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¿Podemos bautizar y tomar la Cena del Señor “en línea”?

Más de Bobby Jamieson

Nota del editor: 

Para profundizar más en este tema y también conocer una perspectiva diferente, te invitamos a leer este otro artículo escrito en colaboración con nuestro Concilio Pastoral.

¿Se pueden hacer en línea el bautismo y la Cena del Señor?

Durante “quién sabe cuánto tiempo”, las iglesias en muchas partes del mundo no podrán reunirse. Los pastores como yo están tratando amorosamente de encontrar soluciones. No hay un manual para esto. Cuando la iglesia no puede reunirse físicamente, ¿qué podemos hacer para alentar y alimentar al pueblo de Dios?

La mayoría de las iglesias evangélicas transmiten en vivo algo parecido a su servicio dominical. Aunque alguien podría cuestionar la sabiduría de esta práctica, no creo que haya algo en las Escrituras que lo prohíba. Pero, ¿qué pasa con el bautismo y la Cena del Señor? ¿Pueden realizarse a distancia estos dos elementos del servicio de adoración de la iglesia? Con el bautismo, depende de lo que quieras decir con esto; con la Cena del Señor, la respuesta es definitivamente un no.

Permíteme enfatizar que mi objetivo con este artículo no es darle un jalón de orejas a ningún pastor, sino simplemente ir a las Escrituras en búsqueda de dirección. Cuando tenemos pocos precedentes prácticos a los que apelar, es aún más importante dejar que la Palabra todo suficiente de Dios dirija nuestros pasos. 

Primero consideraremos el bautismo, luego la Cena del Señor. 

El bautismo

En Mateo 28:19, Jesús ordena: “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Nuestra pregunta más básica aquí es: ¿Se puede hacer esto sin contacto físico entre el bautizador y el bautizado? La palabra griega traducida como “bautizar” significa sumergir en líquido. El punto de la ordenanza es que el acto externo de inmersión en agua se traduce en una realidad espiritual de la unión con Cristo en su muerte, sepultura, y resurrección (Ro. 6:1-4). En el mandato de Jesús, la responsabilidad de bautizar recae en aquellos que hacen discípulos; la responsabilidad de bautizarse recae en el que se ha convertido en discípulo. El “hacedor de discípulos” moja; el “convertido en discípulo” se moja. 

Así que no creo que una solución virtual sea posible aquí. El mandato no es “decirle a otros que se bauticen a sí mismos”, sino “bautizarlos”.

Sin embargo, en estos tiempos extraordinarios creo que está permitido que una iglesia sea flexible sobre cómo bautiza. (También vale la pena considerar si sería prudente retrasar el bautismo hasta que todos podamos reunirnos nuevamente). Por ejemplo, normalmente es apropiado que el bautismo se realice con toda la congregación presente. Esto se debe a que el bautismo no es solo una profesión personal de fe, sino también la forma en que la iglesia respalda públicamente la profesión de un creyente y, por lo tanto, los involucra en su membresía (Hch. 2:38-41).

Cuando tenemos pocos precedentes prácticos a los que apelar, es aún más importante dejar que la Palabra todo suficiente de Dios dirija nuestros pasos

El bautismo une a “uno” con los “muchos”. Y tener a todos los “muchos” como testigos del acto enfatiza esto maravillosamente. Pero cuando a los “muchos” se les prohíbe reunirse, creo que está totalmente permitido que un pastor, como representante autorizado de la congregación, bautice a alguien en un entorno menos público. Después de todo, el bautismo realizado por Felipe del eunuco etíope no tuvo más testigos que los que podían caber en el carro del eunuco (Hch. 8:38). Un bautismo en una bañera puede ser irregular, pero sigue siendo un bautismo. 

La Cena del Señor

Sin embargo, no se puede decir lo mismo sobre la Cena del Señor cuando la iglesia está dispersa. Esto se debe a que el acto físico de reunirse es esencial, no secundario, para la ordenanza. En 1 Corintios 11, Pablo se refiere cinco veces al hecho de que ellos celebran la Cena del Señor cuando todos se reúnen como iglesia, como la asamblea que se congrega en el mismo lugar a la misma hora (por ejemplo, “Pues, en primer lugar, oigo que cuando se reúnen como iglesia hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo, 1 Co. 11:18; cp. vv. 17, 20, 33, 34).

Pero, ¿es esto lo que ellos hacían o lo que debemos hacer nosotros? ¿Es la presencia física de la iglesia entre sí esencial para la ordenanza? Pablo diría que sí. Considera 1 Corintios 10:17: “Puesto que el pan es uno, nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo; porque todos participamos de aquel mismo pan”. La Cena del Señor representa la unidad de la iglesia. Consuma la unidad de la iglesia. Reúne a los muchos que participan juntos de los mismos elementos, en el mismo lugar, y los hace uno. (Entonces, si el bautismo une a uno con los muchos, la Cena del Señor hace uno de los muchos.) Hacer de la Cena del Señor otra cosa que no sea una comida de toda la iglesia, sentados juntos en el mismo lugar, es hacer otra cosa que no es la Cena del Señor. 

Hacer de la Cena del Señor otra cosa que no sea una comida de toda la iglesia, sentados juntos en el mismo lugar, es hacer otra cosa que no es la Cena del Señor

Entonces, el punto no es que la Cena del Señor virtualmente mediada y físicamente dispersa es menos que óptima: simplemente no sería la Cena del Señor. 

Esta comida y esa comida

Todo sufrimiento implica pérdida; cada pérdida es una forma de sufrimiento. En este momento, en medio de muchas otras pérdidas y sufrimientos, los cristianos de todo el mundo están sufriendo la pérdida de la comunión semanal, cara a cara, los unos con los otros. La compasión nos impulsa a mitigar esa pérdida como podamos. Pero no podemos borrarla. Así que debemos aprender lo que Dios nos enseñará a través de la pérdida temporal de estas ordenanzas encarnadas, tangibles, y necesariamente físicas, especialmente la Cena del Señor. La casa del banquete —juntos, en Cristo, en su cena— está cerrada por ahora. ¿Qué aprenderás de esta visita providencialmente mandada a la “casa de luto” (Ec. 7:2,4)?

El punto no es que la Cena del Señor virtualmente mediada y físicamente dispersa es menos que óptima: simplemente no sería la Cena del Señor

La Cena del Señor en sí misma está destinada no solo a satisfacer nuestros corazones con la bondad de Cristo, sino también a avivar el deseo de cuándo veremos su rostro: “Les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de Mi Padre” (Mt. 26:29).

Que la ausencia de esta comida te haga sentir aún más hambriento por esa comida futura.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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