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“¿Hasta cuándo, Señor?”.

Ese es un lamento que hace eco a través de los Salmos, y que vemos en Habacuc, es recurrente en Apocalipsis… y también impregna las mentes de los siervos agotados que obligatoriamente sufren por las predicaciones pastorales que van más allá de la efectividad y perseverancia. Una expresión de sufrimiento extremo y desconcierto no es la respuesta que un pastor espera recibir cuando predica después de una semana entera de preparación.

¿Qué tan largo debe ser un sermón?

Como profesor de predicación y pastor, me han hecho esa pregunta cientos de veces. Hoy, después de 35 años en el ministerio, tengo una respuesta definitiva: Puedes predicar tanto tiempo como mantengas la atención de la gente.

Obviamente (aunque hay excepciones), eso significa que algunos predicadores podrán predicar más tiempo que otros, no por mera habilidad natural, sino por su fidelidad a técnicas y prácticas bíblicas, las cuáles no se contradicen. Es más, van de la mano. Muchos predicadores se consuelan diciendo que sus iglesias están llenas de personas con comezón de oír, mientras otros se sienten orgullosos de que no juegan con la verdad, cuando en realidad todo lo que han hecho es predicar muy mal la Palabra de Dios.

Aunque esas situaciones en realidad existen —y mi corazón se duele con cualquier predicador fiel que con amor y habilidad predica la Palabra a personas con corazones fríos e indiferentes—, no debemos asumir rápidamente que el problema yace exclusivamente en quienes se sientan en las sillas, y quitar la responsabilidad a quien está detrás del púlpito.

Para que no haya malos entendidos, no estoy en contra de las predicaciones cortas. Pero sí creo que muchas iglesias necesitan dedicar más tiempo a la predicación, no menos. La predicación de la Palabra de Dios es el acto central de la adoración al reunirnos en la iglesia. La expansión del analfabetismo bíblico entre personas que profesan ser cristianas no va a disminuir porque los pastores acorten sus exposiciones, ni cambiará porque los pastores prediquen contenido largo y aburrido.

Cuatro claves para mantener la atención de tus oyentes

¿Cómo se puede predicar mejor y a la vez hacerlo por un buen largo de tiempo? Los predicadores fieles que también son interesantes aprenden cuatro movimientos claves para dar el tipo de sermones que ayudan a mantener la atención de quienes los escuchan.

  1. Llena tu prédica con sustancia bíblica. Pareciera ilógico, pero la manera de mantener la atención de aquellos miembros que no se involucran no es alimentarlos con una dieta espiritual de golosinas. Pueden ser dulces al probarlas, pero no son nutritivas; ¡comer solo eso los va a enfermar! La Palabra de Dios es la que despertará en ellos interés. No lo suavices, ¡dale la verdad! Cristo prometió que si Él es exaltado, Él los atraerá a sí mismo. Así que apunta hacia Cristo con palabras y estilo, en redención y relación.
  2. Secuestra su atención. Una vez conozcas el contenido de tu texto, piensa en el nivel de percepción al desarrollar tu predicación. Encuentra una manera de captar el intereés de la audiencia al inicio. Pedro lo hizo en el día del Pentecostés. Pablo lo hizo en Areópago. Ezequiel lo hizo al construir el modelo de la ciudad poniéndola en sitio. Jesús lo hizo en Galilea con siete promesas de bendición. Spurgeon lo hizo, Jonathan Edwards lo hizo. Escucha a los predicadores que admiras y presta atención a cómo ellos adornan el evangelio con ideas que provocan y la forma en que lo hacen.
  3. Introduce constantemente aplicaciones personales en la explicación bíblica. La predicación de Pedro en Hechos 2 llevó a su audiencia a preguntar: “¿Y ahora qué hacemos?”. Una explicación sin aplicación resulta en frustración. Contenido sin convicción engendra aburrimiento. El poder inherente de la Palabra y el Espíritu demandan una respuesta, arrepentimiento, renovación. Sin eso, las predicaciones serán vistas como un juego de preguntas bíblicas.
  4. Los mejores predicadores desarrollan una percepción clara de su audiencia, siempre discerniendo qué tan bien están siendo escuchados. Responde a su cansancio con energía, enfoque y emoción en cuanto al texto. ¿Tu voz los pone a dormir? Cambia tu tono, ritmo y volumen. Deja que la Palabra que te ha saturado durante tu tiempo de estudio fluya en el púlpito hacia ellos. Puedes predicar como alguien que conoce la Palabra pero, ¿predicas como alguien que ama la Palabra? Si lo haces, ellos escucharán mejor y durante más tiempo.

Publicado originalmente en SBTS. Traducido por Fanny Stewart-Castro
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