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Cuando estaba en el último año antes de entrar a la universidad, uno de mis profesores favoritos me regaló una tarjeta de cumpleaños con el poema «Si» de Rudyard Kipling. Kipling ofrece consejos sobre cómo «ser un hombre» frente a las diversas pruebas de carácter, incluyendo en la primera línea: «Si puedes estar firme, cuando a tu alrededor todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza».

Esa frase me puso el dedo en la llaga. Ponía de relieve una característica común entre los hombres y mujeres que consideraba líderes eficaces. Tenían la virtud de mantener el autocontrol y la mente clara en situaciones difíciles. Eran capaces de guardar la calma, la compostura y la racionalidad al enfrentar el caos y la adversidad, especialmente cuando los demás entraban en pánico y les atribuían la culpa injustamente. En respuesta, su serenidad me ayudaba a sentirme más sereno.

Ellos ejemplificaban el tipo de persona en la que quería convertirme. Sin embargo, nunca supe por dónde empezar, porque ni siquiera sabía cómo llamar a tal colección de virtudes de liderazgo. Décadas más tarde, reconocí que se trataba de un conjunto de rasgos y una forma de ser que algunos ahora denominan «presencia no ansiosa».

El concepto de «presencia no ansiosa» se ha mencionado con frecuencia en los círculos de liderazgo, consejería y cuidado pastoral desde mediados de la década de 1980. Sin embargo, a pesar de la omnipresencia del término, es sorprendentemente difícil encontrar una explicación clara de lo que significa o cómo la desarrollamos como líderes cristianos. Para ayudar a llenar esa brecha conceptual, ofrezco este intento de aclarar lo que se entiende por «presencia no ansiosa» y proveer recomendaciones sobre cómo nosotros mismos podemos ayudar a convertirnos en este tipo de personas.

¿Qué significa una presencia no ansiosa?

El origen del término está profundamente arraigado en la teoría de los sistemas familiares, particularmente en el trabajo de Murray Bowen, un psiquiatra y pionero en el campo de la consejería familiar. Para Bowen, una de las causas principales de los problemas dentro de las familias era la existencia y la propagación de la ansiedad. Bowen definió la ansiedad como la respuesta a una amenaza, ya fuera esta real o imaginada, y la clasificó en dos tipos principales: aguda y crónica.

La ansiedad aguda es un tipo de temor, una respuesta emocional a una amenaza inmediata real o percibida. Sirve como un sistema de advertencia que nos alerta ante el peligro en este momento. Por ejemplo, si estás viajando por un sendero y te encuentras con una serpiente venenosa, puede que, de manera natural, experimentes el temor de ser mordido. Este temor prudencial puede ser una capacidad dada por Dios para ayudarnos a evitar el daño. Pero, cuando el peligro ha pasado, ese temor debería disiparse. Sin peligro, no hay ansiedad aguda.

En contraste, la ansiedad crónica es un sistema de advertencia de un peligro latente posible. Por ejemplo, podrías estar ansioso por tener que caminar en el bosque por el temor a encontrarte con serpientes, incluso si nunca antes has visto que una se cruzara por tu camino. Este tipo de ansiedad tiende a ser más persistente porque con frecuencia es imprecisa y dependiente de la percepción. La ansiedad aguda lleva a la preocupación, lo cual puede ser tanto producto de la ansiedad como la causa de una angustia adicional.

La percepción clave de Bowen era que la ansiedad crónica se genera principalmente en las relaciones. Él creía que la ansiedad en un miembro de la familia no puede aislarse del resto del sistema familiar. Según su postura, la ansiedad es contagiosa y se transmite a través de las relaciones dentro de la familia. Esto significa que el estado emocional de una persona puede influir significativamente en los estados emocionales de otras personas en la familia.

Vivimos en una nueva era de ansiedad. Para contrarrestar el efecto, necesitamos una presencia no ansiosa en el liderazgo cristiano

Considera este ejemplo. Un proyecto en el que has estado trabajando en la oficina fracasa y tu jefe te hace responsable. Frustrado y preocupado por las implicaciones para tu carrera, llegas a casa visiblemente tenso. Tu esposa nota tu estado de ánimo, pero, cuando te pregunta qué te pasa, evitas compartir algún detalle. Al percibir la tensión, tu esposa se pone irritable y le grita a tu hija adolescente por no haber terminado sus quehaceres. Tu hija, a su vez, se molesta y se retira a su habitación, sintiéndose injustamente atacada. Luego ella desahoga su frustración con su hermano menor, criticándolo por escuchar música con el volumen demasiado alto. Esto lleva a una discusión entre los hermanos.

