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Martín Lutero no estuvo solo hace 500 años. Y no está solo hoy. Para marcar los 500 años de la reforma, Desiring God preparó una serie con un artículo nuevo cada día por el mes de octubre a través de personajes clave de este evento.

10 de febrero de 1554: dos días antes de que Lady Jane Grey suba al cadalso. El capellán católico John Feckenham entra a la celda de Jane en la Torre de Londres con la esperanza de salvar su alma. O al menos eso es lo que piensa.

La reina María (también conocida como “María la Sangrienta”) ya había firmado la orden de muerte de su prima Jane, pero envió a su capellán experimentado para ver si podía convencer a Jane de regresar a Roma antes de su ejecución. Jane tiene aproximadamente diecisiete años.

A continuación, sigue un debate de ánimos cargados: Feckenham, el apologista católico, y Jane, la adolescente reformada. Él insiste que la justificación viene por fe y obras; ella se mantiene firme en sola fide. Él afirma que el pan y el vino eucarísticos son el mismo cuerpo y sangre de Cristo; ella sostiene que los elementos simbolizan el trabajo salvador de Jesús. Él afirma la autoridad de la Iglesia Católica a la par de las Escrituras; ella insiste en que la iglesia está ubicada bajo la mirada penetrante de la Palabra de Dios.

“Estoy seguro de que nunca nos veremos [de nuevo]”, Feckenham finalmente le dice a Jane, insinuando su condenación. Pero Jane le devuelve la advertencia: “La verdad es que nunca nos veremos [otra vez], a menos que Dios cambie tu corazón”.

El Dios soberano de Lady Jane

Desde una perspectiva, la vida de Jane es una historia de manipulación, de personas poderosas usando a una adolescente como un apoyo social y político. Sus padres forzaron un severo régimen educativo sobre ella con la esperanza de que pudiera casarse con el heredero al trono de Inglaterra. Cuando pasó esa oportunidad, los Grey se confabularon con el primer ministro del rey para casar a Jane con Guildford Dudley, un hombre al que ella despreciaba. Y luego, cuando muere el rey, un grupo de conspiradores políticos le entregó a Jane la corona que le costaría su cabeza.

Hasta cierto punto, esta es una perspectiva verdadera pero pertenece a Eclesiastés: es la perspectiva “debajo del sol” de Lady Jane. A través del lente de la providencia de Dios, aparece una Jane diferente. Una Jane que usó su griego y hebreo para estudiar las Escrituras en su lengua original. Una Jane enviada a la corte de Enrique VIII para prepararse, solo para encontrarse con Jesús a través del testimonio cristiano de la reina Catalina Parr. Y, finalmente, una Jane que se enfrenta a juicio, encarcelamiento, y decapitación con las palabras de Dios en sus labios.

Esta segunda perspectiva no es un intento de hagiografía o adoración de héroes. Los recuentos históricos nos dicen que Jane podía ser tan terca como una mala hierba. La perspectiva simplemente reconoce que el Dios de José aún hila la redención a través de familiares confabulados y celdas solitarias. “Tenías la intención de usarme para tus propios fines”, Jane podría haberle dicho a muchas personas, “pero Dios lo cambió en bien” (Génesis 50:20).

La celda en la torre

Lady Jane, a regañadientes, tomó el trono el 10 de julio de 1553, y voluntariamente lo dejó el 19 de julio de 1553, cuando María reunió un ejército para destituir a su prima reina. Por lo que Jane es recordada por un número: la reina de los nueve días.

El 7 de febrero de 1554, María firmó la orden de muerte que llevaría a Jane al patíbulo solo cinco días después. Además de la discusión con Feckenham, Jane pasó sus últimos días preparando un breve discurso para su ejecución y enviando algunas declaraciones finales. En el interior de su Nuevo Testamento en griego, escribió a su hermana menor, Katharine,

“Este es el libro, querida hermana, de la Ley del Señor. Es su testamento y su última voluntad, que nos legó a nosotros, miserables, y que te guiarán hacia el camino del gozo eterno… Y mientras toco mi muerte, regocíjate como yo, buena hermana, que seré liberada de esta corrupción, y puesta en incorrupción. Porque estoy segura de que, por perder una vida mortal, ganaré una vida inmortal”.

En la guillotina

La mañana del 12 de febrero trajo a Jane a la pared de la Torre Blanca central, donde una pequeña multitud y un verdugo aguardaban su llegada. Dirigiéndose a los espectadores, Jane anunció: “Yo espero ser salva por ningún otro medio, sino solo por la misericordia de Dios, en la sangre de su único Hijo, Jesucristo”. Luego se arrodilló y recitó el Salmo 51: “Ten piedad de mí, oh Dios…”.

Una vez vendada, Jane se acercó a tientas al bloque de ejecución y apoyó su cabeza en la ranura. El último sonido que escuchó la multitud antes de que el hacha entrara al bloque fue una oración de la voz de Jane, de diecisiete años: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Así terminó la vida de Lady Jane Grey, la mártir adolescente.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Jenny Midence-García.
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