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La música en la iglesia: algunas ideas

No se espera que el pueblo de Dios maneje su peregrinar conforme a sus circunstancias, sino que la Palabra de Dios lo conduzca dentro de Su escenario. Estamos llamados a ver nuestras circunstancias a la luz de la revelación divina, para poder hacer entonces un juicio correcto. Nuestro presente estado como pueblo creyente es que hay un mar de música a nuestro alrededor, y necesitamos luz de los cielos que nos indique cómo navegar en estas aguas. Ha surgido no poca controversia sobre este asunto, y es nuestro deber tratar de desenredar la madeja de tanto hilo e investigar cuáles son los hilos divinos en este asunto, y cuáles no. Es por esto que he tomado el atrevimiento de opinar sobre este tema.

El poder de la música sobre los afectos del corazón humano es algo de larga data, y universalmente reconocido. Por medio de sus diferentes tonos y modulaciones es posible estimular los sentimientos, como también calmarlos. En la antigüedad fue muy usada para levantar el ánimo combativo de los soldados, lo mismo para elevar el gozo o alegría de la diversión. Un caso ilustra: “Sucedía que cuando el espíritu malo de parte de Dios venía a Saúl, David tomaba el arpa, la tocaba con su mano, y Saúl se calmaba y se ponía bien, y el espíritu malo se apartaba de él” (1 Sam. 16:23). Ahora bien, ha de ser una obra en toda justicia que una facultad de tal poderosa influencia sea usada en devoción y servicio a Aquel de quien procede, como está escrito: “De Dios, y para Dios son todas las cosas”.

El mejor uso que el hombre, y sobre todo el creyente, ha de dar a la música y a los instrumentos musicales, es en la alabanza a Su Santo Nombre. No existe un más excelente empleo que este. Más aún, si la música es capaz de influir tan poderosamente sobre los sentimientos y afectos del hombre, entonces es cierta y altamente adecuada para incluirla en el servicio de la fe, o como un instrumento de adoración dado por el Creador, ya que contribuye a dar el toque religioso  y celestial sobre nuestros sentimientos y afectos. Decimos esto porque las Santas Escrituras representan la música como uno de los medios que emplean los habitantes del Cielo. Demos, pues, un breve recorrido por algunos pasajes bíblicos para evidenciar esta verdad.

Siempre presente en la creación

Notemos cómo fue revelado en el libro del Patriarca: “Cantaban juntas las estrellas del alba, y todos los hijos de Dios gritaban de gozo” (Job 37:8). En la semana de creación hubo cánticos y notable música en los cielos. Este mismo ambiente musical también está presente en el libro de Apocalipsis: “A toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos” (Ap. 5:13). En el periodo entre el inicio y final del universo, la música será parte debida de la adoración en gracia, e infaltable en el estado de gloria.

Ocasiones relevantes

Hubo música cuando los israelitas salieron de Egipto y vieron los cadáveres de sus perseguidores flotando en el mar Rojo: “Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico al Señor, y dijeron: Canto al Señor porque ha triunfado gloriosamente; al caballo y a su jinete ha arrojado al mar… Y Miriam la profetisa, hermana de Aarón, tomó en su mano el pandero, y todas las mujeres salieron tras ella con panderos y danzas” (Ex. 15:1,20). Ejecutaron música vocalizada e instrumental. El mismo Moisés, cuando terminó de repetir las palabras de la  Ley y todas sus ordenanzas, cantó o le puso música a tan gran acontecimiento: “Habló Moisés a oídos de toda la asamblea de Israel las palabras de este cántico hasta terminarlas” (Dt. 31:30).

El Mesías

Cuando el Salvador del mundo, enviado desde el cielo, entró a esta tierra, fue aclamado con música: “De repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace” (Luc.2:13-14). Los ángeles del cielo también alaban a Dios con música. En situaciones adversas sobre esta tierra, el uso de la música es recomendado, y esto puede ser visto en el ejemplo de nuestro Señor ya que, momentos antes de que el Hijo del Hombre fuese entregado como redención por nuestros pecados, Él mismo hizo uso de la música: “Después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos” (Mt.26:30).

Pablo prontamente tuvo oportunidad de imitar este santo ejemplo: “A medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los presos los escuchaban” (Hech.16:25). Y en el Nuevo Testamento encontramos una invitación similar: “La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones” (Col. 3:16). Cuando la Palabra de Dios abunda en un corazón, ese mismo corazón hará buen uso de la música para adorarle. Agregamos que en la adoración en el paraíso serán empleados instrumentos musicales de cuerdas: “Los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas” (Ap. 5:8).

Instrumentos musicales

Que el ser humano es capaz de convertir elementos y cosas en instrumentos para la música es una bendición del Padre Celestial: “Los bendijo Dios y les dijo: … Ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Gen.1:28). El creador nos dotó de poder para dominar o transformar lo líquido, sólido y gaseoso, y fue una bendición sin condiciones; el requisito es ser descendiente de Adán. Un ateo puede ser capaz de producir grandes inventos. Por esa bendición un descendiente directo de Caín, séptimo desde Adán, pudo crear; nótese: “Su hermano se llamaba Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan la lira y la flauta” (Gen.4:21).

El inventar instrumentos musicales es una bendición del Señor, por tanto aplica en toda justicia lo dicho por el apóstol en otro lugar: “De Dios, y para Dios son todas las cosas…Todas las cosas son puras para los puros”, esto es, que las cosas son buenas para ser usadas con buenos motivos. Así que, la música y los instrumentos musicales son medios de adoración al Creador. Usar instrumentos musicales, aun inventados por un impío, sería un acto justo de darle gloria al Creador. No debemos satanizar ningún instrumento, como tampoco satanizaríamos la electricidad, aun si malos hombres hagan mal uso de la energía.

La misma bendición, según Génesis 1:28, capacitó al inventor del automóvil como la de los instrumentos de percusión. Igual aplica en toda justicia con el Internet, o la TV, los cuales no pocas iglesias están usando para una mayor y más amplia difusión del Evangelio. Por mandato divino, David introdujo el uso de instrumentos musicales en la adoración pública, aun sabiendo que fueron inventados en la familia de Caín, enemigo de Dios. Notémoslo: “David situó a los levitas en la casa del Señor con címbalos, con arpas y con liras, conforme al mandamiento de David y de Gad, el vidente del rey, y del profeta Natán; porque el mandamiento procedía del Señor por medio de sus profetas” (2 Cr. 29:25). El cantor de Israel sabía muy bien que lo del Señor es para la adoración al Señor.

Conclusión

El tema de la música ha de ser seriamente considerado por todo verdadero Creyente, no como mera diversión musical, sino que nuestro Señor y Dios lo designó como elemento para dar placer a nuestros oídos e imaginación en la dulce labor de adorarle con entusiasmo y devoción. Así está escrito: “Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero también cantaré con el entendimiento” (1 Co. 14:15), esto es, con la debida atención y amor a las palabras de la teología de nuestros himnos, acompañados de instrumentos musicales. Así que, concluimos en santo coro con el salmista: “Al Señor cantaré mientras yo viva; cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista”. Amén.

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