El apóstol Pablo nos recuerda que tenemos una responsabilidad de «consolar a los que están en cualquier aflicción» y revela que esto deriva de nuestra experiencia de consuelo recibida de Dios en nuestras aflicciones (2 Co 1:3-4).
Sin embargo, el consuelo no es algo que se dé en automático entre los creyentes, lo cual apunta a la necesidad de conocer mejor cómo consolar a los que sufren. Por eso me alegra presentarte el libro Llora con los que lloran (B&H Español, 2024) de la maestra bíblica y cantante Karen Garza.
Pude conversar con ella brevemente sobre su libro y aquí comparto sus respuestas a algunas preguntas que le formulé.
¿Qué propósitos tenías en mente al escribir Llora con los que lloran?
Mi deseo principal para los lectores de Llora con los que lloran es que se maravillen de Dios y Su perfecta compasión hacia nosotros, pues estoy convencida de que no hay fuerza más poderosa para impulsar nuestra compasión que conocer la Suya.
Mi oración es que Dios use este recurso para que Su iglesia refleje con mayor fidelidad el corazón de Dios hacia quienes sufren, a través de un amor compasivo, un acompañamiento paciente y una consolación centrada en Cristo. También deseo que podamos asombrarnos del hermoso regalo de Dios al hacernos parte de Su cuerpo, lo cual es una evidencia más del Dios compasivo que no nos deja solos en medio de nuestro sufrimiento.
¿Por qué consideras que no saber llorar con los que lloran es perjudicarlos?
No saber llorar con los que lloran es perjudicar al que sufre, pues al no ofrecer consuelo bíblico, le negamos uno de los medios de gracia más poderosos que Dios nos ha dado para sostener y fortalecer en medio de la aflicción. Cuando no acompañamos a quien sufre, le negamos el amor con el que el Señor nos ha mandado amar.
Cuando no lloramos con los que lloran, le mostramos al sufriente una imagen distorsionada de nuestro Dios compasivo
No llorar con los que lloran es recibir la gracia de Dios y decidir no compartirla. Es contradecir las palabras de Dios, quien dijo que «no es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2:18), mucho menos que sufra solo. Cuando no lloramos con los que lloran, le mostramos al sufriente una imagen distorsionada de nuestro Dios compasivo y abandonamos el poder de consolación y transformación que Él nos ha dado para bendecir a otros.
¿Por qué es crucial que seamos conscientes del legalismo y el moralismo en la iglesia al hablar del consuelo o pretender darlo?
Aunque quizás no estemos familiarizados con estos términos, es muy probable que nuestros consejos y consuelos estén influenciados por estas corrientes. Tanto el legalismo como el moralismo son creencias que nos hacen pensar que somos aceptables ante Dios por nuestro buen comportamiento moral o el cumplimiento de Su ley.
Ambas perspectivas reflejan una cosmovisión de castigo y recompensa, en la que se percibe a Dios como una especie de Papá Noel con una balanza cósmica que pesa nuestras obras y, dependiendo de hacia dónde se incline, nos recompensa o castiga. En otras palabras, estos pensamientos sostienen que a los malos siempre les va mal y a los buenos siempre les va bien, lo cual sabemos que no siempre es así.
Jesús es el consuelo perfecto encarnado y lo mejor que podemos hacer para crecer en el consuelo es contemplarlo a Él
Es importante que reconozcamos el legalismo y el moralismo en nuestro corazón, ya que desde la fuente de nuestras creencias fluyen nuestras palabras y acciones. Desde estas perspectivas, el sufrimiento siempre es culpa del que sufre, lo cual, en lugar de impulsarnos al amor y la compasión, nos coloca en la posición de jueces. Así, en lugar de responder al llamado de Dios de llorar con los que lloran, terminamos juzgándolos y añadiendo peso a su alma ya cargada.
La cura para el legalismo y moralismo de nuestros corazones es la gracia de Dios. El legalismo y el moralismo impiden nuestras lágrimas mientras que la gracia de Dios nos ayuda a compadecernos y a llorar con los que sufren. El legalismo y moralismo alejan, mientras que la gracia acerca. El legalismo y moralismo hieren, mientras que la gracia sana. El legalismo y moralismo condenan, mientras que la gracia consuela.
¿Puedes darnos aquí un adelanto de uno de los consejos más importantes que descubriste en tu estudio de la Escritura sobre el tema del consuelo?
Sin duda, el ejemplo de Cristo en los evangelios ha sido mi mayor enseñanza sobre el consuelo. Me mostró que la verdadera compasión no hace distinción de personas ni de situaciones. Me enseñó que dolor es dolor y que, sin importar la razón del sufrimiento, debo amar al sufriente con un amor sacrificial que busca consolar.
La verdadera compasión no hace distinción de personas ni de situaciones
Jesús se compadeció y consoló a aquellos que el mundo considera menos dignos de compasión y, entre ellos, sin duda, estamos tú y yo. Él conoce perfectamente nuestros pecados y, en lugar de alejarse, se compadeció de nosotros al encarnarse, entrando en nuestra experiencia de sufrimiento. Así, por medio de Su sacrificio, nos consuela a través del perdón y la salvación. Jesús es el consuelo perfecto encarnado y lo mejor que podemos hacer para crecer en el consuelo es contemplarlo a Él.
¿Qué dirías a las personas que sienten que no encuentran un consuelo bíblico en sus iglesias locales?
Lamento mucho que estén pasando por esta carencia en su comunidad, pero no se desanimen, porque en Dios tienen al gran Consolador de sus almas. Él nos da un consuelo perfecto a través de Cristo y Su evangelio. En Él podemos hallar toda la compasión que los sufrientes necesitamos, así como la que necesitamos para empezar a vivir el consuelo mutuo en nuestras iglesias locales. Si en tu comunidad no encuentras consuelo bíblico, comienza buscándolo en Cristo y luego ofrécelo a los demás. Estoy segura de que Dios puede usar tu compasión para transformar a tu iglesia local.
¿Qué recomendarías a los líderes que desean promover el consuelo bíblico en sus iglesias locales?
Si eres un líder que desea fomentar el consuelo bíblico en su comunidad, te animo a que tu enfoque esté en predicar el evangelio de Jesús, tanto en tus enseñanzas como en tu vida. Es común que cometamos el error de enfocarnos en lo que la iglesia está o no está haciendo, sin considerar que eso tan solo es fruto de lo que está o no está creyendo o recordando.
Veamos en la Palabra el ejemplo de los primeros líderes de la iglesia. Los apóstoles animaron a los discípulos de Cristo a cumplir con sus responsabilidades hacia los demás, pero no sin recordarles, una y otra vez, la gracia de Dios. Esto fue así porque ellos sabían que el evangelio de Cristo es el poder que impulsa y capacita esas responsabilidades (ver Col 1:3-8; Fil 2:1-2). Al igual que ellos, lo mejor que podemos hacer es que Cristo y Su obra sea nuestro mensaje constante, confiando en que veremos el fruto del evangelio en nuestras iglesias.