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No es una exageración afirmar que el pecado de la pornografía es uno de los mayores desafíos de discipulado que enfrenta la iglesia en nuestros días. La situación es aún más alarmante cuando anticipamos el futuro de la iglesia: La edad promedio a la que un niño se expone por primera vez a la pornografía es alrededor de los 11 años. Un 94% de los niños habrá visto pornografía antes de los 14 años.1 El futuro del mundo es un futuro pornográfico y debemos prepararnos bíblicamente para enfrentarlo con la Palabra de Dios.

Ante esta crisis, necesitamos poner al servicio de la iglesia nuestros mejores pensadores, pastores y teólogos, del pasado y del presente. Jesús mismo dijo que un buen maestro «saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (Mt 13:52). Los antiguos puritanos ingleses son «tesoros viejos» que han demostrado ser especialmente útiles y perspicaces en el tema de luchar y vencer pecados que cautivan a los creyentes. Incluyendo pecados como la pornografía.

En este artículo nos enfocaremos en John Owen y sus escritos sobre cómo vencer el pecado.

John Owen y la mortificación del pecado

John Owen (1616-1683) fue un celebrado puritano inglés, un gran pensador, miembro del Parlamento y decano de Christ’s Church en la Universidad de Oxford. En su ministerio, Owen se enfrentó con desafíos similares a los nuestros. Una de sus obras más famosas se titula La mortificación del pecado y fue escrita con el propósito de ayudar a los creyentes a combatir y derrotar pecados que los mantenían cautivos, algunos de ellos relacionados con la lujuria.

El libro de Owen se ha vuelto un clásico de la teología reformada puritana. En sus páginas se presenta una gloriosa visión de la mortificación del pecado centrada en el evangelio. Owen expone que el objetivo es la comunión con Dios, el enemigo es el pecado remanente, el poder es el evangelio, el arma es la fe, y el ayudante es el Espíritu Santo. Estos cinco elementos proporcionan una visión que podría ayudar a la iglesia moderna (y también a los creyentes individuales) a luchar con cualquier pecado, justamente esa es la idea de la palabra «mortificación», y también la adicción a la pornografía.

¿Qué deberías hacer entonces para mortificar la pornografía en tu vida según la visión de Owen? ¿Cómo puedes luchar contra la pornografía como un puritano?

Tu objetivo principal: La comunión con Dios

Comienza redefiniendo tu objetivo y tu lucha. Para vencer la pornografía debes establecer una meta más gloriosa que simplemente lograr dejar de ver pornografía. La meta que debes buscar debe ser llegar a disfrutar de una comunión cada vez más profunda, cercana y santa con el Dios trino.

Para vencer la pornografía debes establecer una meta más gloriosa que lograr dejar de ver pornografía

Antes de predicar los sermones que se convirtieron en La mortificación del pecado, John Owen había preparado a su audiencia por casi dos años predicándoles sobre los atributos de Dios, sobre cada una de las personas de la Trinidad y sobre cómo tener comunión con Dios. Estos sermones fueron editados y publicados en el libro Comunión con el Dios trino.2

Este dato contextual nos ayuda a entender un principio fundamental en la teología de Owen y en nuestra lucha contra cualquier pecado: a menos que tu meta principal sea la comunión con Dios, nunca mortificarás verdaderamente tu pecado interno, incluso si logras dejar de ver pornografía por un tiempo.

Vencer la pornografía requiere entender que tu mayor pecado no es ver pornografía porque eso es solo una expresión superficial de un pecado mucho más oscuro, profundo y peligroso: ser negligente para con Dios. Así como tener cáncer cerebral es más preocupante que el dolor de cabeza que este produce, el pecado de desatender y despreciar la comunión con Dios es un pecado más preocupante que su expresión carnal en la entrega a la lujuria.

La raíz de todos tus problemas está en tu alejamiento de las personas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por lo tanto, la solución no es lograr dejar de ver pornografía mientras continúas lejos de Dios. La solución es volver a Dios y vivir en santidad delante de su presencia.

Owen escribe que «la fuerza y predominio de una lujuria en particular es comúnmente el fruto y el resultado de un curso de vida descuidado y negligente en general».3 El consumo de pornografía es solo un síntoma de la desatención a Dios. Si solo te enfocas en luchar contra la pornografía, no lograrás verdaderamente mortificar el pecado de la pornografía, porque dejarás intacto su poder: la falta de verdadera comunión con Dios.

A menos que tu meta principal sea la comunión con Dios, nunca mortificarás verdaderamente tu pecado interno

Tu enemigo principal: El pecado remanente

Si estás atrapado en el pecado de la pornografía, tu enemigo principal no es tu cuerpo, tu edad o un desbalance hormonal. Si eres un cristiano verdadero, tu enemigo principal es el pecado remanente o residual que aún mora en ti. Este es un concepto esencial para entender la verdadera lucha detrás de la pornografía.

