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Nuestro querido amigo, James Innell Packer, ha sido liberado de esta vida.

Muchos de nosotros sentiremos, como yo, una pérdida personal y profunda. Lo extrañaremos, y por buenas razones.

Packer encarnaba las características personales y los ideales de ministerio que los evangélicos más veneramos. Era santo y sensible, brillante y práctico, fiel y pacífico, valiente y caritativo, alegre y sereno, franco y gentil, humilde y audaz, sumiso a las Escrituras y sensible al Espíritu. Sobre todo, Packer honró a Cristo. Entonces, mi propósito aquí, como dice la Escritura, es “tenerlo en alta estima” (Fil. 2:29).

Después de escuchar a Packer predicar y enseñar, y después de leer sus libros y ensayos durante más de 40 años, recuerdo con gratitud cinco marcas sobresalientes de su vida y ministerio.

1. Packer honraba las Escrituras, y ayudó a toda una generación a establecerse en esta misma confianza

En la copia de de mi padre de Fundamentalism” and the Word of God [Fundamentalismo y la Palabra de Dios], esta oración está subrayada: “La Escritura misma es la única capaz de juzgar nuestra doctrina de la Escritura”. Típico de Packer. Con gentileza nos lleva a ser más conscientes de nuestra propia visión de la Escritura, sea fiel o errada. Y en el artículo “Infalibilidad e inerrancia de la Biblia”, en el New Dictionary of Theology [Nuevo Diccionario de Teología], Packer escribe sabiamente: “Negar la infalibilidad bíblica intercambia problemas manejables en el texto por perplejidades inmanejables en la teología y la vida espiritual”. Subrayé esa oración en mi copia del libro, porque establece simple, clara y útilmente por qué los cristianos fieles basan su conocimiento en la Biblia. Y en su valiente protesta contra la traición a las Escrituras de su propia denominación: Por qué salí (Christianity Today, 1 de enero de 2003), Packer establece su postura al respecto:

“La creencia cristiana histórica de que a través de los profetas, el Hijo encarnado, los apóstoles y los autores de la Escritura canónica como cuerpo, Dios ha usado el lenguaje humano para decirnos de manera definitiva y transcultural sobre sus caminos, sus obras, su voluntad y su adoración. Además, esta verdad revelada se entiende al dejar que la Biblia se interprete a nosotros desde adentro, sabiendo que el camino hacia la mente de Dios es a través de los escritores”.

Cuando Dios ha hablado, no se necesita validación externa. Packer insistió fiel, amorosa, e inteligentemente en esa convicción, guiándonos al resto de nosotros a una fe más profunda.

2. Packer amaba al Cristo crucificado y nos enseñó a reverenciar la cruz como el remedio suficiente de Dios para nuestra culpa moral objetiva

Su ensayo ¿Qué logró la cruz? La lógica de la sustitución penal, reimpreso en In My Place Condenned He Stood [En mi lugar, condenado Él fue], resolvió la cuestión, para mí, de esa doctrina clásica. Mi mente va inmediatamente a la nota al pie número 33, citando a Martín Lutero ––“Lutero pone esto dramática y exuberantemente, como siempre fue su estilo”–– sobre Jesús llevando nuestra identidad a la cruz:

“Nuestro Padre misericordioso… envió a su único Hijo al mundo y le impuso los pecados de todos los hombres, diciendo: ‘Sé tú, Pedro, el que niega; Pablo, ese perseguidor, blasfemo y cruel opresor; David, ese adúltero; ese pecador que comió la manzana en el paraíso; ese ladrón que colgó en la cruz; y por un momento, sé tú la persona que ha cometido los pecados de todos los hombres; mira, pues, que pagues y satisfagas por ellos’”.

Gracias a Packer, este fragmento de Lutero ha encontrado su camino en mi predicación más de una vez, y su clara visión ha liberado a las personas de su pasado tiránico.

El amor de Packer por la verdad del evangelio es obvio en cada parte de su trabajo ––especialmente en su ensayo introductorio de The Death of Death in the Death of Christ [La muerte de la muerte por la muerte de Cristo], de John Owen. Aquí Packer me elevó por encima de mi inmaduro entusiasmo por los cinco puntos del calvinismo, hasta llevarme al punto más esencial: “Para el calvinismo en realidad solo hay un punto en el campo de la soteriología: el punto de que Dios salva a los pecadores”. Y luego Packer habló sobre ese tema, con un poder convincente. Cité esta sección de su ensayo en el capítulo uno de mi exposición de Isaías, como el armario de Narnia para el mensaje del evangelio del profeta.

