña sobre todo tipo de temas, desde la sexualidad hasta el sufrimiento, para que no se sorprendan ni se engañen

3. Sé un ejemplo para ellos

La fe sincera de Timoteo estaba íntimamente ligada a personas, concretamente a su abuela Loida y a su madre Eunice (2 Ti 1:5). Pablo le exhorta: «Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido» —piensa en Loida y Eunice, así como en el mismo Pablo— «Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2 Ti 3:14-15).

En la experiencia de Timoteo, la relación y el mensaje estaban conectados, y lo mismo debería ocurrir en nuestros hogares e iglesias. La Palabra es entregada por mensajeros, y esos mensajeros pueden influir en cómo se recibe el mensaje.

Sin embargo, aunque es un privilegio dar ejemplo de vida cristiana delante de los niños, puede suscitar preocupación en nuestro corazón. ¿Qué pasa con nuestras lenguas rápidas y nuestras oraciones inconsistentes? ¿Qué hay de cuando ejercemos como padres por miedo en lugar de por fe? Un ejemplo fiel incluye la humildad hacia nuestros hijos. Confesar el pecado al Señor y a ellos abre la puerta a una conversación del evangelio. Ninguno de nosotros puede hacerlo perfectamente, pero cada día ofrece nuevas oportunidades para enseñar y vivir nuestra fe de forma atractiva ante nuestros hijos.

4. Recuérdales la recompensa

En 2 Timoteo 4, Pablo es totalmente sincero acerca de las dificultades a las que se enfrenta, y a las que también se enfrentará Timoteo. Anticipa que «vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina», y exhorta a su joven amigo: «sé sobrio en todas las cosas, sufre penalidades, haz el trabajo de un evangelista, cumple tu ministerio» (2 Ti 4:3-5). Luego va un paso más allá.

Habla de la recompensa.

Pablo describe gráficamente la vida cristiana como una lucha y una carrera, pero le asegura a Timoteo que «guardó la fe» y espera una «corona de justicia», una recompensa que no era solo para el apóstol Pablo, sino para todos los creyentes (2 Ti 4:7-8).

Sí, nuestros hijos pueden sufrir (2 Ti 4:5). Los tiempos pueden volverse más difíciles en su futuro incierto. Pero si su esperanza está puesta en Jesús, tienen una recompensa eterna que esperar. Aunque el sufrimiento es real, la recompensa también lo es y dura mucho más.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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