Ver pornografía es solo una expresión superficial de un pecado mucho más oscuro, profundo, y peligroso: ser negligente para con Dios

Cuando Dios nos salva, Él nos hace nacer de nuevo y nos da un nuevo corazón, un corazón regenerado. Sin embargo, aunque tenemos un nuevo corazón, todavía permanece en nosotros un residuo del «viejo hombre» que debe ser crucificado diariamente. A este residuo de pecado en nosotros se le llama «naturaleza pecaminosa» o «carne», y podría definirse como una constante inclinación hacia el mal que aún se mantiene activa en nuestra naturaleza y combate contra nuestro corazón regenerado.

Cuando Cristo venga nos dará cuerpos glorificados con naturalezas completamente santas; no habrá más pecado remanente en nosotros. Mientras tanto, luchamos cada día contra impulsos pecaminosos que se oponen a nuestro verdadero ser. Es en el contexto de esta lucha que podemos entender lo que significa «mortificar el pecado». El teólogo Kelly Kapic escribe que «[mortificar o matar el pecado es] el proceso de dar muerte a la propia naturaleza pecaminosa (el viejo yo), que lucha continuamente debido a la realidad del pecado residual».4

¿Por qué es tan importante entender «el pecado remanente» para vencer la pornografía? Porque si solo te enfocas en luchar contra la pornografía, pero dejas que tu «carne» o «naturaleza pecaminosa» se fortalezca alimentándose de toda clase de mundanalidad, vanidad, afanes de este mundo y negligencia de tu devoción a Dios, entonces siempre terminarás perdiendo la batalla.

La Hidra de Lerna es un monstruo mitológico que puede ilustrar bien esta idea. Este monstruo acuático en forma de serpiente tenía la habilidad de regenerar dos cabezas cuando perdía una. La única forma en que Hércules pudo acabar con la Hidra era con la ayuda de su sobrino, quien quemaba el muñón de cada cuello conforme Hércules cortaba cada cabeza. Así fue cómo el monstruo quedó completamente decapitado.

El cristiano que solo se enfoca en derrotar la pornografía es como un guerrero que se enfoca en cortar una sola cabeza de la Hidra, ignorando todas las demás que van saliendo. La meta de Hércules era más grande que cortar una cabeza… su meta era aniquilar a la bestia. De la misma forma, tu lucha no es meramente contra la pornografía, sino contra tu naturaleza pecaminosa.

Tu poder principal: El evangelio

Para vencer el pecado de la pornografía debes poner toda tu confianza en la sangre de Cristo como la única y suficiente solución de Dios para tu pecado. La autodeterminación no es suficiente, la disciplina no es suficiente, el aislamiento y la comunidad no son suficientes. El evangelio anuncia las buenas noticias de que Dios envió a su Hijo para «salvar a su pueblo de sus pecados» (Mt 1:21). Es solo en Cristo donde podemos ser rescatados.

Tu lucha no es meramente contra la pornografía sino contra tu naturaleza pecaminosa

Esto es algo que tomará por sorpresa al lector estudioso y perspicaz de la obra de Owen. De los catorce capítulos de La mortificación del pecado, los primeros trece son realmente una preparación para el último, donde el autor revelará por fin lo que él considera ser la estrategia práctica que nos llevará a vencer nuestro pecado. Para Owen, la clave para vencer el pecado consiste en confiar en la eficacia de la sangre de Cristo. Owen dice: «La mortificación del pecado es peculiarmente [una obra] de la muerte de Cristo».5 Esto puede sonar a una solución simplista, pero no lo es.

Dios ha provisto la victoria sobre el pecado en un solo lugar: su Hijo Jesucristo, crucificado y resucitado de entre los muertos. El Señor nos ha unido a Cristo por el Espíritu de tal manera que en Él tenemos toda la ayuda práctica que necesitamos para mortificar cada pecado que nos acecha y nos intenta esclavizar (2 P 1: 3-4).

En su Discurso sobre el Espíritu Santo, Owen amplía su enseñanza diciendo que la sangre de Cristo nos limpia de pecado, no solo legalmente, quitando la condenación de Dios sobre nosotros, sino también prácticamente, al ser aplicada a nuestras almas por el Espíritu (Tit 2:14). Owen es cuidadoso en notar que la sangre de Cristo derramada en su cruz nunca ha perdido ni una pizca de su fuerza, vigor y poder purificador, sino que conserva «la misma fuerza y ​​eficacia, como estaba en la hora en que fue derramada».6

En pocas palabras, Owen está enseñando que el mismo evangelio que nos salva también nos santifica. La misma cruz que logró nuestra justificación también lleva a cabo nuestra victoria práctica sobre el pecado de la pornografía. No tenemos que buscar otra solución, otro salvador u otra fuente de purificación. Solo Cristo salva, no solo mediante su muerte y resurrección, sino también mediante el envío del Espíritu Santo para aplicar su purificación a nuestras almas. Si de verdad deseas avanzar en la mortificación de tu naturaleza pecaminosa, debes recuperar la convicción de que Cristo es el único que nos salva de nuestros pecados.

