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El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad» (882).

Para reforzar aún más su poder y autoridad, el catecismo sostiene: «El papa goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para cuidar las almas» (937). El catecismo presenta el papado como una institución establecida por Dios, que preside la vida de la iglesia y ejerce su gobierno sobre el rebaño de Dios.

¿De dónde provienen estas afirmaciones tan trascendentales? Los católicos romanos rastrean el origen del papa hasta el apóstol Pedro. Sin embargo, la historia cuenta una realidad diferente.

¿Sobre qué roca?

Roma no se construyó en un día, y el papado católico romano tampoco. El establecimiento de este cargo milenario, que combina pretensiones espirituales y políticas, fue fruto de un largo proceso.

El papa sostiene que ocupa un puesto que, según afirma, fue otorgado originalmente por Jesús al apóstol Pedro y que se ha transmitido de manera directa e ininterrumpida a través de una sucesión de apóstoles. Es decir, el papa afirma poseer autoridad apostólica y continuar la misión que supuestamente Jesús confió a Pedro en Mateo 16:18: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia».

La Iglesia católica romana ve en este pasaje una etapa embrionaria del papado. Considera que Jesús confirió a Pedro (y, por implicación, a todos sus sucesores formales) un papel fundamental en la edificación de Su iglesia. Las tradiciones y prácticas posteriores continuaron desarrollando la función del obispo de Roma hasta que finalmente surgió el papado.

Jesús es el fundador y edificador de la iglesia, mientras que Pedro es testigo y portavoz de esta verdad divina que Dios estaba revelando a él y a los demás discípulos

Sin embargo, al examinar el texto más de cerca, pronto notamos que no existe una conexión orgánica entre lo que Jesús dice sobre Pedro en Mateo 16:18 y la función del papado. El papa reivindica una sucesión en el ministerio de Pedro, pero Jesús no hace referencia alguna a tal sucesión. Tampoco vemos en el texto cómo esa sucesión llegó a atribuirse a la ciudad de Roma, ni a la forma imperial que adoptó el papado.

Una mejor interpretación de Mateo 16:18 es que la iglesia, la comunidad de discípulos de Jesús, será edificada sobre la confesión de Pedro: que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y no sobre Pedro mismo. Jesús resalta el hecho de que «Su» iglesia será edificada de esa manera. No es la iglesia de Pedro, sino la iglesia de Jesús, fundada por Jesús como el Mesías. Jesús es el fundador y edificador de la iglesia, mientras que Pedro es testigo y portavoz de esta verdad divina que Dios estaba revelando a él y a los demás discípulos.

Además, Jesús no da ninguna indicación de que Pedro tendría sucesores que ocuparían su lugar. Este texto solo puede considerarse base bíblica para el papado si la doctrina del papado ya ha sido establecida previamente, aparte de la Escritura, y luego se ha forzado retrospectivamente en ella.

Hijo del imperio

Si el papado no es el oficio de los sucesores apostólicos de Pedro, ¿de dónde proviene? Un repaso a la historia muestra que es mucho más el producto del Imperio romano que del ministerio de Pedro. El modelo imperial romano fue el patrón influyente que dio forma a la institución papal desde el siglo IV en adelante. El papado es hijo de categorías imperiales más que de categorías bíblicas. El papado jamás habría surgido si no hubiera existido un imperio que conformara el entorno político y cultural de la vida de la iglesia primitiva.

El lento proceso que condujo a la formación del papado dependió de la importancia de Roma como capital del imperio y del poder que ejercía en el mundo antiguo. La ideología de la Roma aeterna (Roma eterna) se fue infiltrando en la iglesia e influyó en la manera en que los cristianos percibían el papel de la iglesia de Roma en relación con el de la ciudad en los asuntos del imperio.

A medida que el Imperio romano fue abandonando gradualmente Occidente, lo que quedó en Roma fue la estructura «imperial» de la iglesia, con el papa como su cabeza. Así, entre los siglos IV y V, los papas comenzaron a aplicarse a sí mismos el título de pontifex, nombre que correspondía al sumo sacerdote principal en la antigua Roma.

Varios siglos después, al enfrentarse a la Reforma protestante —que llamaba a la iglesia a dejar de centrarse en sí misma y redescubrir el evangelio de la gracia de Dios—, Roma fortaleció un sistema sacramental que hacía de la iglesia la mediadora de la gracia divina. Luego, ante la modernidad —que impulsaba una revisión de las prerrogativas de la iglesia sobre la conciencia de las personas y la sociedad—, Roma elevó el papado a un papel aún más destacado mediante el dogma de la infalibilidad papal, una medida sin ningún respaldo bíblico en absoluto.

