Me gusta mucho meditar en que Dios es mi Padre y mi buen Pastor, aunque debo reconocer que hay momentos en los que mi corazón lo olvida. El cuidado de Dios se hace más evidente cuando atravesamos transiciones en nuestra vida. La Biblia habla mucho sobre las transiciones. Son esas etapas de la vida en las que enfrentamos cambios de actividad, lugar, rol o relación, y que tienen el potencial de acercarnos o alejarnos del buen Pastor.
Conocer el cuidado del Señor en las transiciones me anima cada día a imitar a Dios en mi relación con mis propios hijos. Los padres necesitamos aprender a pastorear los corazones de nuestros hijos de la misma manera en que Dios lo hace con nosotros, para que las transiciones que ellos enfrentan sean oportunidades para crecer y confiar, no para aislarse y marchitarse.
Un ancla segura en las transiciones
Si trazamos los orígenes del pueblo de Israel, veremos que Dios siempre ha sido intencional en guiar las transiciones de una manera que informa las mentes pero, aún más importante, que consuela los corazones. Por ejemplo, cuando Dios le habló a Abram con noticias de cambios, salidas y mudanzas, no prometió llenar sus vacíos con detalles y coordenadas geográficas. Más bien, le garantizó Su presencia constante y una nueva identidad basada en Su promesa inamovible (Gn 12:1-3).
Después de una serie de transiciones que puso a prueba el carácter de su alma, Abraham ahora es integrante de la gran nube de testigos que sirve como ejemplo y ánimo para que perseveremos con paciencia en cualquier transición que vivamos (Heb 12:1).
Los padres necesitamos aprender a pastorear los corazones de nuestros hijos de la misma manera en que Dios lo hace con nosotros
Las transiciones pueden llegar a ser desconcertantes y debe darnos un temor reverente saber que Dios mismo es quien las produce. Sin embargo, si Su mano ha sido capaz de generar los cambios en nuestras vidas, podemos estar seguros de que también será capaz de sostenernos en medio de ellos. Sea un trabajo nuevo, un cambio de casa o una nueva relación, toda transición será una oportunidad para profundizar nuestra confianza en Dios, aunque también pueden convertirse en una tentación a confiar en los ídolos que distraen nuestro corazón.
Las transiciones nos recuerdan que el cambio es un ingrediente importante en nuestras vidas. Somos como barcos que navegan por diferentes mares; cambia el color, olor, profundidad, turbidez y sonido del agua. Pero siempre podemos contar con el mismo ancla, el mismo Capitán y la misma voz que tiene el poder de apaciguar las aguas (Mt 8:26-27).
Sin embargo, aunque Jesús tiene el poder de apaciguar las tormentas que nos tocan enfrentar, a veces se tarda en hacerlo. Pareciera como si estuviera dormido. Pero Su quietud no significa indiferencia, sino que más bien nos expresa una gran verdad: lo que nuestros ojos ven y nuestros corazones perciben no es todo lo que hay; el Señor está en control.
Padres sinceros
Para poder enseñarles a nuestros hijos sobre el amor y cuidado de Dios en las transiciones, debemos modelar ante ellos una confianza que se sobreponga a cualquier cambio de plan o imprevisto.
Cuando nos toca hacer ajustes con relaciones nuevas, cambios en el ritmo de vida y rutinas nuevas, tenemos la tentación de aferrarnos a lo que nuestros sentidos logran percibir. Pero esa actitud sería equivalente a ver una tormenta y tratar de hallar paz en el modelo o las capacidades de nuestro barco, en vez de confiar en el Capitán.
Aunque no tengas control sobre lo que sucede, Aquel que te sostiene sí lo tiene y tus hijos aprenderán de ti a descansar en Dios
La paz en medio de las tormentas no llegará como resultado de lo que nuestra mentes lleguen a entender, sino de la persona de Cristo que nos acompaña a bordo. Cuando tus hijos ven tu confianza en Dios expresada en una búsqueda desesperada de Su presencia, verán que el ancla al cuál sigues abrazado no se mueve, ni el barco se hunde.
Ante cualquier transición que enfrentes en tu vida y tu familia, no necesitas tener toda la información, ni encontrarás consuelo en datos y direcciones. Más bien, necesitas ser transparente y sincero, aún cuando esa honestidad te obliga decir «no sé» o «no entiendo lo que sucede». La relación de confianza que tengas con Dios te ayudará a perseverar y caminar en las transiciones con paz y confianza. Aunque no tengas control sobre lo que sucede, Aquel que te sostiene sí lo tiene y tus hijos aprenderán de ti a descansar en Dios.
Tus hijos no necesitan padres disfrazados de perfección y certeza, con cabezas llenas de explicaciones pero corazones distantes. Cuando sientes la tentación de mitigar los efectos de la transición con consuelo puramente informativo, lleno de rubros y detalles, fija tus ojos en la persona de Cristo.
Él es el buen Pastor que lleva a Sus ovejas por sendas difíciles pero a los lugares que Él tiene preparado. Una transición en la vida es una oportunidad para acercar el corazón de tus hijos a Cristo, pero necesitamos cambiar nuestra perspectiva y perseverar en humildad para confiar en la voz del buen Pastor, aún cuando no entendamos el camino por donde nos lleva.