Tu arma principal: La fe

La mortificación del pecado es una obra de la gracia de Dios en nuestra alma que se obtiene en Cristo mediante la fe. Desde la perspectiva humana, la fe es la actividad principal que puede ayudarnos a avanzar en santificación.

Dios ha provisto la victoria sobre el pecado en un solo lugar: su Hijo Jesucristo, crucificado y resucitado de entre los muertos

Owen dice que «la fe es la causa fundamental de nuestra purificación».7 ¿Por qué es la fe tan importante? No porque tenga algún poder en sí misma, sino porque a través de ella extendemos nuestras manos para asirnos de Cristo. En otras palabras, la fe es nuestra arma principal para derrotar a la pornografía debido a su capacidad de abrazar a Cristo.

Así es como funciona la santificación por fe: El pecado se apodera de nosotros cuando nos apartamos de Cristo. La fe vence al pecado al acercarnos a Cristo. Cuando estamos en comunión con Cristo, recibimos por fe el poder purificador de su sangre y lo traemos a nuestras almas frágiles.

Owen escribe que «la fe es la gracia por la cual nos acercamos y nos adherimos constantemente a Cristo».8 En otras palabras, la única instrucción práctica que Owen nos da para matar verdaderamente un pecado cautivador como la pornografía es huir constantemente hacia Cristo y aferrarnos a Él y sus promesas por fe.

Esto nos ayuda a entender una profunda verdad sobre la lujuria: si eres cristiano y estás cautivado por el pecado de la pornografía, tu fe es débil y necesita revitalización. Nuestra fe debe mantenerse vigorosa y fresca mediante la actividad diaria. La actividad que fortalece la fe es un ejercicio constante en los medios de gracia que Dios ha establecido: la adoración congregacional y personal, la lectura de la Biblia, la oración, la meditación en el evangelio, el ayuno, la vigilia y los tiempos de devoción personal. Somos transformados y santificados verdaderamente al disfrutar de nuestra comunión con el Padre en el Hijo y por el Espíritu, a través de la fe fortalecida por la Palabra en el ejercicio sincero de los medios de la gracia.

Tu ayudante principal: El Espíritu Santo

Para John Owen es muy importante recordar a sus lectores que la victoria sobre el pecado es una obra sobrenatural que el Espíritu Santo produce en nosotros. Owen quiere recordarte que no estás luchando solo. 

Si el Espíritu no nos ayuda, jamás venceremos ningún pecado

Mientras peleas la batalla de la fe, debes confiar en el Espíritu Santo como tu principal ayudante en la tarea de mortificar el pecado de la pornografía. Reconoce que no tienes en ti mismo las fuerzas necesarias para vencer… apóyate en la fuerza de alguien más: el Espíritu Santo. «¿De dónde proviene el poder, la vida y el vigor de la oración? ¿De dónde su eficacia para prevalecer con Dios? ¿No es del Espíritu?».9 Si el Espíritu no nos ayuda, jamás venceremos ningún pecado.

¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo en nuestra lucha contra el pecado? Aplicando la sangre de Cristo a nuestras almas. Owen enseña que todo lo que fue hecho legalmente por la sangre de Cristo a tu favor, el Espíritu mismo aplicará o pondrá en efecto en tu vida terrenal de manera progresiva.10

Cristo nos ha salvado de nuestros pecados y ha enviado al Espíritu para aplicar en nosotros todos los beneficios del evangelio. Esto incluye la victoria sobre el pecado que mora en nosotros. Esto incluye la victoria sobre la pornografía.

Conclusión

Te invito a luchar contra la pornografía como un puritano: anhelando comunión con el Dios trino, atacando al enemigo correcto, confiando en el evangelio de Cristo crucificado, cultivando tu fe con diligencia, y apoyándote día y noche en el poder del Espíritu Santo.


1 Chancellor, The Ongoing Epidemic of Pornography in the Church [La continua epidemia de pornografía en la iglesia]. https://baptistnews.com/article/the-ongoing-epidemic-of-pornography-in-the-church/
2 John Owen, Communion with the Triune God [Comunión con el Dios trino], editado por Kelly M. Kapic y Justin Taylor (Wheaton, IL: Crossway Books, 2007).
3John Owen, The Works of John Owen [Las obras de John Owen], vol. 6, 42.
4 Kelly M. Kapic y Wesley Vander Lugt, Pocket Dictionary of the Reformed Tradition [Diccionario de bolsillo de la tradición reformada] (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2013), 76.
5 Owen, The Works of John Owen, vol. 6, 83.
6 Owen, The Works of John Owen, vol. 3, 440.
7 Ibid, 446.
8 Ibid.
9 Owen, The Works of John Owen, vol. 6, 86.
10 Owen, The Works of John Owen, vol. 3, 441.
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