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Nota del editor: 

Luego de visitar a un hermano enfermo en su cama, el autor escribe este poema lleno de gozo como respuesta al testimonio de la paz que tienen los enfermos que pertenecen a Cristo.

Los dolores terrenales
nadie los desea,
la belleza escasea
en los tristes hospitales.
Las noches son fatales
con angustiosos pensamientos,
que remueven los cimientos
de los santos más leales.
No me juzgues, no me señales
solo expreso mis lamentos.

Si la muerte viene pronto
que sepa que no le temo.
No es que sea yo blasfemo
y tampoco soy un tonto.
A mis treintas me remonto
cuando temía morir,
no tenía a donde ir.
Y lo malo había visto,
mas ahora soy de Cristo
y con Él voy a vivir.

De la angustia y el dolor
mi Señor me ha librado,
de la mano me ha tomado
me ha abrazado con amor.
Ya no hay duda ni temor,
solo asombro y puro gozo
en sus brazos hoy reposo.
Él mis lágrimas limpió,
vida nueva hoy me dio
el Dios todopoderoso.

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