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«Es notorio el caso de que la vida externa de un ministro (como la vida de cualquier cristiano profesante) puede parecer de una manera y la realidad interna ser sustancialmente diferente» — Robert Yarbrough.[1]

Antes de entrar en el pastorado, tenía rasgos de carácter cristianos que los hermanos consideraban encomiables: era trabajador, deseoso de entrenar y celoso por la iglesia local. Me encantaba escuchar la Palabra y evangelizar. Sin embargo, me faltaba carácter.

En aquellos primeros días de preparación para el ministerio, necesitaba un mentor. Necesitaba que un hombre mayor me ayudara a tomar decisiones, a adquirir hábitos saludables en mis relaciones de pareja, a gestionar mi economía y mis disciplinas espirituales. A los veintiún años, asumía con orgullo que mis defectos se arreglarían solos con el tiempo.

En 1 Timoteo 4:16, Pablo asume que el carácter de Timoteo tendrá un impacto tangible en el fruto de su ministerio. El apóstol le dice: «Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan».

Nuestro carácter puede servir para el bien eterno o nuestra falta de carácter puede causar estragos

Nuestro carácter puede servir para el bien eterno o nuestra falta de carácter puede causar estragos. Por tu bien y por el de las almas de tus futuros discípulos, aquí tienes tres maneras sencillas de cuidar tu carácter.

Cree que Jesús te ama

A veces, las personas más orgullosas pueden ser pastores. El orgullo se caracteriza por la autopromoción y los alardes humildes. Pero a veces hay un orgullo sigiloso que se manifiesta como autodesprecio, que ignora la verdad del amor de Jesús en favor de nuestra necia introspección y autocomparación.

Nuestro orgullo e incredulidad nos hacen olvidar que Dios nos ama y se complace en nosotros en Cristo. Te animo a que empieces a decirte a ti mismo que Dios está a tu favor. Aférrate a esta verdad: «Pero Dios demuestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro 5:8).

El mundo, la carne y el diablo me recuerdan lo poco apreciable que soy. Es verdad. Pero este oscuro telón de fondo hace que el amor de Dios resplandezca en alta definición. Nos amó cuando éramos enemigos. Él te dio a Su Espíritu Santo, en amor, para ayudarte, incluso ahora. Hermano, medita en estas verdades todos los días.

Cultiva la adoración privada

Desde que era niño, siempre he tenido problemas de concentración, pero puedo dar testimonio de que Dios ha obrado cambios asombrosos en mi vida al estar en comunión con Él. Estas son algunas prácticas a considerar para tu propia edificación.

Enfócate

Tuve un compañero de cuarto en el seminario llamado Peter, quien me animó a pedirle a Dios gracia para enfocarme. Empecé a eliminar distracciones y cosas que no fueran buenas para mi alma. Por ejemplo, necesitaba menos música secular, redes sociales y noticias. Necesitaba más canciones de alabanza, las Escrituras y la oración. Necesitaba pasar más tiempo con Jesús. Cuanto más tiempo pastoreo, más necesito.

Lee

Hace años, un viejo amigo y pastor llamado Bob me animó a leer toda la Biblia con él en un año. No me he detenido. No hay nada como sumergirse repetidamente en el argumento de las Escrituras. Spurgeon dijo: «Una Biblia que se está cayendo a pedazos suele pertenecer a alguien que no lo está». Deléitate en la Palabra con un compañero de la iglesia.

Lleva un diario

Otro amigo, Dominic, me animó a llevar un diario de mis oraciones. Dudaba en intentarlo, pero ha sido uno de los ejercicios que más me han cambiado la vida y me han fortalecido espiritualmente para la vida y el ministerio. Me ha ayudado a enfocarme, a ser más reflexivo en mi comunión con Dios y a profundizar en mi amor por Él. Me ha obligado a sentarme, examinar mis pecados y recordar las promesas de Dios en el evangelio.

Canta

Llena tu vida de buena música cristiana. Alaba a Dios y regocíjate en Él. Aléjate de las canciones que son de la carne y entristecen al Espíritu. Cuando levantas tus manos en alabanza a Dios en privado, Él te da fuerzas renovadas para luchar contra el pecado.

Busca un discipulado profundo

Cuando estaba en la escuela, estaba más involucrado en los ministerios de mi iglesia que en discipular. No sabía cómo pedirle a alguien que me discipulara. Sin duda, quería más entrenamiento e interacción personal, pero en esa época «discipular» no era la palabra de moda que es hoy.

Necesitaba desesperadamente que alguien me enseñara a mortificar pecados persistentes como la autocomparación, la autocompasión, la lujuria, la amargura y el escapismo. Nunca es divertido desenterrarlos. Nos humillan y nos hacen retroceder. Sin embargo, Jesús no vino por los sanos, ¿verdad?

La madurez consiste en saber que necesitas crecer en santificación constantemente

La madurez consiste en saber que necesitas crecer en santificación constantemente. Dios utiliza pocas cosas como las relaciones en una iglesia local para hacernos crecer. Por desgracia, algunos hombres obtienen títulos de seminarios, pero tienen una relación muy débil con una iglesia local, si es que tienen alguna. Lo irónico es que esperan liderar una iglesia mientras que ellos mismos nunca se han sometido a una.

Mi consejo para quienes están en formación es que encuentren un pastor devoto y le involucren en su vida. Pídele que haga un diagnóstico de tus hábitos personales y de tu forma de pensar. Si eres soltero, habla con él sobre tu vida sentimental. Si estás casado, pídele que te pregunte sobre tu matrimonio y tu paternidad. También necesitas ánimo cuando eres fiel, y un buen pastor será alguien que anime a otros. Este tipo de relación hará crecer tu carácter y te enseñará a ser un mejor pastor algún día.

Que el Señor te bendiga ricamente en tu tiempo de formación.[2]


Publicado originalmente en 9Marks. Traducido por Eduardo Fergusson.

[1] Robert W. Yarbrough, The Letters to Timothy and Titus, ed. D. A. Carson, Pillar New Testament Commentary (Grand Rapids, MI; London: William B. Eerdmans Publishing Company; Apollos, 2018), 254.
[2] Recursos recomendados: El llamamiento peligroso de Paul David Tripp, Character Matters [El carácter importa] de Aaron Menikoff, Los pilares del carácter cristiano de John MacArthur y The Path to Being a Pastor [El camino para ser un pastor] de Bobby Jamieson.
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