Mi esposo Darrin y yo somos un caso clásico de que los contrarios se atraen. Estamos alineados en nuestros valores de fe y valores esenciales y en nuestro compromiso y amor por los demás y nuestros hijos. Tenemos algunos intereses comunes, y nuestra vida juntos incluye mucha diversión y risas.
Sin embargo, estamos cableados de manera muy diferente. Las formas en que nos acercamos a la vida a menudo se encuentran en los extremos opuestos del espectro. Gran parte del tiempo estamos profundamente agradecidos por el diseño de Dios en nuestra unión. Nuestros respectivos puntos fuertes y débiles crean un equilibrio útil y hermoso. No tenemos que ir muy lejos para encontrar una opinión o perspectiva que probablemente será muy diferente a la nuestra. Tenemos menos probabilidades de excusar pecados y debilidades el uno del otro. La otra cara de la moneda, sin embargo, es que también tenemos que trabajar muy duro para entender, aceptar y apreciar nuestras diferencias. Francamente, aprender a hacer esto ha sido mucho más difícil de lo que esperábamos.
Cuando estábamos comprometidos, recibíamos mucho ánimo en general a lo largo de las líneas de “el matrimonio es muy duro”. Apreciamos la mayoría de las buenas intenciones detrás de esta advertencia y estábamos agradecidos por el consejo. Vivir en alianza con otro ser humano pecador e imperfecto es problemático y, aunque lleno de muchos momentos hermosos, no es un constante cuento de hadas. Ya sea que tú y tu cónyuge sean opuestos como nosotros, o te encuentres casada con alguien muy similar a ti, ninguna persona casada vive en una unión libre de dificultades. Fue útil el tener en cuenta esta verdad antes de que realmente lo experimentara, y saber que la lucha era normal.
Abraza sus diferencias
Saber que el matrimonio puede ser difícil y saber cómo amar de manera práctica y específica en el meollo de la cuestión del día a día son dos cosas diferentes. En nuestro caso, esto ha significado a menudo luchar por comprender la perspectiva y las acciones del uno hacia el otro en situaciones donde nuestras diferencias hacen que la unidad sea un desafío. Siempre hemos tomado nuestro pacto matrimonial en serio y sabemos que estamos comprometidos con los demás y con Dios de por vida. No estamos buscando una salida. También queremos más que una relación de “socios de negocios”, o caer en la tentación de dejar que la amargura y la ira crezcan y abran una brecha entre nosotros.
Realmente deseamos un matrimonio donde honremos y disfrutemos las diferencias del uno y del otro como un regalo de Dios. Con los años, sin lugar a dudas hemos encontrado que el duro trabajo que nos ha ayudado a apreciar y gozarnos el uno del otro es usualmente más práctico y específico. Estamos aprendiendo a acercarnos a nuestros momentos de tensión e irritación el uno con el otro como una oportunidad para construir un matrimonio fuerte dirigido por Dios. A la luz de ese objetivo, hay un par de pasos de arrepentimiento y acción que tratamos de practicar con regularidad.
Confesar la lucha a Dios. Parece que este sencillo primer paso es el que más tratamos de evitar. Es más fácil quejarse de o acerca de nuestro cónyuge que admitir nuestro descontento a Dios. Intentamos arreglar nuestra conducta externa hacia nuestro esposo sin abordar realmente los problemas más profundos del corazón. Es incómodo y humillante decir: “Por momentos, realmente no me gusta mi esposo”, o “Mi matrimonio no se siente como un regalo en este momento”. Quiero amar bien a mi marido, pero pretender que estoy más adelante en esto que lo que verdaderamente estoy no producirá transformación en mí. Y ciertamente no puedo responder a mi esposo con humildad si no estoy dispuesta a humillarme delante de Dios y admitir que necesito ayuda. Nuestro Dios clemente y misericordioso sabe lo necesitamos y lo indefensa que somos. Podemos confesar nuestros pecados y luchar y alcanzar misericordia y gracia para ayudarnos en nuestro tiempo de necesidad.
Distinguir entre las diferencias de personalidad, preferencias y pecado. En términos de personalidad, tiendo a ser más lenta para reaccionar, más metódica y cautelosa. Me gusta pensar a fondo de las cosas antes de tomar una decisión. A veces, es sabio y sirve bien a nuestra familia. En conjunto con mis dones espirituales, mi deseo y voluntad de “ver cómo se desarrollan las cosas” puede ser beneficioso. Otras veces, sin embargo, cuando mi principal motivación es el miedo, mi precaución y falta de acción puede ser pecaminosa y destructiva para mí y los que me rodean.
Parte del llamado de Darrin como mi esposo es ayudarme a discernir lo que está pasando en mi corazón. En ocasiones él sin duda ha preferido que yo esté deseando “saltar”, tal como él es, y que yo actúe un poco más rápido de manera natural. Sería fácil para él exigir que yo fuera más como él y dejar de honrar la manera en que Dios me ha cableado. Por otro lado, también sería fácil para él no confrontar mi tendencia pecaminosa de actuar con cautela por miedo. Para amarme bien, entonces, tiene que estar en oración y discernimiento, hacer buenas preguntas y enfrentar mi pecado cuando sea necesario. Él no siempre estará totalmente en lo correcto, pero él está comprometido con mi crecimiento espiritual y con el proceso de honrar la manera en la que Dios me ha hecho.
La realidad de que nuestros esposos no siempre responden de la manera en que lo haríamos, o prefieren aquello que nosotras no elegiríamos, no significa necesariamente que están equivocados o en pecado. Dicho esto, las diferencias en la personalidad y preferencias no excusan el comportamiento pecaminoso. Así que si queremos crecer en nuestro amor y aprecio por nuestro cónyuge, debemos estar comprometidos en reconocer y ayudarnos unos a otros en estas distinciones.
Persigue el disfrutar a tu esposo
En nuestro día de boda, cuando nos íbamos de luna de miel, mi padre se despidió y le dijo: “¡Disfruten el uno del otro!”. Esa sencilla declaración alentadora ha permanecido conmigo a través de los años. Aunque yo no siempre podré apreciar de manera natural todas las formas en las que Darrin es diferente a mí, puedo comprometerme a mí misma al proceso diario de elegir ser agradecida y apreciativa por él y para él.
Soy bendecida de tener un esposo que es maravilloso en muchos sentidos que puedo elegir para recordar y disfrutar cada día. Puedo pedirle a Dios que abra mis ojos a las cosas buenas que no veo fácilmente. Puedo permitir que Dios profundice mi amor por mi esposo mientras oro por él. Y puedo optar por disfrutar de la persona que Dios ha hecho de Darrin, creer en la verdad de que mi esposo, siendo imperfecto, es un regalo que Dios me ha dado para mantenerme en descubrimiento, momento a momento, año tras año. Esa realidad es más grande y más poderosa que cualquier obstáculo que nuestras “diferencias” pueden poner entre nosotros.