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¿Por qué Salomón pidió sabiduría y por qué también deberías hacerlo?

Es importante saber quién eres; esto te da dirección y propósito en la vida. La Biblia ofrece muchas descripciones intencionales sobre el cristiano: el cristiano es un discípulo de Jesús, llamado a seguirle. El cristiano es un embajador de Jesús, llamado a darlo a conocer en el mundo. El cristiano es un hijo de David, llamado a edificar templos. ¿En serio? Sí, en serio. Permíteme explicarlo comenzando con Salomón.

Cuando el Señor le pidió a Salomón que le solicitara cualquier cosa que deseara, Salomón no pidió riquezas ni fama, sino sabiduría (1 R 3:9). A menudo, esto se entiende simplemente como una petición desinteresada y moralmente correcta. Aunque ciertamente no es menos que eso, hay algo más en la petición de Salomón cuando se entiende a la luz de las Escrituras anteriores y del papel del hijo de David.

El papel del hijo de David

Salomón era hijo de David. Esto es más que un simple dato genealógico, como si tú fueras hijo de Juan o de José. «Hijo de David» es un título, más parecido a los títulos reales, como el príncipe Guillermo de Inglaterra que ostenta el título de duque de Cornualles.

Estos títulos suelen ir acompañados de funciones o tareas específicas. Como se establece en el pacto del Señor con el rey David, el hijo de David debía edificar el templo para el Señor (2 S 7:13). Los bomberos apagan incendios, las enfermeras cuidan a los enfermos y los hijos de David edifican templos.

Salomón debía saber esto. Al subir al trono (1 R 1) y establecer su reino derrotando a quienes se le oponían (1 R 2), Salomón entendía que había llegado el momento de construir el templo. La edificación del templo es el acto principal en la vida de Salomón, y el autor de Reyes lo relata con detalle a lo largo de cuatro capítulos (1 R 5-8). Así que, antes de emprender esta obra que marcaría su vida, leemos que Salomón pidió sabiduría al Señor (1 R 3).

Cuando comprendes tu papel, necesitas estar preparado. Los bomberos necesitan mangueras, las enfermeras agujas y los hijos de David, llamados a edificar templos, necesitan sabiduría.

Sabiduría y edificación del templo en las Escrituras anteriores

En 1 Reyes 3:9 vemos que Salomón pidió sabiduría «para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal». No afirmo que Salomón haya solicitado sabiduría únicamente para construir el templo. Este versículo lo deja claro, y el caso posterior donde Salomón resuelve el conflicto entre dos prostitutas lo ilustra: recibió sabiduría para discernir entre el bien y el mal (vv. 16-28). Sin embargo, edificar el templo era una de las razones por las que necesitaba sabiduría. Aunque esto no se menciona de forma explícita en 1 Reyes, resuena a lo largo de las Escrituras anteriores.

En respuesta a la petición de Salomón, el Señor le dio «un corazón sabio y entendido» (v. 12). La palabra hebrea para «sabiduría» es hokmah, y aparece por primera vez en la Biblia en relación con la construcción del tabernáculo. Los principales artesanos, Bezalel y Aholiab, junto con los demás obreros, poseían esta sabiduría (Ex 28:3; 31:3, 6; 35:26, 31, 35; 36:1, 2). Desafortunadamente, hokmah en algunos de estos pasajes se traduce como «destreza» o «habilidad», según algunas traducciones. Por ejemplo, respecto a Aholiab, el Señor dice: «En el corazón de todos los que son hábiles he puesto habilidad (hokmah) a fin de que hagan todo lo que te he mandado» (Ex 31:6).

La Escritura enseña que quienes construían el tabernáculo, la morada de Dios, necesitaban la sabiduría (hokmah) que proviene de Dios.

Muchos estudiosos han argumentado convincentemente que la creación del mundo ocurrió de tal manera que reflejaba la construcción de un templo, un lugar para que Dios habitara con la humanidad. También han sostenido que el jardín del Edén fue la primera estructura similar a un templo. Al observar cómo la Biblia relata la creación del mundo, el primer «templo», vemos que también fue creada con sabiduría (hokmah). Por ejemplo, el Salmo 104, que narra la creación y el sostenimiento del universo por parte de Dios, declara: «¡Cuán numerosas son Tus obras, SEÑOR! / Con sabiduría (hokmah) las has hecho todas» (Sal 104:24; ver también Pr 3:19; 8:22–31; Sal 136:5).

Así, la Escritura registra que las estructuras anteriores semejantes a templos, tanto la tierra como el tabernáculo, fueron edificadas por la sabiduría de Dios. Salomón, quien como rey conocía bien la Biblia (Dt 17:18-19), habría sabido que así es como se han construido las moradas de Dios en el pasado. Por eso, a la luz de su papel como hijo de David, Salomón pidió sabiduría para edificar el templo de Dios.

El hijo de David y los hijos de David

Este patrón del hijo de David que edifica templos continúa en el Nuevo Testamento, aunque los detalles se desarrollan de manera diferente. Cristo, el que es mayor que Salomón (Mt 12:42), es el verdadero Hijo de David (Mt 9:27; Mr 12:37). Por eso no debería sorprendernos leer que Jesús creció en sabiduría (Lc 2:52) y que anunció que reconstruiría el «templo de Su cuerpo» (Jn 2:21).

Saber que somos hijos de David define nuestro propósito y papel como cristianos: ser edificadores del templo, quienes edifican el cuerpo de Cristo

Así lo hizo. Cristo edificó Su iglesia, es decir, Su cuerpo, como un templo santo para Dios (Mt 16:18; 1 Co 12:27; Ef 2:22). Todos los cristianos somos llamados «piedras vivas» (1 P 2:5) dentro de esta nueva estructura del templo. Así como la presencia de Dios llenó el tabernáculo y el templo de Salomón, también Cristo ha llenado Su templo con el Espíritu Santo (1 Co 3:16).

Nuestra identidad en Cristo significa que también somos hijos de David. Pablo aplica la promesa del Señor sobre Su relación paternal con el hijo de David a los cristianos (2 Co 6:18; ver Jr 33:22). Si somos hijos de David, también compartimos el papel del hijo de David, es decir, edificar el templo. ¿Cómo edifican templos los cristianos? Nuestra labor en el evangelio se edifica sobre el fundamento ya puesto (1 Co 3:9-17); mediante la evangelización, se agregan nuevas «piedras vivas» al templo y, por medio del discipulado, las piedras existentes se fortalecen.

Saber que somos hijos de David define nuestro propósito y papel como cristianos: ser edificadores del templo, quienes edifican el cuerpo de Cristo (Ro 15:2; Ef 4:16; 1 Ts 5:11). Al igual que Salomón, necesitamos pedirle a Dios que nos dé Su sabiduría, no solo para enfrentar decisiones personales difíciles, sino también para la obra del ministerio, para edificar el cuerpo de Cristo, para edificar el templo (Ef 4:12; Col 1:9; Stg 1:5).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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