Fragmento adaptado de Nuestra adoración importa: Guiando a otros a encontrarse con Dios. Bob Kauflin. B&H Español.
En años recientes, la adoración ha cobrado gran relevancia. Son muchos los cantantes de música de adoración con nombres conocidos por todas partes. El próspero mercado de la música de adoración dentro y fuera de la iglesia ha cambiado lo que la iglesia canta y cómo entendemos la adoración. Claro, a los ojos de Dios, la adoración verdadera siempre ha sido importante. Sin embargo, a pesar de los beneficios, este protagonismo y comercialización de la música de adoración tiene algunos inconvenientes.
Para mí, trae tentaciones sin paralelo a los líderes de adoración en la iglesia local. Leemos acerca de artistas bien conocidos y las ventas de sus discos, giras de conciertos y entrevistas en los medios de comunicación, y nos preguntamos si nosotros estamos haciendo algo mal. Comenzamos a pensar si seríamos más efectivos si nos miramos, sonamos y actuamos como los líderes de adoración que todos conocen.
Pero la industria de la adoración no es el estándar que Dios nos ha dado para determinar nuestra efectividad. La Biblia es el estándar. Si no comprendemos esto bien, pasaremos por alto el plan de Dios para nuestras vidas. Seremos tentados al desaliento, ignorando que Dios no nos ha llamado a ser exitosos o populares: Él nos ha llamado a ser fieles.
Cualquiera sea el estándar que otros puedan usar para juzgar nuestro ministerio, Dios está interesado en que seamos fieles. La fidelidad significa adherirse a la observancia de un deber, cumplir la palabra dada, cumplir las obligaciones. Significa ser leal, constante y fiable. Ser fiel significa llenar las expectativas de otro. No definimos nuestro ministerio, Dios lo hace. Él no nos dejó a nosotros el contenido o el propósito de lo que hacemos. Estamos cumpliendo una responsabilidad que Él nos ha dado.
La industria de la adoración no es el estándar que Dios nos ha dado para determinar nuestra efectividad. La Biblia es el estándar.
Un sinnúmero de tentaciones puede impedirnos ser fieles y dignos de confianza. Una de ellas es la fama. Dios permite que ciertas personas se destaquen públicamente por diversas razones. Puede ser para darles una plataforma más amplia a quienes le han seguido fielmente. Pero algunas veces la popularidad de un individuo nos muestra los efectos del pecado que mora dentro, y cómo en estos últimos días las personas con “comezón de oír” irán detrás de líderes “conforme a sus propias concupiscencias” (2 Ti. 4:3 RVR1960). Ser el más popular no garantiza que realmente tienes algo digno de decir o escuchar. Puede ser lo opuesto.
También podemos desviarnos al introducir a nuestras reuniones del domingo una “mentalidad de concierto”. Preparamos “sets” que canten los últimos éxitos, y abrumamos a las personas con efectos especiales. La tecnología se vuelve crucial y llega a gobernar, en vez de ser secundaria y servir.
Nuestra meta como líderes de adoración es diferente de la de un concierto y es mucho más importante. Nosotros buscamos impresionar a las personas con la grandeza del Salvador cuya gloria trasciende nuestro entorno y nuestra tecnología.
Básicamente, el fruto del liderazgo fiel es saber que hemos complacido a una audiencia de Uno. Nuestro gozo no viene de dirigir el tiempo perfecto, ni viene de premios, o de tener una canción en las listas de éxitos. Nuestra meta no es el logro, la popularidad ni la realización personal. Es anticipar, por la gracia de Dios y para la gloria de Jesucristo, lo que escucharemos en el último día, “Bien, siervo bueno y fiel” (Mt. 25:21,23). Y esa recompensa es mucho más grande que cualquier otra que este mundo pudiera ofrecer.