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Cada vez es más común que los estudiantes universitarios (y sus padres) consideren que una carrera es una capacitación vocacional; de hecho, muchos estudiantes buscan carreras “prácticas” (claramente relacionados con profesiones particulares) en lugar de títulos en artes liberales. Desde mediados de la década del 2000 hasta mediados del 2010, las carreras en filosofía y estudios religiosos disminuyeron un 15 por ciento, mientras que las carreras en ingeniería aumentaron en un 60 por ciento. Del mismo modo, las carreras alusivas a la salud aumentaron más del doble.

El senador de la Florida, Marco Rubio, dijo en el 2015: “necesitamos más soldadores y menos filósofos”. Desde entonces, Rubio estudió un poco de filosofía y se retractó (en parte porque estaba equivocado acerca de que los soldadores ganaran más dinero que los filósofos), y algunos expertos predicen que los títulos en artes liberales crecerán en la próxima década. Sin embargo, la idea de que las carreras “prácticas” son preferibles a las de las artes liberales sigue siendo ampliamente aceptada.

Dejando a un lado la creciente atracción por los títulos en otras ramas, las personas a menudo se sorprenden cuando les digo que soy filósofo: que estudio, escribo, y enseño filosofía. Aunque comedias como “The Good Place” (El buen lugar) de la NBC, podrían presentar a un filósofo académico como personaje principal, pocos están familiarizados con la disciplina académica de la filosofía. Y, siendo justos, el término “filosofía” se usa de muchas maneras diferentes, refiriéndose a cualquier cosa, desde la cosmovisión de una persona hasta su forma de realizar una actividad en particular. Por lo tanto, no siempre hay claridad sobre a qué se refiere una persona cuando habla de filosofía.

Como filósofo cristiano, a veces encuentro un componente adicional de perplejidad por parte de mis hermanos y hermanas creyentes. De hecho, es común que los cristianos desconfíen de la filosofía debido a la advertencia del apóstol Pablo: “Miren que nadie los haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo”(Col. 2:8).

Algunos cristianos han tomado la exhortación de Pablo como una razón para evitar el estudio de la filosofía por completo. El padre de la iglesia Tertuliano (AD 155–220), es famoso por advertir que la filosofía solo conduciría a la herejía. Con Atenas (sede de la academia de Platón) representando la filosofía griega, y con Jerusalén (lugar de nacimiento de la iglesia) representando el cristianismo, Tertuliano pregunta:

“¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué relación hay entre la Academia y la Iglesia? ¿Qué tienen que ver los herejes y los cristianos?… ¡Allá ellos los que han salido con un cristianismo estoico, platónico o dialéctico! ¡No tenemos necesidad de curiosear, una vez que vino Jesucristo, ni hemos de investigar después del Evangelio!” (La prescripción de los herejes, capítulo 7).

Aunque la actitud de Tertuliano hacia la filosofía no ha sido una visión mayoritaria en la historia de la iglesia, muchos cristianos modernos comparten su posición, o por lo menos su sospecha, acerca del valor de la filosofía.

Sin embargo, espero convencerlos de que el estudio de la filosofía puede ser un recurso valioso tanto para los cristianos individuales como para la iglesia. También espero convencerlos de que el evangelio proporciona una forma única de estudiar filosofía, una que capacita al creyente para evitar peligros potenciales, y que es consistente con la advertencia de Pablo sobre la filosofía.

Pero antes de que pueda decir por qué y cómo los cristianos deben estudiar filosofía, sería útil aclarar un poco más qué es la filosofía.

El estudio de la filosofía puede ser un recurso valioso tanto para los cristianos individuales como para la iglesia. También espero convencerlos de que el evangelio proporciona una forma única de estudiar filosofía.

¿Qué es la filosofía?

La palabra “filosofía” proviene del griego philosophia, literalmente, “amor a la sabiduría”. Los filósofos actuales (generalmente profesores universitarios) pasan su tiempo reflexionando (e intentando responder) preguntas fundamentales sobre nosotros y nuestro mundo, preguntas como:

  • ¿Qué se requiere para que una creencia se considere un conocimiento?
  • ¿Cuál es la naturaleza de las personas humanas?
  • ¿Tenemos libre albedrío? (¿Y qué es el libre albedrío?)
  • ¿Es la moralidad objetiva?

Tales preguntas son fundamentales ya que profundizan sobre suposiciones y conceptos que implícitamente usamos todo el tiempo, pero que rara vez (si alguna vez) consideramos fuera del aula.