3. Packer extrajo del movimiento puritano muchas ideas sorprendentes que marcaron mi generación

En mi copia de A Quest for Godliness: The Puritan Vision of the Christian Life [Una búsqueda de la Piedad: La visión puritana de la vida cristiana], resalté en amarillo esta oración de la página 39:

“[El] fin para el cual todo orden de la iglesia, desde el punto de vista puritano, era un medio, y para el cual todo lo supersticioso, engañoso y que apagaba el Espíritu debía ser desarraigado, era la gloria de Dios en y a través de la salvación de los pecadores y la edificación de congregaciones vivificadas en las cuales las personas se encuentran con Dios”.

Esa frase resume lo que hemos perseguido, por gracia, en la Iglesia Immanuel en Nashville (Estados Unidos). Tenemos una deuda de gratitud con Packer, y por él, también a nuestros antepasados puritanos por tanta claridad y valor para no dejar que nada se interponga en el camino de Dios en la forma en que “hacemos iglesia” hoy.

4. Packer era un amigo para el avivamiento ––y un amigo muy impresionante, porque era un hombre teológicamente concienzudo

Él ansiaba ver al Señor moverse con poder a través de su Iglesia. Packer entendió cuál era problema: “La irrealidad hacia Dios es la enfermedad degenerativa de gran parte del cristianismo moderno” (El conocimiento del Dios Santo, 228). Y él abrazó el remedio. En su libro God in Our Midst [Dios en medio de nosotros], identificó cinco marcas del avivamiento auténtico: (1) conciencia de la presencia de Dios, (2) respuesta a la Palabra de Dios, (3) sensibilidad al pecado, (4) vitalidad en comunidad, y (5) fruto en el testimonio. Luego, Packer nos hizo un llamado, sabia y pastoralmente, para abrirnos. Además, por supuesto, nos ofreció Caminar en sintonía con el Espíritu, una valiosa obra de corrección y aliento en medio de la confusión y la controversia. Recuerdo haber escuchado a Sinclair Ferguson comentar cuán raro es que los libros serios sobre el Espíritu Santo incluso mencionen el avivamiento. Packer no nos defraudó: definió y describió el avivamiento de manera clara, persuasiva, y conmovedora.

5. Packer nos ayudó a conocer mejor a Dios

La palabra “clásico” se usa en exceso. Pero el libro de Packer El conocimiento del Dios Santo merece ser llamado un clásico. En nuestra copia, mi esposa, Jani, notó esta afirmación mordaz: “Somos hombres modernos, y los hombres modernos, aunque aprecian los grandes pensamientos del hombre, tienen por regla general pequeños pensamientos acerca de Dios”. Esta es la verdadera fuente de nuestra miseria más profunda. Pero este libro nos lleva con respeto y consideración a las glorias curativas de nuestro Dios y Padre. ¿Y quién más, en un libro sobre conocer a Dios a nivel personal, incluiría una sección sobre el libro de Eclesiastés? Packer lo hizo, y con una honestidad reveladora:

“El Dios que gobierna [este mundo] se esconde a sí mismo. Rara vez pareciera que este mundo estuviera dirigido por una Providencia benevolente. Rara vez pareciera que hay un poder racional detrás de todo. A menudo y con frecuencia, lo que no vale para nada sobrevive, mientras que lo que es valioso perece”.

Respeto a un guía espiritual que tiene la sensibilidad de volar directamente al centro de esa tormenta, seguro de que veremos más de Dios en su inescrutabilidad.

El legado fiel de Packer

En el epílogo del libro de Leland Rykenk, J. I. Packer: An Evangelical Life [J. I. Packer: Una Vida Evangélica], Packer se describe a sí mismo como “un generalista histórico-teológico… con un interés especial en la herencia evangélica de la piedad reformacional, puritana, avivada y renovada”. Y mi propio compromiso con esa herencia es más seguro y más articulado debido a este querido hombre. Estoy agradecido. Me siento pastoreado, cuidado, y ahora más responsable de invertir y pastorear a la próxima generación.

Por ahora hemos perdido no solo a J. I. Packer sino a toda una generación de magníficos líderes cristianos. Por ejemplo, Billy y Ruth Graham, Carl Henry, Francis y Edith Schaeffer, John Stott, Bill y Vonette Bright, Jim y Elisabeth Elliot, Ray y Anne Ortlund, y muchos otros. Nos han dejado con ejemplos inspiradores… y sin excusas. Sus historias son una prueba viviente de que nuestra carrera también es posible de correr, conforme miramos a Jesús (Heb. 12: 1-2).

Sigamos avanzando.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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