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A. W. Tozer dijo una vez memorablemente: “Lo que viene a nuestra mente cuando pensamos en Dios es lo más importante sobre nosotros”. Aunque estoy de acuerdo con lo que respondió C. S. Lewis a esta línea de pensamiento —“Lo que Dios piensa de nosotros es […] infinitamente más importante que lo que pensamos de Él”—, el punto de Tozer sigue siendo crucial: “Tendemos por una ley secreta del alma a avanzar hacia nuestra imagen mental de Dios” (El conocimiento de lo santo, p. 1). Lo que pensamos acerca de Dios determina cómo vivimos.

Ahora, ¿qué te viene a la mente cuando piensas en Satanás y sus demonios? Ciertamente, no es lo más importante sobre ti. Y lo que Dios piensa sobre Satanás y los demonios es infinitamente más importante de lo que nosotros pensamos de ellos. Pero lo que pensamos sobre el reino demoníaco ciertamente es importante.

¿Qué pensamos de lo que Dios tiene que decir sobre la existencia y la actividad de los demonios en las Escrituras? ¿Cuán en serio tomamos lo que dice, no solo en credo sino también en hecho? ¿Cuánto influye funcionalmente tener una conciencia de la guerra espiritual en nuestra vida diaria? ¿Cómo afecta cómo oramos? ¿Cómo informa las formas en que vemos nuestras áreas de tentación crónica, miedos, dinámicas familiares, conflictos en la iglesia, enfermedades físicas y mentales, falta de fruto evangelístico, eventos geopolíticos? ¿Qué tipo de acción espiritual estratégica tomamos en respuesta a estas cosas?

Estas son preguntas importantes. Porque la forma en que pensamos sobre las fuerzas satánicas también determina de manera significativa cómo vivimos.

¿Ignoramos sus designios?

Los autores del Nuevo Testamento escribieron con una profunda conciencia de la guerra cósmica en la que estaban involucrados. Así escribió Pablo: “Que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus planes” (2 Co. 2:11).

“El diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41) tuvieron un rol destacado en la vida, la enseñanza, y los milagros de Jesús. Desde su tentación en el desierto al comienzo de su ministerio (Mt. 4:1-11) hasta los eventos que rodearon su crucifixión (Jn. 13:27), Satanás y sus fuerzas fueron una realidad siempre presente. Jesús enseñó que los demonios esclavizan activamente a las personas (Lc. 13:16), buscan activamente ganar influencia sobre los líderes e instituciones religiosas (Jn. 8:44), y se oponen activamente y buscan socavar y corromper la obra del evangelio (Lc. 8:12). También enseñó que Satanás considera su influencia masiva en el mundo como su “reino” (Lc. 11:17-18). Cuando los discípulos más cercanos de Jesús describieron Su ministerio milagroso, dijeron: “Hizo el bien y sanó a todos los oprimidos por el diablo” (Hch. 10:38).

La pregunta que debemos hacernos es esta: ¿ignoramos los designios de Satanás?

Cuando Jesús comisionó a sus primeros líderes apostólicos, los envió a un mundo de incrédulos: “Para que les abras sus ojos a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del dominio de Satanás a Dios” (Hch. 26:18). Entendieron que ellos, y todos los cristianos, están involucrados en una guerra en la que “nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).

Y repetidamente advirtieron a los cristianos: “Sean de espíritu sobrio, estén alerta”, porque “su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar” (1 Pe. 5:8). No querían que ignoráramos los designios de Satanás.

La pregunta que debemos hacernos, especialmente los cristianos en Occidente, es esta: ¿ignoramos los designios de Satanás?

Un ejemplo de prueba

Aquí hay un ejemplo que te pondrá a prueba. ¿Cómo respondiste emocionalmente a lo que dije anteriormente sobre que las “enfermedades físicas y mentales” son posiblemente causadas o exacerbadas por seres demoníacos? ¿Te provocó algún nivel de vergüenza cultural porque la idea suena muy poco científica, incluso supersticiosa? ¿O provocó un poco de ira defensiva porque, especialmente cuando se trata de una enfermedad mental, quieres declarar enfáticamente que nadie debería asumir que la aflicción es demoníaca?