En este escenario, tu ansiedad relacionada con el trabajo se ha propagado sin intención por toda la familia, afectando a cada miembro de manera diferente y amplificando el estrés general en el hogar. Ahora todos en la familia están ansiosos y, sin embargo, nadie entiende cómo comenzó. La ansiedad ha saltado de una persona a otra, contagiando a cada una de ellas por turnos y de diferentes maneras.

Bowen consideraba que esta ansiedad crónica era una fuerza motivadora detrás de muchos patrones y conductas familiares comunes. Creía que tiende a estar profundamente incrustada en las relaciones familiares e incluso puede transmitirse de generación en generación.

Todos los seres humanos experimentan ansiedad, entonces, ¿por qué algunas familias sufren de ansiedad crónica y otras no? Un factor clave es la presencia dentro de la familia de personas que tienen lo que Bowen llamó la «diferenciación del yo». Esta es la habilidad de mantener la autonomía emocional e intelectual mientras aún se está conectado emocionalmente con los demás («Si puedes estar firme, cuando a tu alrededor todo el mundo se ofusca»).

Una persona con un alto nivel de diferenciación puede mantener un fuerte sentido de identidad sin sentirse abrumada por los estados emocionales de los demás. Por el contrario, un bajo nivel de diferenciación hace que las personas sean más propensas a enredarse en la ansiedad del sistema familiar. Una persona con un alto nivel de diferenciación actúa como una especie de interruptor emocional que evita que la ansiedad se propague por toda la familia, mientras que una persona con bajo nivel de diferenciación actúa como un conducto que ayuda a que la ansiedad se propague más rápidamente.

Edwin Friedman tomó las ideas de Bowen sobre la ansiedad y la autodiferenciación y demostró cómo se aplicaban no solo a las familias, sino también a las iglesias y otras organizaciones en las cuales las personas están integradas de manera cercana y firme. Friedman, rabino ordenado, terapeuta familiar y consultor de liderazgo, introdujo este concepto en su libro de 1985 Generation to Generation: Family Process in Church and Synagogue [De generación en generación: el proceso familiar en la iglesia y la sinagoga]. Las tres ideas principales de su libro son que los líderes deben ser autodiferenciados, no ansiosos y estar presentes con aquellos a quienes dirigen.

En un libro posterior, A Failure of Nerve [Una falla de nervios], Friedman explicó el concepto de presencia no ansiosa: «Alguien que puede separarse mientras todavía permanece conectado y, por lo tanto, puede mantener una presencia modificadora, no ansiosa y, a veces, desafiante. Me refiero a alguien que puede manejar su propia reactividad ante la reactividad automática de los demás y, por ende, ser capaz de tomar posiciones aun arriesgándose a causar desagrado».

Por qué se necesita una presencia no ansiosa

¿Por qué nuestra cultura es tan ansiosa? Veo tres razones principales: un colapso de las instituciones, una expansión de las redes sociales y la monetización de la ansiedad.

Según Friedman, las instituciones sirven como contenedores para la ansiedad de sus miembros. Esto significa que pueden asumir y manejar la ansiedad colectiva de los individuos, previniendo que se intensifique o cause una disfunción. Un sistema institucional saludable evitará que la ansiedad se vuelva tóxica o paralizante, permitiendo que la institución funcione de manera efectiva y se adapte a los desafíos. Mientras ha ido colapsando la confianza en las instituciones, también ha declinado su capacidad para absorber la ansiedad.

Los líderes cristianos necesitan modelar esa paz que no pertenece a este mundo ante un mundo ansioso

Lo que en gran parte ha sustituido a las instituciones son las redes informales en línea, principalmente las redes sociales. En el pasado, la mayoría de las personas interactuaban directamente con un número relativamente pequeño de personas, y la mayoría de esas interacciones no implicaban el intercambio directo de preocupaciones ansiosas. Pero las redes sociales han cambiado esa dinámica.

Hoy en día, es probable que te encuentres con opiniones e información que te provoquen ansiedad, procedentes de cientos de personas al día, a la mayoría de las cuales ni siquiera conoces en la vida real. Se espera que nos mantengamos constantemente «informados», estando al tanto de todo lo que se considera digno de aparecer en las noticias en cualquier momento dado.

El resultado es que el número de conexiones directas a las que estamos expuestos a diario ha crecido exponencialmente. Por ejemplo, en un análisis de casi 100 millones de cuentas en X (antes Twitter), Brandwatch halló que el número promedio de seguidores que tienen esas cuentas es de 707. Por lo tanto, una persona que participa regularmente en X estaría conectada a cientos de fuentes de ansiedad cada vez que inicia sesión. Esta conectividad directa conduce a una fusión emocional con otros que se simboliza en la pregunta que se publica con frecuencia: «¿Por qué estamos enojados hoy?».

