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Rut y Ester forman una pareja bastante distinguida: son los dos únicos libros de la Biblia que llevan el nombre de mujeres. Por supuesto, esa no es la única razón para estudiarlos. Está claro que Dios quiere que nosotros (tanto hombres como mujeres) prestemos atención al papel crucial de las mujeres en la gran historia de la redención.

Imagina por un momento

Tómate un minuto y trae imágenes de estas dos mujeres a tu imaginación. ¿Qué ves?

Nuestras imágenes pueden estar formadas de manera parcial por las clases de escuela dominical o por representaciones artísticas o cinematográficas que hemos visto. El texto no describe el físico de ninguna de estas mujeres, aunque sabemos que Esther era extraordinariamente hermosa.

Supongo que incluiste los escenarios en tus imágenes. Tal vez imaginaste a Rut en los campos de cebada de Belén y a Ester en el ornamentado palacio persa. Por supuesto, así es como funcionan las historias: colocan a los personajes en ciertos escenarios para desarrollar tramas formadas de manera cuidadosa. Piensa en estos escenarios en relación con los personajes: Rut es una moabita extranjera que encuentra un hogar entre el pueblo de Dios; Ester es del pueblo de Dios y fue llamada a vivir en una tierra extranjera. Lo que estamos viendo es la mano soberana de Dios en toda Su tierra, quien atrae a personas de otras naciones y usa a Su pueblo entre las naciones.

En carne y hueso

Lo maravilloso es que estas historias muestran la obra redentora de Dios, no en abstracto, sino en carne y hueso reales. Los personajes son personas reales: mujeres y hombres que luchan, anhelan, se maravillan y se regocijan, así como nosotros.

De inmediato nos sentimos atraídos por el amargo sufrimiento de Noemí en Rut 1, y nos maravillamos de las experiencias de una hermosa joven arrojada en manos tan impías como las de la corte del rey Asuero.

Tramas asombrosas

Imagina de nuevo. Si tuvieras un minuto para describir cada una de estas historias a alguien que nunca las ha leído, ¿qué le dirías?

Supongo que te concentrarías en las tramas, porque los eventos y los detalles de estas historias se desarrollan de maneras asombrosas. Así como las narrativas, estos libros están unidos de forma notable. Tenemos que saborear las cuatro escenas sencillas de Rut que van del vacío en Moab a la plenitud en Belén. Debemos maravillarnos del patrón complejo del levantamiento de los judíos y la caída de sus enemigos, con Ester y Mardoqueo justo en el punto central.

Parte de una historia más grande

Ambas tramas son episodios de una trama mayor: la historia del Dios que redime a un pueblo por medio de la simiente de Abraham, tal como lo prometió. Rut se adelanta al reino que surgió de esa semilla, ya que se une a la línea que conduce de manera directa al rey David. Ester aparece en escena después de que el reino vino y se fue, y nos hace anhelar al Rey eterno prometido de la línea de David. Ambas mujeres desempeñan su papel en el gran plan de redención de Dios por medio de Su Hijo, el Rey Jesús.

Historias como estas nos ayudan a comprender cómo la trama de cada vida individual —mi vida, tu vida— es un episodio de una trama mucho más grande escrita y dirigida por Dios: la historia de Su redención de un pueblo para Sí mismo por medio de Jesucristo, Su Hijo.

Pero no es bueno solo hablar y leer sobre Rut y Ester. ¡Tenemos que cavar en estos libros por nosotros mismos! Son las palabras del texto bíblico las que están vivas y activas, y que traspasan nuestros corazones con la verdad y la belleza de nuestro Señor. Las recompensas son ricas, a medida que profundizamos en este notable par de libros del Antiguo Testamento.


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por Martín Manchego.
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