Debido a la posibilidad de hacer preguntas fundamentales en cualquier campo de investigación, la filosofía es ampliamente relevante, incluso ineludible. A menudo les digo a mis alumnos que, para cualquier X (donde X representa un campo de investigación), ya sea ciencia, religión, negocios, o arte, existe una filosofía de X. Siempre estamos trabajando con presuposiciones que pueden ser examinadas.

Existen desacuerdos considerables sobre las respuestas correctas a estas preguntas filosóficas. Puedes sentirte tentado a pensar que no hay forma de saber cuáles son las respuestas correctas, que quizás lo mejor que podemos hacer es simplemente formar opiniones. Pero, no hay por qué ir tan rápido; es como querer patear la pelota en el aire.

Afortunadamente, durante los últimos dos milenios y medio, los filósofos han desarrollado herramientas para aclarar preguntas fundamentales y para introducir diferencias que nos ayudan a avanzar. Y, la herramienta principal del filósofo es la argumentación, el método para sustentar una afirmación o posición partiendo del razonamiento de otras afirmaciones. Usando las herramientas de la lógica podemos evaluar los argumentos a favor y en contra de las respuestas a las preguntas fundamentales sobre nosotros y nuestro mundo.

Bondades de la filosofía

No es sorprendente, entonces, que los estudiantes de filosofía tienden a ser mejores pensadores críticos, escritores analíticos precisos, y más creativos al solucionar problemas en comparación con otros estudiantes. Por estas razones, los estudiantes de filosofía tienden a obtener un puntaje más alto en las pruebas estandarizadas como el LSAT (generalmente requerido para entrar a la escuela de leyes) y el GRE (requerido para los programas de posgrado en otros ramas). Los empleadores a menudo los buscan y son grandes emprendedores.

Todas las ventajas que he mencionado hasta ahora han sido extrínsecas (o instrumentales). Son razones para estudiar filosofía referente a los efectos o consecuencias de hacerlo. Pero estudiar filosofía también es intrínsecamente bueno, es decir, bueno en sí mismo.

Agustín reconoció el bien intrínseco de la filosofía al argumentar que los cristianos pueden beneficiarse de la lectura de filosofía pagana. Al reflexionar sobre la promesa de Dios a Moisés en Éxodo 3, de que los israelitas encontrarían favor en los egipcios y saquearían sus bienes mientras Dios los sacaba de Egipto, Agustín escribe:

“Si tal vez los que se llaman filósofos dijeron algunas verdades conformes a nuestra fe, y en especial los platónicos, no sólo no hemos de temerlas, sino reclamarlas de ellos como injustos poseedores y aplicarlas a nuestro uso. Porque así como los egipcios no sólo tenían ídolos y cargas pesadísimas de las cuales huía y detestaba el pueblo de Israel, sino también vasos y alhajas de oro y plata y vestidos, que el pueblo escogido, al salir de Egipto, se llevó consigo ocultamente para hacer de ello mejor uso… Así también todas las ciencias de los gentiles, no sólo contienen fábulas fingidas y supersticiosas y pesadísimas cargas de ejercicios inútiles que cada uno de nosotros, saliendo de la sociedad de los gentiles y llevando a la cabeza a Jesucristo ha de aborrecer y detestar, sino también contienen las ciencias liberales, muy aptas para el uso de la verdad, ciertos preceptos morales utilísimos y hasta se hallan entre ellas algunas verdades tocantes al culto del mismo único Dios” (Sobre Doctrina Cristiana, 2.40.60).

Cuando Agustín dice que la filosofía pagana contiene “las ciencias liberales muy aptas para el uso de la verdad, ciertos preceptos morales utilísimos”, afirma que el cristiano se beneficiará de filtrar la filosofía y tomar del bien que se puede encontrar allí. Agustín hizo esto él mismo, incorporando aspectos de la cosmovisión de Platón en su propia visión cristiana madura. Del mismo modo, Tomás de Aquino unió el sistema de Aristóteles con su cristianismo.

La buena filosofía debe existir, si no por otra razón, porque la mala filosofía debe ser contestada.

Vale la pena señalar que los cristianos solo tendrán acceso a este bien aprendiendo filosofía. Agustín y Aquino no podrían haber desarrollado sus sistemas filosóficos y teológicos sin haber leído a Platón y Aristóteles, y no podemos “saquear” a estos o a filósofos más recientes (como David Hume o Immanuel Kant) sin leerlos. Esto habla a favor de un currículo de “Grandes libros” o “Textos básicos”, que requieren que los estudiantes lean literatura influyente, incluida la filosofía de nuestra tradición intelectual. En mi institución, la Universidad de Samford, todos los estudiantes toman una secuencia de dos cursos de textos básicos llamados “Perspectivas culturales”, que requiere leer a Platón y Aristóteles, entre otros filósofos. Todos los estudiantes tienen acceso a este bien alabado por Agustín.

