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«Los corazones de los santos han sido confortados por ti» (Flm v. 7). Lamentablemente, no todos los cristianos pueden recibir este elogio. Pero sí que puede y debe decirse de Tim Keller. Es lo que quiero decir aquí, con gratitud personal.

Tim Keller fue la voz pública más prominente por Cristo en mi generación en la que más confié. Cuando hablaba o escribía, nunca tenía que prepararme para sentir vergüenza. Su voz resonaba con verdad una y otra vez, porque era fiel a Cristo.

Conocí el ministerio de Tim en los años ochenta. Cuando aún formaba parte de la facultad del Seminario Teológico de Westminster, enseñó en nuestros eventos de formación de verano para plantadores de iglesias de la PCA (Iglesia Presbiteriana en América). Luego, su liderazgo cuando se estaba formando y definiendo The Gospel Coalition (Coalición por el Evangelio) hizo de TGC un punto de encuentro positivo para una amplia gama de cristianos conscientes. Entonces empezaron a aparecer sus libros, que profundizaban en las implicaciones del evangelio, justo donde necesitábamos más claridad. Además, su predicación como pastor de la Iglesia Presbiteriana Redeemer en Nueva York estableció un nuevo estándar de fidelidad persuasiva.

Al mirar hacia atrás en estos muchos años, tres aspectos del ministerio de Tim sobresalen en mi mente.

1. La plenitud del evangelio

Por «plenitud del evangelio» me refiero a una sensibilidad de principio hacia el evangelio bíblico como el centro integrador de todo lo que es verdaderamente cristiano. Me refiero a una reverencia por el evangelio como un reposicionamiento total de cada uno de nosotros ante Dios, y ante todas las personas con las que nos encontramos cada día en todos los niveles del compromiso humano. La plenitud del evangelio es la forma en que servimos a Cristo de manera más consistente con lo que Él es en realidad, para que sea más visible al mundo que nos observa. La plenitud del evangelio también renueva nuestras iglesias, ya que dejamos de restar importancia al evangelio y empezamos a permitir que el evangelio ejerza su poder en cambios prácticos.

En Iglesia centrada, bajo el título «El evangelio lo cambia todo», Tim explica:

El evangelio no es solo el ABC, sino la A a la Z de la vida cristiana. Es inexacto pensar que el evangelio es lo que salva a los que no son cristianos, y que los cristianos maduran al tratar duramente de vivir de acuerdo con los principios bíblicos. Es más preciso decir que somos salvos por creer en el evangelio y luego somos transformados en cada esfera de nuestras mentes, corazones y vidas al creer en el evangelio más y más profundamente a medida que la vida transcurre.

Así es como Tim cambió mi ministerio hace unos veinte años. Muchas voces significativas me han ayudado a lo largo del camino: mi padre, J. I. Packer, John Stott, Francis Schaeffer y otros. Pero cuando empecé a escuchar a Tim predicar el evangelio como una perspectiva total, mi pensamiento fragmentario cedió gustosamente a su visión más grandiosa. Temas familiares como la cruz, la gracia, la sustitución, la imputación, la justificación por la fe sola… estas verdades y otras convergieron finalmente en un punto focal: la suficiencia total de Cristo para mí, para todos, en todas nuestras necesidades. Sí, Tim era un hombre culto y elocuente. Pero, sobre todo, me mostró a un Cristo más grande y mejor de lo que yo había estado describiendo. Eso me cautivó.

Recuerdo cuándo ocurrió. Fue en un viaje por carretera en julio del año 2000. Yo era pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana en Augusta, Georgia. Mi plan en ese momento era comenzar a predicar a través de Romanos cuando todo el mundo estaba de vuelta en la ciudad después del verano. Antes de que Jani y yo tomáramos nuestras propias vacaciones, alguien en la iglesia me dio una caja de zapatos llena de cassettes con las predicaciones de Tim en Redeemer. Así que puedes imaginarnos conduciendo de Georgia a Iowa y de regreso, escuchando a Tim hora tras hora y discutiendo los sermones juntos.

Lo que me impresionó fue la relevancia arrolladora de su énfasis central y repetido: el evangelio mismo. Yo había hecho todo lo posible con lo que sabía. Pero aquí estaba un hombre declarando a Cristo de una manera que yo necesitaba y para la que estaba preparado. Comenzó mi renacimiento del evangelio. El viaje a través de Romanos en Augusta se convirtió también en un punto clave para nuestra iglesia.