Roma vs. los reformadores

El papado es hijo de la iglesia institucional romana, no de la Escritura. Por eso los reformadores protestantes se opusieron a él. Al escribir contra el teólogo católico Johannes Eck en 1519, Martín Lutero desarrolló su postura crítica hacia el papado, presentando una serie completa de argumentos.

Según el reformador alemán, la autoridad de los papas y los concilios debe estar subordinada a la de la Biblia. El papado no fue instituido por Cristo, sino que fue establecido por la iglesia a lo largo de su historia. Por tanto, no proviene de la «ley divina», sino que es una institución humana.

Lutero también argumentó que la «roca» de Mateo 16:18 no es una referencia a Pedro, sino a su confesión de Jesús en nombre de toda la iglesia, o al propio Cristo. Solo Cristo es el fundamento sólido de la iglesia («pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo»; 1 Co 3:11). Los papas romanos no tienen nada de «petrino», ni hay nada «papal» en Pedro. El papado no está ordenado ni previsto en la Escritura. Por lo tanto, la obediencia a la Palabra de Dios debe tener prioridad sobre la obediencia a cualquier ser humano. Lutero enfatizó que, si el papa desobedece la Escritura, el cristiano fiel debe seguir a la Escritura sin dudarlo. Los cristianos no están obligados a obedecer a un papa infiel.

En 1544, al escribir sobre la unidad de la iglesia, Juan Calvino también refutó los argumentos católicos a favor del papado, señalando que, aunque la Escritura habla repetidamente de Cristo como la cabeza de la iglesia, nunca lo hace así respecto al papa. La unidad de la iglesia se basa en un solo Dios, una sola fe y un solo bautismo (Ef 4:4-5), sin ninguna mención de la necesidad del papa para que la iglesia sea verdaderamente iglesia. Además, argumenta Calvino, al enumerar los ministerios y oficios de la iglesia, Pablo guarda silencio acerca de un papado presente o futuro. Pedro fue colaborador de Pablo, no un líder similar a un papa. El obispo universal de la iglesia es Cristo solo.

Así como la iglesia no necesita a un papa humano para estar unida, tampoco el mundo necesita un líder religioso global aparte de Cristo para vivir en paz

A este argumento bíblico sobre la supremacía de Cristo como cabeza, Calvino añade una referencia histórica a algunos escritos patrísticos que respaldan la misma perspectiva del Nuevo Testamento. Incluso Cipriano de Cartago, un padre de la iglesia que muchos consideran cercano a una forma temprana de papado, llama al obispo de Roma «hermano, compañero cristiano y colega en el episcopado», mostrando así que no tenía en mente la clase de primacía que posteriormente se atribuyó al papa.

Para mantener la unidad de la iglesia, solo necesitamos a Cristo como Señor. Esto era cierto en el siglo XVI y sigue siéndolo hoy.

¿Un líder para todos?

En el mundo de hoy, este es solo un lado del asunto. En los círculos ecuménicos, muchos tienden a pensar que, en un mundo globalizado, sería realmente útil para el cristianismo contar con un portavoz cristiano global. En ambientes interreligiosos, algunos líderes religiosos (por ejemplo, del mundo musulmán) llegan incluso a decir que el papa representa a toda la humanidad cuando defiende a los pobres del mundo o cuando hace llamados a la paz.

El mundo, tanto religioso como secular, parece anhelar una figura global que ninguna institución política ni organización internacional puede ofrecer en la actualidad. Por eso, los protestantes se enfrentan a la pregunta: ¿necesita el mundo un líder para vivir en paz? Es una pregunta que sigue planteándose a los cristianos que creen en la Biblia, especialmente en tiempos en los que el papa atrae tanta atención y es visto como uno de los pocos (si no el único) que puede hablar en nombre de todos.

Sin embargo, la realidad es que el papa sigue atribuyéndose funciones religiosas y políticas que no tienen fundamento bíblico. Así como la iglesia no necesita a un papa humano para estar unida, tampoco el mundo necesita un líder religioso global aparte de Cristo para vivir en paz. Jesús dijo: «La paz les dejo, Mi paz les doy» (Jn 14:27). La iglesia y el mundo necesitan a Jesucristo, y solo a Él.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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