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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Cómo entender la iglesia (VIDA, 2013), por Wayne Grudem.

Podemos entender los propósitos de la Iglesia en términos del ministerio a Dios, ministerio a los creyentes, y el ministerio al mundo.

1) Ministerio a Dios: adoración

Con respecto a Dios, el propósito de la Iglesia es adorarle. Pablo dice a la iglesia de Colosas: “Canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón” (Col. 3:16, NVI). Dios nos ha destinado y señalado en Cristo para que “seamos para alabanza de su gloria” (Ef. 1:12).

La adoración en la iglesia no es meramente una preparación para algo más: es en sí misma cumplir el propósito principal de la iglesia con referencia a su Señor. Por eso Pablo exhorta que “aprovechemos al máximo cada momento oportuno” con el mandamiento de ser llenos del Espíritu y entonces dice: “Canten y alaben al Señor con el corazón” (Ef. 5:16-19).

2) Ministerio a los creyentes: edificación

Según la Biblia, la iglesia tiene la obligación de nutrir a los creyentes y edificarlos en la fe. Pablo dijo que su propia meta no era simplemente llevar a las personas a la fe inicial que salva, sino “presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28, RV60).

Le dijo a la iglesia de Éfeso que Dios dio a la iglesia personas dotadas “a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar al cuerpo de Cristo.

De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijos de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (Ef. 4:12-13). Es claramente contrario al patrón del Nuevo Testamento pensar que nuestra única meta con las personas es llevarlas a la fe inicial que salva. Nuestra meta como iglesia debe ser presentar a Dios a todo creyente “perfecto en Cristo” (Col. 1:28).

3) Ministerio al mundo: evangelización y misericordia

Jesús les dijo a sus discípulos: “Hagan discípulos de todas las naciones” (Mt. 28:19). Esta obra evangelizadora de declarar el evangelio es el ministerio primario de la Iglesia hacia el mundo. Sin embargo, acompañando a la obra de evangelización está un ministerio de misericordia que incluye en el nombre del Señor a los pobres y necesitados. Aunque el énfasis del Nuevo Testamento es dar ayuda a los que son parte de la iglesia (Hch. 11:29; 2 Co. 8:4; 1 Jn. 3:17), con todo hay una afirmación de que es correcto ayudar a los no creyentes, aunque ellos no respondan con gratitud o aceptación del mensaje del evangelio. Jesús nos dice:

“Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados. Sean compasivos, así como su Padre es compasivo”, Lucas 6:35-36, NVI.

El punto de la explicación de Jesús es que debemos imitar a Dios al ser bondadosos por igual con los que son ingratos y egoístas. Cuando grandes multitudes vinieron a Jesús, “Él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó” (Lc. 4:40). Esto debe animarnos a realizar obras de bondad, y orar por sanidad y otras necesidades, en la vida de los que no son creyentes tanto como de los que sí.

Podemos entender los propósitos de la Iglesia en términos del ministerio a Dios, ministerio a los creyentes, y el ministerio al mundo

Tales ministerios de misericordia al mundo también pueden incluir participación en actividades cívicas o intentar influir en las políticas del gobierno para hacerlas más consistentes con los principios morales bíblicos. En aspectos en que hay una injusticia sistemática manifestada en el tratamiento de los pobres o de minorías étnicas o religiosas, la iglesia también debería orar y, según se presente la oportunidad, hablar contra tal injusticia.

Todas estas son maneras en que la iglesia puede suplementar su ministerio evangelizador al mundo y en verdad adornar al evangelio que profesa. Pero tales ministerios de misericordia al mundo nunca deben llegar a ser sustitutos de una evangelización genuina o de los otros aspectos del ministerio a Dios y los creyentes.

¿Cómo mantener en equilibrio estos propósitos?

Mencionados estos tres propósitos para la iglesia, alguien puede preguntar, ¿cuál es el más importante? A eso debemos responder que el Señor ordena en la Biblia los tres propósitos de la iglesia; por consiguiente, los tres son importantes y no debemos descuidar ninguno. Es más, una iglesia fuerte tendrá ministerios efectivos en estos tres aspectos.

Debemos evitar cualquier intento de reducir los propósitos de la iglesia a solo uno de estos tres y a decir que debería ser nuestro enfoque primario. En verdad, hacer primario uno de estos propósitos resultará en algún descuido de los otros dos.

Una iglesia que hace énfasis solo en la adoración acabará con enseñanza bíblica deficiente y sus miembros comprenderán de manera superficial las Escrituras y serán inmaduros en sus vidas cristianas. Si también descuida la evangelización, la iglesia dejará de crecer en su influencia sobre otros, se volverá egocéntrica y a la larga empezará a marchitarse.

Los ministerios de misericordia nunca deben llegar a sustituir la evangelización o los otros aspectos del ministerio enfocados en Dios y los creyentes

Pero una iglesia que pone la edificación de los creyentes como el propósito que toma preferencia sobre los otros dos tenderá a producir creyentes que saben mucha doctrina bíblica pero cuyas vidas espirituales son secas porque conocen muy poco del gozo de adorar a Dios o de hablar con otros sobre Cristo.

Por otro lado, una iglesia que pone en la evangelización tal prioridad que hace que los otros dos propósitos queden en el descuido terminará con creyentes inmaduros que hacen énfasis en el crecimiento en números pero que tienen menos genuino amor a Dios expresado en su adoración, menos madurez doctrinal y santidad personal. Una iglesia saludable debe recalcar continuamente los tres propósitos.

Sin embargo, los individuos son diferentes de la iglesia colectiva al poner una prioridad relativa en uno u otro de los propósitos de la iglesia. Debido a que somos como un cuerpo con diversos dones espirituales o capacidades, es correcto que pongamos más de nuestro énfasis en el cumplimiento del propósito de la iglesia que está más estrechamente relacionado con los dones e intereses que Dios nos ha dado.

Ciertamente no hay obligación de que todo creyente intenten dar exactamente un tercio a cultivar cada uno de estos propósitos. Sin embargo, los creyentes somos llamados a vivir y promover el evangelio de manera integral. Esto incluye la adoración a Dios, la edificación del cuerpo de Cristo, y llevar el mensaje del evangelio al mundo entero.


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