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Los cristianos necesitan teología tanto como respirar; así como la respiración es tan integral de lo que somos que ni siquiera nos damos cuenta de que lo estamos haciendo. No podemos evitar la teología, ni debemos. Sin teología, nuestra fe es un cadáver.

No todos los cristianos son teólogos profesionales enseñando en el aula o desde el púlpito, pero cada cristiano hace teología. Teología, en pocas palabras, es tratar de explicar y unir verdades extraídas de las Escrituras. Cada vez que hacemos declaraciones sobre las verdades de las Escrituras —Jesús es el Mesías, Dios es soberano, la humanidad es pecadora, la salvación es por la fe solamente, etc.— hacemos teología.

Según la Biblia, “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rom. 10:9). Con el fin de ser salvo —tener vida verdadera— la teología debe estar involucrada, es inevitable.

Haciendo teología con humildad

En el libro Doing Theology in Today’s World [Haciendo teología en el mundo actual], J.I. Packer escribe un ensayo sobre la importancia de hacer teología con humildad, citando a Martin Lutero extensamente. A continuación un fragmento de los puntos de Lutero:

En primer lugar, debes saber que las Sagradas Escrituras constituyen un libro que convierte la sabiduría de todos los otros libros en necedad. En segundo lugar, asegúrate de no cansarte o que pienses que has hecho lo suficiente cuando se han leído, escuchado y hablado [palabras de la Biblia] una o dos veces, y que luego tienes una comprensión completa de la misma. En tercer lugar, [aprende] no solo para conocer y comprender, sino también para experimentar cuan cierto, cuan verdadero, cuan dulce, cuan bonito, cuan poderoso, cuan reconfortante es la Palabra de Dios, sabiduría más allá de toda sabiduría.

Al estar trabajando en un instituto bíblico durante tres años y pasar siete años (hasta ahora) como estudiante en formación bíblica y teológica, siempre se dice que hacer teología es tarea de una persona humilde. El orgullo envanece, dejando al teólogo con nada más que la carne para los debates a puertas cerradas. La humildad, por otro lado, permite que la exaltación de Dios suceda en la vida y obra de cada uno.

Mientras una persona va creciendo en conocimiento de las Escrituras, el orgullo se apodera de nuestros corazones como un silencioso ratón en una oscura cocina en busca de un festín. Queremos estar en lo cierto y mostrar a los demás que lo estamos, y así empezamos a olvidar que nada de esto es sobre nosotros. Nos olvidamos de que la única razón por la que siquiera podemos intentar pensar en términos teológicos es porque Dios en su gracia se reveló a nosotros. Si no encendemos la luz del evangelio y nos recordarnos a nosotros mismos de la gloria y la belleza de Dios, el orgullo va a establecerse en nuestros corazones. La teología se volverá acerca de nosotros.

Aprender del Dios que habla

Teología significa literalmente palabras acerca de Dios, hablar de Dios, así que ¡hacer teología no es poca cosa! Estamos tratando de describir el carácter, accionar y la voluntad de un ser infinito y perfecto con nuestro propio lenguaje finito e imperfecto. Así que con el fin de intentar siquiera de hacer teología humildemente, déjame animarte a considerar tres cosas.

1. No hay tal cosa como una teología libre de presuposiciones.

Todos traemos un “equipaje contextual” al texto, interpretando a través de lentes particulares y con preferencias predeterminadas. Hacemos todo lo posible para ser objetivos, pero debemos entender que no leemos la Biblia en el vacío. Esto significa que tenemos que ser conscientes y honestos acerca de nuestros puntos ciegos.

2. No hay tal cosa como una teología perfecta.

Nadie, en ningún lugar lo tiene todo resuelto. La razón por la que hay un número aparentemente interminable de teologías sistemáticas se debe a que ninguna teología es infalible. El mantra “Reformada siempre reformándose” debe ser realmente cierto para nosotros. Esto significa que siempre debemos estar dispuestos a equivocarnos y aprender de los demás, ya que nunca “llegaremos”.

3. No hay tal cosa como una teología “personal”.

La teología no es para uso privado, y no debemos pretender mantenerla en privado. En primer lugar, nuestras palabras y acciones reflejan nuestra teología. Buena teología crea una buena ética. No se puede ocultar una mala teología. En segundo lugar, si la teología es acerca de Dios, entonces debería ser compartida. Como ministros de la reconciliación, mensajeros de la buena noticia, no debemos esconder nuestra teología en un cajón; más bien, nuestra teología debe convencernos y conducirnos hacia una fe vivida hacia el exterior. Esto significa que tenemos que tener cuidado con lo que creemos y cómo hablamos cuando apuntamos imperfectamente hacia el perfecto.

Compartiendo el regalo.

Cada cristiano debe preocuparse por la teología, hacer teología es tratar de conocer y amar mejor a Dios, y usar ese conocimiento para conocer y amar a los demás mejor. Cuando le decimos a alguien: “Tú eres un pecador, pero Cristo te ama y murió por ti”, debemos hacerlo con humildad. Cristo ha sido amable para involucrarnos en su misión, no solo nos exhorta a “ir”, sino que prometió que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mat. 28:19-20).

Nosotros no inventamos la teología, no somos dueños de ella. No merecemos la teología, la recibimos como un regalo. Nosotros no acumulamos teología, la compartimos.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Cristián Fernández
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