Las redes sociales son gestionadas por empresas que necesitan aumentar la interacción para incrementar sus ingresos. Puesto que casi todo lo que aumenta la ansiedad aumenta la interacción, estas empresas tienen un fuerte incentivo para monetizar la ansiedad. Los algoritmos se modifican para garantizar que los usuarios permanezcan en un estado perpetuo de ansiedad. Como señala Caleb Wait, la ansiedad es una característica, no un error, de los medios digitales.

Cómo ser una presencia no ansiosa

Estas son solo unas pocas razones por las que vivimos en una nueva era de ansiedad. Para contrarrestar el efecto, necesitamos una presencia no ansiosa en el liderazgo cristiano.

Aplicar el concepto de Friedman a los líderes cristianos implica adoptar las cualidades de liderazgo de Jesús. En última instancia, esta es la razón por la que deberíamos esforzarnos por ser una presencia no ansiosa y por la que el concepto es útil: porque nos ayuda a ser más como Jesús, quien era manso, humilde y no ansioso. A continuación, comparto cinco maneras en que podemos hacerlo como líderes cristianos.

1. Abraza y aplica la autodiferenciación.

Esta es la piedra angular de la teoría de Friedman. Implica poder separar el funcionamiento emocional e intelectual en la persona. Un líder no ansioso puede mantener un sentido claro de sí mismo, de sus valores y sus metas, sin sentirse abrumado por la ansiedad o la reactividad emocional de los demás.

Para modelar esta conducta, necesitamos desarrollar un mayor nivel de autoconciencia por medio de un compromiso regular con la introspección y la oración para entender nuestras emociones, detonantes y respuestas. Esto nos ayuda a distinguir nuestros propios estados emocionales de los de nuestras congregaciones, equipos de personal o familias.

También podemos aprender a autodiferenciarnos al establecer límites claros. Los límites son los cercos físicos, emocionales y mentales que fijamos para protegernos de ser manipulados, utilizados o vulnerados por los demás. Estos límites nos ayudan a separar nuestras identidades, pensamientos, sentimientos y necesidades de los de otros, y previenen la absorción excesiva de sus estados emocionales. Cuando se los establece de una manera apropiada, cuidar el bienestar no es egoísta. En lugar de eso, es la mayordomía de un recurso que Dios te ha dado (tú mismo) para Su servicio.

2. Practica la regulación emocional y la no reactividad.

Ser una presencia no ansiosa requiere demostrar un semblante tranquilo y gentil, especialmente frente a la crisis o el conflicto. Esta tranquilidad no se trata de estar desconectado o ser indiferente, sino más bien de guardar la compostura, ser considerado y gentil con los demás, lo cual provee una influencia estabilizadora. Un líder no ansioso debe manejar su reactividad emocional. La reactividad emocional ocurre cuando un evento externo detona emociones intensas desproporcionadas a la causa.

Al ser una presencia no ansiosa, mostramos a aquellos a quienes lideramos lo que significa confiar sin dudar en la soberanía de Dios

Si somos no ansiosos, no sucumbiremos a tal reactividad emocional porque no seremos arrastrados por las ansiedades, temores o dramas emocionales de los grupos o personas a las que lideramos. Evitamos reacciones por reflejo a las situaciones y, en lugar de eso, respondemos reflexiva y deliberadamente, lo cual puede ayudar a bajar la intensidad de las situaciones tensas y alentar a los demás para que piensen y respondan con calma.

Cuando practicamos disciplinas espirituales como la oración regular, la meditación y el estudio de la Biblia, centramos nuestras emociones y cultivamos una sensación de paz y estabilidad. También podemos practicar el estar presentes en el momento y reconocer la presencia de Dios en toda circunstancia al reflexionar en versículos como el Salmo 46:10: «Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios».

3. Cultiva la no reactividad por medio de la escucha activa.

Una de las maneras más efectivas en las que podemos desarrollar esta habilidad es escuchando a otros. «Por definición, escuchar es mantener una presencia no ansiosa», afirma Jack Shitama. Él continúa:

Uno, te mantienes sin ansiedad porque, en lugar de pelear, ponerte a la defensiva o sucumbir, estás haciendo preguntas. Dos, porque estás explorando los sentimientos del otro, estás emocionalmente presente. La mejor manera de manejar un ataque de ansiedad de otra persona es no discutir ni estar de acuerdo. Escuchar logra esto.

