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Mero cristianismo de C. S. Lewis es un clásico. Es una defensa atractiva, reflexiva, y bien escrita de la fe cristiana. Algunas de sus secciones más conocidas —como el famoso trilema: lunático, mentiroso, o Señor— se han convertido en parte de la forma en que los evangélicos piensan y hablan. Sin duda, Dios ha usado a Lewis y Mero cristianismo para despertar afectos por Cristo, involucrar la mente por Cristo, y eliminar obstáculos para que el Espíritu Santo atraiga personas a Cristo. Estoy agradecido por todo esto. Más que eso, me he beneficiado de cada libro de Lewis que he leído.

Pero C. S. Lewis no era un evangélico. Su Mero cristianismo muestra por qué.

Permíteme destacar dos problemas importantes.

Expiación… ¿pero cómo?

La primera advertencia a plantear se refiere a la visión de Lewis sobre la expiación. Lewis creía que Jesús murió en la cruz por causa del pecado, pero él no pensaba que era importante entender los detalles de lo que Cristo realizó en la cruz.

“Ahora, antes de ser cristiano, yo tenía la impresión de que la primera cosa que los cristianos tenían que creer era una teoría particular sobre lo que significaba esta muerte. Según esa teoría, Dios quería castigar a los hombres por haber desertado y unirse al Gran Rebelde, pero Cristo en cambio se ofreció voluntariamente para ser castigado, y así Dios nos dejó libres. Ahora, admito que incluso esta teoría no parece tan inmoral y necia como la consideraba antes; pero ese no es el punto que quiero destacar. Lo que vine a ver más adelante fue que ni esta teoría ni otra es el cristianismo. La creencia central es que la muerte de Cristo de alguna manera nos ha puesto bien con Dios y nos ha dado un nuevo comienzo. Las teorías acerca de cómo se hizo esto, es otro tema. Un buen número de diferentes teorías se han realizado sobre cómo funciona; lo que todos los cristianos están de acuerdo es que funciona” (57-58 [las páginas varían según la edición]).

Después, Lewis dice que “Cristo fue muerto por nosotros”, y “su muerte ha lavado nuestros pecados”, pero “cualquier teoría que construyamos en torno a cómo la muerte de Cristo hizo todo esto son, a mi juicio, totalmente secundarias”. Esta impaciencia al pensamiento cuidadoso acerca de la expiación es bastante mala, pero luego Lewis continúa dejando claro que rechaza la comprensión de la expiación que los evangélicos (y la Biblia, yo diría) encuentran más central y más gloriosa.

“Lo que la mayoría de las personas han escuchado es aquello que mencioné anteriormente, que fuimos perdonados porque Cristo se ofreció voluntariamente para sufrir el castigo en nuestro lugar. Ahora, aparentemente es una teoría muy tonta. Si Dios estaba dispuesto a perdonarnos, ¿por qué simplemente no lo hizo? ¿Y qué sentido tendría castigar a una persona inocente? Ningún sentido que yo pueda ver, si es que se piensa en un castigo en el sentido de una corte judicial. Por otro lado, si se piensa en una deuda, hay bastante sentido en que una persona que tiene los medios pague en nombre de alguien que no tiene cómo pagar” (59).

Preste mucha atención a lo que Lewis dice en ese párrafo. Él cree en una teoría sustitutiva de la expiación, pero él rechaza la sustitución penal. Él admite que la sustitución penal no es tan tonta como una vez le pareció, pero todavía no la acepta. En lugar de ella argumenta que Cristo paga una deuda (lo cual es verdad), pero no como un castigo por nosotros.

La teología de Lewis sobre la expiación es confusa, pero yo diría que su punto de vista es más como Christus victor, o un rescate a Satanás, que la sustitución penal. La muerte de Aslan, como recordarás, fue un sacrificio a la Bruja, y se explicó con ambigüedad como “magia más profunda”. Este no es el lugar para defender la importancia crítica de la sustitución penal. Mi punto es simplemente que Lewis no lo enseña en Mero cristianismo, y de hecho lo socava.

Un inclusivista primitivo

El segundo problema con Mero cristianismo es el inclusivismo de Lewis. Los evangélicos creemos que Jesucristo es el único camino hacia Dios. Además, creemos que la fe consciente en Jesucristo es necesaria para la salvación (suponiendo que estamos hablando de seres conscientes, todos los cristianos admiten que los bebés y aquellos con discapacidad mental puedan estar en una categoría diferente). Lewis, por el contrario, creía en lo que podríamos llamar “cristianos anónimos”. Es decir, que la gente puede ser salva a través de Cristo sin poner una fe explícita en Cristo. Es decir, que hay personas que no aceptan completamente la doctrina cristiana acerca de Cristo, pero que son fuertemente atraídos por Él, y que son suyos en un sentido mucho más profundo de lo que ellos mismo puedan entender. Hay personas de otras religiones que están siendo guiadas por una influencia secreta de Dios, para concentrarse en aquellas partes de sus religiones que están de acuerdo con el cristianismo, y que por lo tanto, pertenecen a Cristo sin saberlo. Por ejemplo, un budista de buena voluntad puede ser guiado a concentrarse cada vez más en la enseñanza budista sobre la misericordia y dejar en segundo plano (aunque se podría decir que todavía cree en ello) la enseñanza budista en ciertos otros puntos (178).

No importa cuánto nos pueda gustar Lewis, esto es simplemente una profunda incomprensión de la misión del Espíritu Santo (y un rechazo de Jn. 14:6). La obra del Espíritu Santo es traer gloria a Cristo tomando lo que es suyo —su enseñanza, la verdad acerca de su muerte y resurrección— y dándolo a conocer. El Espíritu no obra indiscriminadamente sin la revelación de Cristo en vista. Podría decirse que la obra más importante del Espíritu Santo es glorificar a Cristo, y Él no hace esto separadamente de brillar el foco en Cristo para que los elegidos lo vean y lo saboreen. Una vez más, vemos al inclusivista Lewis al final en Narnia, donde Emeth, un adorador de Tash, es aceptado por Aslan por seguirlo todo el tiempo sin saberlo.

Todo eso para decir: sí, tengo algunas precauciones cuando se trata de Mero cristianismo. Buen libro. Pero con algunas deficiencias graves.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Felipe Ceballos Zúñiga.
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