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Nota del editor: 

«A tu descendencia daré esta tierra». Esta promesa divina hecha a Abraham en Génesis 12:7 introduce el profundo vínculo entre la tierra que se prometió a Israel y la narrativa del pueblo que la habita. Este tema de las promesas de la tierra, tan perdurable como controvertido, se extiende desde la historia bíblica hasta la geopolítica moderna. Al cumplirse un mes de la guerra entre Hamás e Israel, pedimos a tres eruditos veteranos evangélicos de alto nivel —G. K. Beale, Darrell Bock y Gerald McDermott— que explicaran la profundidad de esta relación bíblica entre Israel y la tierra y que consideraran si sigue siendo relevante para la iglesia en nuestro tiempo. Lee las otras perspectivas: G. K. Beale | Gerald McDermott.

Resumen: En este ensayo, Darrell Bock analiza la interpretación matizada de la promesa de la tierra que Dios hizo a Israel. Destaca que el Nuevo Testamento no descarta la promesa a Israel, sino que la contextualiza en un relato más amplio de inclusión y reconciliación entre las naciones. La promesa tiene sus raíces en el compromiso de Dios con Abraham y se extiende para abarcar una bendición divina más amplia a través de Cristo, la simiente definitiva de Abraham. Bock afirma que la presencia física de Israel en la tierra durante el periodo neotestamentario no niega la vigencia de la promesa, sino que subraya la falta de paz que también formaba parte de la promesa. En última instancia, la promesa de la tierra se considera, según Bock, parte de la gran narrativa de redención de Dios. El papel de Israel es central debido a su Mesías, y la fidelidad de Dios a Sus promesas es un testimonio de Su carácter y plan de reconciliación que incluye a todas las naciones.


Israel y la tierra se trata de una promesa divina que incluye a un pueblo específico. En pocas palabras, Dios cumple Sus promesas a quienes las reciben. A menudo se afirma que el Nuevo Testamento hace que la promesa de la tierra pase de referirse a Israel como pueblo en la tierra a referirse al pueblo de Dios en el mundo. Esto es una simplificación excesiva. La pregunta es si esa expansión universal neutraliza la promesa específica hecha a Israel de un pueblo en una tierra.

A veces se dice que el Nuevo Testamento no dice nada sobre la promesa de la tierra. Esto ignora una realidad del Nuevo Testamento del primer siglo. Israel está en la tierra durante este tiempo, así que no hay mucha necesidad de recordarle a la nación una promesa que ya está en vigor. Lo que le falta a Israel es la paz prometida. Israel como pueblo entre las naciones «ciertamente no habría excluido a la nación de Israel». (Como Craig Blaising y yo señalamos en Progressive Dispensationalism [Dispensacionalismo progresivo], el Nuevo Testamento hace énfasis en la inclusión gentil y no en la exclusión israelita de la promesa. Esto no se trata de nacionalismo, sino de reconciliación y paz entre las naciones).

Promesa

¿Qué tan extensa y específica es esta promesa de la tierra? La promesa es específica y se basa en el carácter de Dios. Dios vinculó la promesa de un pueblo y una tierra a los compromisos contraídos con Abraham en Génesis 12:1-3. El tema de la tierra encabeza esta promesa en el versículo 1. Dice: «Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré». El pueblo de Israel va a ejemplificar la bendición divina en el versículo 2, concretamente: «Haré de ti una nación grande». Funcionan como un pueblo que da testimonio de Dios. Ese testimonio no solo está presente en la persona del Mesías, sino que también forma parte de un programa de reconciliación entre los pueblos (Ef 2 – 3).

El Nuevo Testamento hace énfasis en la inclusión gentil y no en la exclusión israelita de la promesa

Este mismo Israel se distingue de las naciones dentro de esta promesa en el versículo 3, ya que la bendición al mundo vendrá a través de ellos y de la simiente de Abraham. Génesis 12:7 habla de esta promesa como siendo para los descendientes o simiente de Abraham: «A tu descendencia daré esta tierra». En Génesis 13:15-16, se repite la promesa de la simiente: «Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra». Ahora bien, en el Nuevo Testamento se considera que la simiente es Jesús el Cristo (Gá 3:16). Él es la simiente por excelencia como ejecutor de esta promesa. Pero Israel, como pueblo entre las naciones, sigue siendo beneficiario de esa promesa cuando cree. Incluir a otros o ampliar la promesa al mundo no elimina la promesa original ni a los beneficiarios. Esto es especialmente cierto cuando Romanos 9 – 11 busca una respuesta de Israel como pueblo hacia Jesús como el Cristo. Ellos serán más que el remanente del tiempo de Pablo.

Dios repite la promesa de la tierra a los patriarcas con regularidad. Aparece en reafirmaciones a Abraham (Gn 15:5-7, 18-21; 17:1-8), Isaac (26:2-5) y Jacob (28:3-4, 13-15). Así pues, la bendición como pueblo implica la inclusión de una tierra para una nación en paz. El libro del Génesis termina con una promesa sobre esta tierra a José (50:24). Se trata de una promesa reiterada para una nación de personas específica entre las naciones.

El Génesis no está solo. El Señor le dice a Moisés en Éxodo 6:4: «También establecí Mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra donde peregrinaron». También en el versículo 8: «Los traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y se la daré a ustedes por heredad. Yo soy el SEÑOR». La tierra para este pueblo es una parte central de la promesa. Entonces, ¿es esta posesión temporal y condicional?