4. Desconéctate de las fuentes de ansiedad.

Para muchas personas, la mayor fuente de ansiedad en la vida moderna son los medios, ya sean los medios de comunicación masiva (p. ej., las noticias por cable), los medios alternativos (p. ej., la radio hablada) o las redes sociales (p. ej., X). Es casi imposible que un líder cristiano esté sumergido en dichos medios y sea una presencia no ansiosa.

Cuando practicamos las disciplinas espirituales, centramos nuestras emociones en Dios y cultivamos una sensación de paz y estabilidad

Muchos líderes son rápidos para justificar su tiempo desperdiciado en mantenerse al tanto de las noticias («tengo que estar informado») y pasar tiempo en redes sociales («¡es donde está la gente!»), sin darse cuenta de cómo esto mina su liderazgo. No podemos liderar efectivamente a las personas para que obedezcan el mandamiento de Jesús de «no se preocupen» (Mt 6:25), cuando estamos poniendo likes, retuiteando o compartiendo la ansiedad de moda en las redes sociales.

Podemos ser parte del problema o parte de la solución. Lamentablemente, demasiados líderes cristianos —incluyendo, para nuestra vergüenza, algunos pastores— están más interesados en participar en la «cultura de la indignación» que en promover la gran comisión.

Si quieres ser una presencia no ansiosa para las personas a quienes sirves, necesitas esforzarte más para desconectarte de las fuentes que hacen que ellas (y tú) estén más ansiosas.

5. Sé una influencia a través de tu presencia.

En su libro A Non-Anxious Presence [Una presencia no ansiosa], Mark Sayers escribe: «La raíz de nuestra ansiedad es nuestra desconexión de Dios; esto significa que no podemos ser una presencia no ansiosa sin la presencia de Dios». Los líderes cristianos necesitan modelar esa paz que no pertenece a este mundo ante un mundo ansioso. Podemos liderar por medio del ejemplo al demostrar confianza, fe y dependencia de Dios a través de nuestras acciones y decisiones. Esto puede inspirar e influenciar para que aquellos que siguen nuestro liderazgo adopten una actitud similar.

El reto de ser una presencia no ansiosa no es solo manejar las emociones, sino cultivar una confianza inconmovible en Dios

Un semblante tranquilo y compuesto puede tener una influencia estabilizadora y positiva en otros, que reduce la ansiedad general y promueve interacciones más saludables. Pero requiere que estemos presentes. El efecto completo solo ocurre cuando el líder no ansioso está completamente presente (p. ej., física, mental, emocional y espiritualmente) con aquellos a quienes lidera.

También necesitamos ser accesibles y empáticos. Mientras mantenemos los límites emocionales, debemos ser accesibles y empáticos a las necesidades y preocupaciones de aquellos a los que hemos sido llamados a liderar. Advertimos correctamente a los demás que no se dejen influenciar en demasía por los pastores y maestros por internet. Pero ¿a dónde acudirán cuando nosotros, las autoridades a las que Dios ha encomendado que cuiden de ellos, no estamos disponibles para la gente?

Nuestra era de ansiedad necesita líderes no ansiosos

La belleza de ser una presencia no ansiosa es que tiene un efecto dominó. Así como la ansiedad se propaga a través de un sistema, lo mismo puede ocurrir con la paz y la estabilidad. Un líder que encarna esta característica experimenta crecimiento personal y más profundidad espiritual, pero también promueve un ambiente en el que los demás pueden florecer emocional y espiritualmente.

El reto de ser una presencia no ansiosa no es solo manejar las emociones o mantener la compostura; se trata de cultivar una estabilidad profundamente arraigada que proviene de un firme sentido de identidad y una confianza inconmovible en Dios. Se trata de equilibrar las complejidades de las emociones humanas con las demandas del liderazgo espiritual. Requiere una continua introspección, crecimiento espiritual y desarrollo emocional. Se trata de liderar con todo lo que eres, influyendo en los demás a través de una presencia que irradia la seguridad de que podemos confiar en Dios.

Como líderes cristianos, nuestro llamado es dirigir el barco y también calmar las aguas que nos rodean, infundiendo un sentido de fe y paz en medio de las tormentas de la vida. Al ser una presencia no ansiosa, mostramos a aquellos a quienes lideramos lo que significa confiar sin dudar en la soberanía de Dios, guiándolos no solo a través de los desafíos, sino también hacia una comprensión y experiencia más profundas de Su gracia y amor.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por María del Carmen Atiaga.
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