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La doctrina bíblica de la predestinación enseña que Dios eligió personas para salvación desde antes de la fundación del mundo. Él es su autor porque eligió y predestinó a los creyentes. El apóstol Pablo escribió sobre esta doctrina:

«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad, para alabanza de la gloria de Su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado. En Él tenemos redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de Su gracia» (Efesios 1:3-7, cursiva añadida).

Dios escogió en amor a Israel de entre todas las naciones (Dt 7:6–8; 10:14–15). También eligió al Mesías (Lc 9:35; 1 P 1:20). Jesús, el Elegido, escogió a sus discípulos para que le pertenecieran a Él en lugar de al mundo (Jn 15:16, 19).

Si recibiéramos lo que merecen nuestros pecados, seríamos condenados. Pero Dios, en su gracia, nos eligió a nosotros, quienes no lo buscábamos, y nos dio lo que no merecíamos: la vida eterna (Hch 13:48; Ro 3:9-20). Nuestra salvación se basa en la misericordia y la iniciativa de Dios (Ro 9:15-16). La elección se basa en la presciencia de Dios (Ro 8:29; 1 P 1:1-2).

El lenguaje del Nuevo Testamento con respecto a los elegidos es mayormente plural. También enseña la elección individual (Hch 13:48; Ro 9:15), por lo que la elección es tanto colectiva como personal. Pablo combina la elección y la unión con Cristo (Ef 1:4; 2 Ti 1:9). Dios nos eligió para salvación antes de la creación y también planeó los medios para salvarnos: enviar a su Hijo a morir, resucitar y enviar el Espíritu para unir a los creyentes con Cristo en la salvación.

El fin último de la elección o predestinación no es nuestra salvación, sino la gloria de Dios

Dios nos eligió para la salvación antes de la creación, ubicando la elección en Dios, no en nosotros (Ef 1:4; 2 Ti 1:9). Pablo remonta nuestra elección al amor, la gracia y la misericordia de Dios, y también a su propósito o voluntad (Ro 9:15-16; Ef 1:4-6, 11). Pablo da las razones negativas y positivas para la elección: no se basa en el deseo o esfuerzo humano, sino en un Dios misericordioso (Ro 9:16).

En resumen, la elección tiene su base en el «propósito suyo [de Dios] y la gracia [de Dios]» (2 Ti 1:9). La elección tiene propósitos: hacernos santos (Ef 1:4), estimular la seguridad (Jn 10: 27-29), conformarnos a la imagen de Cristo (Ro 8:29-30), fomentar las misiones (Lc 9:1– 5; 10:13-17), y producir alabanza (Ef 1:3, 6, 12, 14), humildad (Ro 9:15-16), servicio renovado (Hch 18:9-10) y evangelismo apasionado (Ro 9:1-3; 10:1-17). El fin último de la elección o predestinación no es nuestra salvación, sino la gloria de Dios (Ef 1:6, 12, 14). La elección mantiene la responsabilidad humana por la fe y la necesidad del evangelismo y las misiones.

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