Me pregunto cuántos otros ministros de esta generación podrían contar historias similares.

2. Avivamiento genuino

Al principio, este énfasis en el ministerio de Tim me sorprendió. Uno no suele asociar el pensamiento teológico cuidadoso con la apertura al avivamiento y el despertar. Pero Tim no era típico. Era consistente. Ya que el evangelio va más allá de la conversión de individuos, sino que también se trata de la renovación del mundo con derramamientos de refrigerio de lo alto (p. ej., Hch 3:20), el avivamiento auténtico merece ser un interés esencial. Tim lo sabía.

Uno de sus profesores de seminario, Richard Lovelace, fue una influencia para Tim hacia la sensibilidad por la renovación espiritual. Tim respetaba el libro clásico de Lovelace Dynamics of Spiritual Life [Dinámicas de la vida espiritual], un manual para pastores que quieren ayudar a sus iglesias a estar preparadas para el avivamiento. Tim explicó:

Tomé varios cursos con Richard Lovelace en el Seminario Gordon-Conwell, incluyendo el primer curso «Dinámicas de la vida espiritual» en el otoño de 1972, que eventualmente se convirtió en el libro de Lovelace. Junto con ese curso también tomé un curso que hizo sobre despertares evangélicos, una historia de los avivamientos. Decir que estos cursos fueron fundamentales para mi forma de pensar y de hacer ministerio es quedarse muy corto. Cualquiera que conozca mi ministerio y lea este libro dirá: «¡Así que de ahí sacó Keller todas esas cosas!».

Tim demostró que la línea de razonamiento que va desde el poder vivificador del evangelio hasta sus plenas capacidades para toda la existencia humana, esa forma consistente de pensar, conduce a la reverencia por el avivamiento. Para mí, personalmente, no hay nada más sagrado.

3. Sabiduría misional

Tim era famoso por su testimonio público imparcial y respetuoso en nuestra época de rencor. Sabía «andar sabiamente para con los de fuera» (Col 4:5). Pensaba profundamente en el evangelismo y el discipulado. Por la gracia de Dios, lo hacía muy bien. Me pregunto si su misma sensatez era la razón por la que a algunas personas no les gustaba Tim.

Recuerdo haber oído su brillante discurso aquí en Nashville hace años, que acabó convirtiéndose en su artículo sobre «post-everythings» (post-todo). Argumentó que no tenemos que sumergir nuestras convicciones teológicas audaces para atraer a las personas no tradicionales de hoy. Lo que podemos hacer es sacar más provecho de nuestras creencias, con una conciencia gentil de las riquezas que allí se ofrecen para llamar a las personas «post-todo» a Cristo. En su charla de ese día, Tim enumeró algunas de sus preocupaciones y cómo nuestra propia teología reformada habla con sorprendente relevancia.

Por ejemplo, la orientación experiencial de las personas de hoy encuentra un amigo en Jonathan Edwards, que presenta el evangelio no solo como verdadero, sino también como real: la experiencia misma de Dios. Además, la aversión a un moralismo petulante en nuestro mundo resuena con Martín Lutero, que desconecta la justicia propia del evangelio de forma clara e incluso desafiante. Es más, el anhelo intenso de justicia social de nuestra generación es abordado por Herman Ridderbos y otros pensadores reformados que hacen hincapié en el reino de Dios. El amor por el arte de nuestro tiempo tiene un defensor en Abraham Kuyper, que defiende el cristianismo como una cosmovisión total, de modo que cualquiera pueda seguir el llamado de Cristo a través de toda la vida y la cultura.

El argumento de Tim era indiscutible. ¿Por qué amortiguar nuestra teología en un esfuerzo por ganar audiencia, cuando nuestra propia teología ofrece ideas convincentes sobre las cuestiones más candentes de la actualidad, si somos humildes y sabios al respecto? Hay sabiduría misionera esperándonos en nuestra teología. Tim me lo enseñó. No soy tan persuasivo como Tim. Pero soy mejor de lo que habría sido sin él.

Tim Keller es el primero de los gigantes cristianos de mi generación que hemos perdido. Esto da para pensar. ¿Cuánto tiempo nos queda a ti y a mí para servir a la causa de Cristo? Por largo o corto que sea para mí, sé esto: la declaración que haga mi vida será más fiel a Cristo porque Él me dio el privilegio de ser influenciado por Tim Keller.

Tim, doy gracias a Dios por ti.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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