Ahora, antes de cualquier explicación, tomemos un momento para evaluar nuestras reacciones emocionales. Si sentimos algo de vergüenza, ¿por qué? Si sentimos algo de ira defensiva, ¿por qué? ¿Qué alimenta nuestras respuestas? ¿Cuánto se alimentan de una comprensión bíblica precisa de la participación demoníaca y cuánto se alimentan de nuestras experiencias personales o lo que nuestra cultura naturalista asume?

Es importante que consideremos nuestras respuestas, que no las aceptemos con demasiada facilidad. Podrían exponer un desequilibrio no bíblico o un punto ciego. Cada era tiene sus puntos ciegos espirituales, y las fuerzas demoníacas, por supuesto, se aprovecharán de ello. El primer siglo tuvo sus puntos ciegos, y nosotros tenemos los nuestros. Somos ingenuos al pensar que no nos afectan significativamente. Es por eso que el Espíritu Santo inspiró a los escritores del Nuevo Testamento a instruir a los cristianos de todas las épocas a ser sobrios y de espíritu vigilante, y no ignorar los esquemas satánicos.

No, ciertamente no todas las enfermedades físicas y mentales son causadas o exacerbadas por seres demoníacos. La Biblia no enseña esto, ni la gran mayoría de los cristianos a lo largo de la historia creyeron esto. Es por eso que en nuestro ministerio, Desiring God (Deseando a Dios), junto con muchos recursos sobre la guerra espiritual, también tenemos muchos recursos sobre enfermedades mentales y discapacidades.

El costo del sobrenaturalismo

Pero los evangélicos occidentales —especialmente los norteamericanos— en general no estamos en peligro de una aplicación excesiva de demonización. Estamos mucho más en peligro de una aplicación insuficiente, de un naturalismo funcional y no bíblico. Esto se debe en parte a los puntos ciegos en nuestra cultura. Pero cada vez más también se debe al resultado del creciente costo cultural que viene por creer en el sobrenaturalismo.

Vivimos en culturas posteriores a la Ilustración que consideran que la cosmovisión bíblica y sobrenatural es una tonta resaca religiosa de la Edad Media. La idea misma de un mundo embrujado por demonios es ridiculizada. Pero no solo se considera tonto; rápidamente se considera abusivo insinuar que una persona puede ser afectada por un demonio. Desde una perspectiva naturalista, afirmar eso solo avergüenza al que sufre, y todo porque nosotros no estamos dispuestos a abandonar una cosmovisión arcaica cuyo tiempo ya pasó.

Esto tiene un golpe emocional, y a menudo aterriza en nuestro plexo solar espiritual. De repente, el problema es binario: o existen demonios y negarlo (explícita o funcionalmente) es cruel, o los demonios no existen y creer en ellos es cruel. Ninguno de nosotros quiere ser cruel; queremos ayudar, no dañar, a los afligidos. Pero un lado de ese escenario binario es cruel. Incluso podríamos llamarlo precisamente demoníaco.

Mantenerse firmes

Cuanto más alineados estemos con la visión bíblica de la realidad, más fielmente seguiremos a Jesús y más daño haremos en el dominio de la oscuridad.

Para los cristianos occidentales, esto significa que si queremos involucrarnos seriamente en la gran comisión de “hacer discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:19) y ver a muchas personas “pasar de la oscuridad a la luz y del poder de Satanás a Dios” (Hch. 26:18), debemos estar dispuestos a soportar la vergüenza cultural (o tal vez cosas peores) que vendrá de tomar en serio a los demonios. Debemos estar más dispuestos a ser considerados tontos que dejar cruelmente a las personas víctimas y esclavas del mal.

La forma en que pensamos acerca de las fuerzas satánicas y la seriedad con la que nos tomamos las instrucciones de Dios sobre ellas determina cómo vivimos. Cuanto más alineados estemos con la visión bíblica de la realidad, más fielmente seguiremos a Jesús, más espiritualmente serviremos a las personas, y más daño haremos en el dominio de la oscuridad. Pero también soportaremos el reproche que Jesús soportó (Heb. 13:13).

La Biblia es un libro robustamente sobrenatural. La guerra espiritual entre Dios y sus ángeles y el diablo y sus ángeles, y los seres humanos en ambos lados del conflicto, llena sus páginas de principio a fin. Y así es como nos indica que vivamos:

“Por lo demás, fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza. Revístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomen toda la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes”, Efesios 6:10-13.

Tomemos esto en serio. No dejemos a las personas cautivas a esquemas demoníacos. Y mantengámonos firmes en el asalto.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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