¿Es la promesa de la tierra en última instancia condicional?

Deuteronomio 28 – 32 condiciona su bienestar y seguridad en la tierra. Eso implica una elevación entre las naciones en bendición (Dt 28:1, 8, 12). La desobediencia llevará a la derrota, la huida y otros desastres (vv. 15-37). Huir de la tierra y la servidumbre a otras naciones forma parte de esta advertencia (vv. 48-49). Pero ¿es permanente? ¿Cambia esto el estatus final de la promesa de la tierra?

La respuesta está en Deuteronomio 28 – 32. Deuteronomio 28:62 enseña que el juicio por la desobediencia es severo; los versículos 63-64 dicen que este juicio incluye la dispersión entre las naciones. ¿Es esa la última palabra? No. Deuteronomio 30 habla de un cambio. Allí el Señor trae a Israel de vuelta a la tierra y a la bendición (vv. 1-4). En el versículo 5, esta bendición es mayor que la recibida anteriormente por sus antepasados. En Deuteronomio 32, un canto de Moisés lo conmemora.

Josué 21:43 dice: «De esa manera el Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres». Este no fue el cumplimiento final de esta promesa, ya que incluía la idea de paz en la tierra. Así que pasamos al desplazamiento de la tierra con Asiria y Babilonia, y debemos preguntar de nuevo: ¿Cambió esto el estatus final de la promesa?

Promesa de volver a ser reunidos

Jeremías 11:1-17 describe a la nación bajo los efectos de la maldición deuteronómica por desobediencia. En Jeremías 32 – 33 aparece un contraste. En el capítulo 32, el profeta compra un campo en Anatot, simbolizando que Israel volverá a la tierra. Jeremías 32:22 señala la promesa del pasado, y luego se dice que los babilonios vinieron en los versículos 23-24 a causa de la desobediencia. El versículo 25 cierra el resumen, señalando sobre Anatot: «Tú me has dicho, oh Señor DIOS: “Cómprate el campo con dinero”».

Jeremías 32:26-44 resume lo que sucede. Babilonia viene a causa de la desobediencia, sin embargo, Dios dice:

Yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los he echado en Mi ira, en Mi furor y con gran enojo, y los haré volver a este lugar y los haré morar seguros. Ellos serán Mi pueblo, y Yo seré su Dios (vv. 37–38, énfasis añadido).

Los versículos 40-41 son más enfáticos: «Haré con ellos un pacto eterno [olam] de que Yo no me apartaré de ellos para hacerles bien… Los plantaré fielmente y de todo corazón con firmeza en la tierra».

Sorprendentemente, Jeremías 31:31-34 acaba de mencionar el nuevo pacto para Israel y Judá. Sella ese pacto con otra afirmación en 31:37: «Así dice el SEÑOR: “Si los cielos arriba pueden medirse, y explorarse abajo los cimientos de la tierra, también Yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hayan hecho”, declara el SEÑOR». Ahora, a modo de cierre, Jeremías 33:17 señala que el pueblo nunca se quedará sin un Descendiente de David una vez que se cumpla la promesa.

Pase lo que pase con la promesa acerca de Cristo, sea cual sea la expansión que implique la promesa, no implica la eliminación de estos compromisos

Tan seguras como son los días y las noches, tan seguras son las promesas de Dios a Israel sobre un Rey ante las naciones en general. La Palabra misma de Dios y la promesa son la base de este compromiso. Ezequiel 20:40-41 es similar. Pase lo que pase con la promesa acerca de Cristo, sea cual sea la expansión que implique la promesa, no implica la eliminación de estos compromisos.

Dos puntos permanecen. En primer lugar, se trata del destino de Israel entre las naciones. La imagen impide una lectura que simplemente absorba a Israel entre las naciones. En segundo lugar, la promesa original del pacto a Abraham es la base de la acción. Dios cumple Su Palabra.

A dónde nos lleva la promesa

El Nuevo Testamento afirma esta promesa. Jesús y los apóstoles reafirman el papel de Israel. He tratado este argumento en detalle en mi capítulo en The People, the Land, and the Future of Israel: Israel and the Jewish People in the Plan of God [El pueblo, la tierra y el futuro de Israel: Israel y el pueblo judío en el plan de Dios]. Ese debate añade otra dimensión a este tema de la tierra. Es la simiente por excelencia y los que le siguieron quienes comparten este tipo de esperanza que incluía a Israel. Los textos que aquí se incluyen son Mateo 19:28; Lucas 13:34-35; 21:20-24; 22:30; Hechos 1:6-7; 3:18-22; 26:7; y Romanos 9-11.

La promesa nos lleva a la tierra de la promesa y la presencia de Dios. Unidad y diversidad; igualdad y, sin embargo, distinción; una evidencia perpetua de la reconciliación que Dios trae a todos y a todas las naciones a través de Su obra del nuevo pacto en Su Heredero davídico en Su reino. Israel es el centro del mundo gracias a su Mesías. Y en todo ello, Dios ha cumplido Su Palabra a los patriarcas de Israel, porque Dios cumple Sus promesas a aquellos con quienes las hace, mientras obra una reconciliación que implica a todas las naciones (Is 19:23-25).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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