No solo es bueno sino necesario

El estudio de la filosofía no solo es bueno; también es necesario para el cristiano al menos por tres razones.

Primero, todos tienen una “filosofía” en el sentido de tener una cosmovisión (o un conjunto de presuposiciones), aún si no la examinan. Ya sea que se reconozca conscientemente o no, la cosmovisión de una persona afecta la forma en que vive e interpreta sus experiencias.

En segundo lugar, CS Lewis observa en un ensayo titulado Sobre el aprendizaje en tiempos de guerra: “La buena filosofía debe existir, si no por otra razón, porque la mala filosofía debe ser contestada”. En otras palabras, es necesario que los cristianos den respuestas a las posiciones filosóficas alternativas. Este punto no es original de Lewis; el apóstol Pedro nos dice que debemos de estar “…siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes” (1 P. 3:15). Lewis simplemente está aplicando este verso a la filosofía en particular.

Finalmente, y lo más importante, se nos ordena amar a Dios no solo con nuestro corazón, alma y fuerza, sino también con nuestra mente (Marcos 12:30). Es tentador pensar que la adoración cristiana se trata principalmente de tener una experiencia emocional o vivir de acuerdo con un conjunto de reglas morales. Pero Dios quiere que lo amemos con cada parte de nuestro ser, incluyendo nuestro intelecto. Las herramientas de la filosofía son especialmente adecuadas para tal desarrollo. Además, Pablo exhorta: “Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto” (Ro. 12:2).

El trabajo de la filosofía consiste en reconocer falsas cosmovisiones y en desarrollar las nuestras.

¿Cómo deben los cristianos tratar con la filosofía?

Filosofar no está exento de riesgos. Tal vez piense que es porque las creencias cristianas a veces son menospreciadas públicamente por filósofos conocidos, como se muestra en algunas películas basadas en la fe. Aunque algunos ateos hacen uso de su filosofía contra los cristianos, las voces que hablan más alto no representan el todo.

El mayor riesgo para los cristianos, en mi opinión, es cuando la filosofía nos atrae por las razones equivocadas. (Esto puede ser cierto para la teología también). Algunos estudiantes de filosofía disfrutan ganar argumentos y ven las habilidades que la filosofía les proporciona como un medio para demostrar su valía o desarrollar su autoestima. Esta es la advertencia de Colosenses 2:8: “Miren que nadie los haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo”.

Debido al pecado, especialmente sus efectos “noéticos” (en nuestro pensamiento), estamos naturalmente inclinados a usar cosas buenas (por ejemplo, el estudio de la filosofía) por malas razones (por ejemplo, vernos a nosotros mismos como intelectualmente superiores).

Entonces, ¿qué debe hacer el cristiano? He argumentado que la filosofía es necesaria y buena para el cristiano; pero también he advertido que es arriesgado, dado nuestro estado caído. Probablemente estés pensando: “Gracias por la ayuda. ¡Otro acertijo filosófico!”. (Y si eres Eleanor Shellstrop de “The Good Place”, exclamarás: “¡Es por eso que todos odian a los filósofos morales!”).

Mi valor no depende de mi destreza intelectual, y Dios no me va a amar menos por no ganar una discusión con alguien que rechaza el cristianismo.

Pero hay una respuesta: gracia. El evangelio dice que Dios nos acepta, no por lo que hacemos, sino por lo que Él ha hecho. Como cristiano, mi único consuelo en la vida y en la muerte es, como dice el catecismo, que “yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo”. Mi valor no depende de mi destreza intelectual, y Dios no me va a amar menos por no ganar una discusión con alguien que rechaza el cristianismo.

El evangelio tiene muchas más implicaciones sobre cómo debemos estudiar filosofía (y amar a Dios con nuestras mentes en general). Concluiré mencionando dos. Primero, tenemos razones para operar con humildad epistemológica: una comprensión correcta de los límites de nuestro propio conocimiento y una apertura a la corrección de los demás. Después de todo, conocemos nuestras propias debilidades y tendencias al error y, dadas las buenas noticias del evangelio, podemos admitir con confianza nuestras deficiencias sin temor a una crisis de identidad. Finalmente, somos libres de correr riesgos. Dado que nuestro valor no depende del éxito de nuestros argumentos o de qué tan bien defendamos un punto de vista particular, podemos explorar las preguntas fundamentales que hacen los filósofos y especular sobre posibles respuestas, sin el miedo paralizante de estar equivocados.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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