Una de las formas en las que manifestamos la imagen y semejanza de Dios es cuando conectamos con otros. Déjame darte una ilustración. Los edificios están sostenidos por columnas, y a veces las columnas están tapadas con blocks y pañetes con el fin de fortalecer los cimientos o fundamentos. Entonces, si los fundamentos son destruidos, ¿cómo se sostiene la estructura? Presta atención, si el fundamento de tu familia o de tu casa se destruye, se caerá y destruirá por completo. Las consecuencias serán devastadoras para tu hogar y toda la familia.
Tú eres una maestra del bien, eres parte de las bases de la familia, la sociedad y la iglesia. El salmista dijo que las mujeres somos como columnas (Sal 144:12). Las columnas soportan, sostienen, llevan la carga y traspasa al cimiento, conectando las vigas. Asimismo somos las mujeres, en todo el ámbito de nuestras vidas, conectamos.
La mujer como agente de unidad
¿Cómo luce eso en la práctica? Cuando tu esposo está enojado, buscas apaciguar la situación y promover la paz. La mujer conectora fomenta la armonía, el perdón y la reconciliación. Las esposas hacen conexiones con sus esposos al mantenerlos informados sobre lo que está sucediendo en el hogar. Somos intermediarias en la resolución de conflictos con otros miembros de la familia. Siempre debemos estar atando y uniendo.
La mujer conectora no fomenta divisiones, ni la contienda o la desunión. Así como Dios es un Dios conector, que quiere relacionarse, estar en armonía y comunión con nosotras, de la misma manera debemos ser nosotras en la casa. No olvidemos que Dios ha plasmado estas características que forman parte de su propio carácter en nosotras. Por eso somos responsables de reflejarlas.
La mujer conectora se mantiene orando y mediando. Debemos gustosamente participar en el campo de batalla y luchar por el nombre de Dios, y por el bienestar de nuestra familia. Si no lo hacemos, Él lo hará por sí mismo y nos perderemos la bendición de ser útiles al Señor. Él no nos necesita para poner su nombre en alto. Los que recibirán las consecuencias por nuestra falta seremos nosotras y nuestra próxima generación.
Cristo como agente de unidad
Cristo era un conector, “¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mt 23:37). Ese clamor expresa el corazón de Jesús buscando conectar con su pueblo. Ese es el mismo corazón que debemos tener cuando nosotras deseamos conectar con otros para cuidar, sostener y bendecir.
Isaías nos muestra las características compasivas y sensibles de Dios: “¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré” (Is 49:15). Nosotras somos llamadas a expresar la misma compasión y sensibilidad al conectar a los que tenemos alrededor porque somos una generación muy egoísta que tiende a olvidar y dejar de sostener al que más lo necesita.
Niveles de conexión
A continuación quiero compartirte al menos tres niveles de conexión que podemos llevar a la práctica en el día a día.
Conexión física
Esta conexión es expresada a través de los abrazos, las risas, la alegría y el cuidado del otro. En el hogar encontramos oportunidades para abrazar a nuestros hijos, de escucharlos, de reír con ellos, de jugar y de atender sus necesidades.
La mesa del hogar ocupa un lugar muy importante en el hogar, y es resaltado en la Biblia cuando habla de las comidas durante la Pascua o la Santa Cena. El Señor Jesús tuvo la última cena con sus discípulos alrededor de una mesa. Allí les habló, les dio consejos, los instruyó y sus discípulos podían hacer preguntas. Todas nos sentaremos a la mesa de las bodas del Cordero, donde habrá una gran fiesta y disfrutaremos del Señor. La mesa es un lugar de mucha importancia y oportunidades para conectar. Alrededor de la mesa no solo se comparten alimentos, sino también los afectos, sentimientos y pensamientos; allí se crea unidad, oramos unos por otros y se imparte instrucción.
Nosotras somos conectoras, atentas a lo que sucede alrededor de nosotras. Cuando hay problemas con otra hermana, con otra persona o con tu esposo, el lugar ideal para resolver un conflicto es sentarnos alrededor de una mesa.
Conexión emocional
Una mujer conectora se preocupa por el bienestar no solo material, sino también emocional y espiritual de la familia. Mantengamos en nuestro hogar el buen humor y la alegría. Mujeres, dejemos de airarnos tanto con nuestros hijos, hasta el punto de poder perder esa conexión emocional tan importante. Tratemos a nuestros hijos con respeto y amabilidad.
Mi oración particular es conectar con mis yernos. Tengo dos hijas dominicanas casadas con americanos. En ocasiones, ellos se sientan y me preguntan sobre lo que me gusta o me disgusta. Me encanta esa conexión a pesar de que tenemos dos idiomas diferentes, dos culturas diferentes y dos experiencias de vida diferentes. Ellos pertenecen a una generación millennial, lo que significa que ellos no vieron teléfonos de teclas, televisión de tubos y discos compactos. Todo lo que ellos conocen son los celulares, la Internet y las aplicaciones. Es una generación distraída y muy sola.
Nosotras tenemos que aprender a conectar con nuestros hijos a nivel emocional y aprender a llegar a sus corazones. ¿Cómo mantenemos una conexión a este nivel? Estudiándolos, es decir, prestando atención a cómo son, las cosas que viven, entendiendo sus realidades como generación, sus luchas y victorias.
Conexión espiritual
Nuestra función no es únicamente hablar de la Palabra y hacer devocionales con nuestros familiares. Soy una conectora cuando ayudo a la familia en su responsabilidad de congregarse en la iglesia local e involucrarse en las actividades con otros miembros.
Puedes cultivar esta conexión a través de una reunión presencial o incluso usando el teléfono para llamarlos de vez en cuando. Recuerdo que una abuelita de 80 años creó su perfil de Facebook porque era la única manera de mantenerse conectada con sus nietos. ¡Yo hice lo mismo! Creé mi perfil de Facebook para estar informada sobre la vida de mis hijos y mantenerme conectada a ellos.
No critiquemos a nuestros jóvenes por el uso de la tecnología. Lleguemos a sus corazones, tratemos de ganárnoslos y estudiarlos. Pidamosles que nos enseñen. Mujeres, como conectoras espirituales, adornemos la iglesia, sujetémonos a nuestros pastores con un espíritu quieto y apacible, orando por ellos. No te quejes de tus líderes si no estás de acuerdo con algo. Ora por eso que te preocupa. No murmures si no estás de acuerdo.
Si eres una columna en tu hogar, ¿estás estás edificando tu vida sobre los cimientos de la Palabra de Dios?