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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de la clase de Hermenéutica, del Instituto Integridad y Sabiduría. Para conocer más acerca del II&S, visite su página web.

Las parábolas de Jesús ocupan un lugar importante en la imaginación y corazón de los cristianos. Ellas se caracterizan por tener una estructura simple, y por ser cautivantes e incluso entretenidas. Están llenas de significado no solo teológico, sino también espiritual y emocional. Aunque son historias con más de 2,000 años de antigüedad, siguen siendo pertinentes.

El término parábola viene del griego parabole, y este del verbo parabalo que se traduce como “comparar”, o “comparación”. Una parábola compara una realidad de la vida cotidiana con una verdad espiritual. Cada parábola intenta llamar la atención acerca de una verdad específica.

El gran problema al leer estas historias es que podríamos jugar con miles de interpretaciones. Sin embargo, no hay duda que en los Evangelios, los evangelistas las incluyeron para que ilustren las enseñanzas de nuestro Señor. Es por eso que, como intérpretes de las Escrituras, debemos buscar cuál es aquella verdad en el corazón del Señor que Él quiere transmitir a sus oyentes mediante la parábola que estemos leyendo.

¿Qué debemos saber para interpretar correctamente las parábolas de Jesús? Estos son tres principios claves:

1. Interpreta las parábolas como un todo

Este principio es crucial para interpretar las parábolas y por eso le dedicaré más espacio que a los demás.

Así como no podemos saber qué sucederá con los personajes de una película si dejamos de verla a la mitad, necesitamos conocer la parábola como un todo para entenderla. El significado de la parábola no está en los detalles periféricos. Más bien, está diseñada para que los oyentes entiendan el significado de golpe.

Si sobreenfatizamos los aparentes “detalles” de una parábola, esta pierde su inmediatez y su capacidad de iluminar profundamente un aspecto específico de la verdad.

Por ejemplo, aunque la parábola de los dos deudores en Lucas 7:36-50 tiene muchos detalles, en la pregunta que vemos al final podemos ver la intención general y única de Jesús: “¿Cuál de ellos, entonces, lo amará más?”.

Esto tiene un término en la hermenéutica: el tertium comparationis. Se trata de encontrar el “único punto de comparación” que existe entre la historia narrada en la parábola y la verdad espiritual que el Señor está buscando iluminar.

Cada vez que leemos una parábola, debemos preguntarnos: ¿Cuál es el tertium comparationis de esta parábola? Esto es, ¿cuál es el único punto de comparación? Y es que toda la historia me lleva hacia una sola verdad que debo encontrar en la parábola. Por ejemplo, en la parábola de las vírgenes en Mateo 25, en la fiesta de bodas, el tertium comparationis de la parábola es la enseñanza de estar preparados. Ese es el punto de la parábola.

Todos los detalles de las parábolas deben quedar sujetos al punto, intención, y significado central que el Señor quiso darle a la parábola en su conjunto. No debemos, por ningún motivo, procurar jugar con la parábola y con los detalles.

Todos los detalles de las parábolas deben quedar sujetos al punto, intención, y significado central que el Señor quiso darle a la parábola en su conjunto.

Esto no significa que la búsqueda de un propósito central en la parábola queda reducida a una apreciación simplista. El propósito puede estar dividido en subpuntos homogéneos. Volviendo a la parábola de las vírgenes, podemos ver a las prudentes que estaban preparadas, a las insensatas que no lo estaban, y la llegada del novio que se tardaba, la cual se cumple fielmente al arribar. Por lo tanto, la preparación de las vírgenes tenía que darse en el momento y lugar adecuado. Pero todas las enseñanzas de la parábola van en la misma dirección: la preparación. No puedo apartarme de esa realidad, porque es la que el Señor afirmó a través de esta historia, con sus diferentes aristas.

Al mismo tiempo, ver la parábola como un todo nos ayuda a evitar la alegorización, que es darle un significado simbólico a los detalles y a la historia, significado que no está en realidad en la parábola o la explicación que Jesús hace de ella.

Por ejemplo, Agustín de Hipona interpretó la parábola del buen samaritano así: Adán era el hombre que estaba caído, Jerusalén era la paz y la salvación, Jericó la mortalidad humana, los ladrones eran el diablo y sus huestes, los golpes eran la incitación a pecar, las ropas y sus pertenencias despojadas eran la pérdida de la inmortalidad. Cuando los ladrones dejaron al hombre medio muerto, ese era el estado espiritual de su alma. El sacerdote que pasó representaba la religión del Antiguo Testamento, mientras que el samaritano representaba al Señor. El vendaje representaba los sacramentos, que sanan el alma. El aceite era la unción del Espíritu. El vino era la sangre del Señor. La cabalgadura era la servidumbre de Jesús, el mesón la iglesia, y el mesonero Pablo. Los dos denarios, la gracia y la misericordia. Y “yo pagaré” son las coronas en el día del juicio.

Como podemos notar, aunque todo esto suena muy hermoso, nos lleva por un camino de interpretación en el que perdemos el significado de la parábola. ¿Cuál es el aspecto de esta historia que realmente nos cautiva? Es la compasión. Ahí está el significado de la parábola: la gracia inmerecida y el amor del Señor. Pero la alegorización nos aparta del efecto que la parábola debe producir en nosotros.

2. Interpreta las parábolas en términos prácticos, buscando la aplicación directa

Debemos entender las historias de Jesús en términos prácticos, y no alegóricos, simbólicos, o subjetivos. Vemos esto en las preguntas que Jesús hace al final de diferentes parábolas.

Por ejemplo, Jesús relató la parábola del buen samaritano en respuesta a la pregunta de un intérprete de la ley: “¿Quién es mi prójimo?”. Al concluir la historia, Jesús pregunta al intérprete: “¿Cuál de estos tres [hombres mencionados en la parábola] piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?”. Y luego le dice: “Ve y haz tú lo mismo” (Lc. 10:36-37). Aquí vemos cómo el Señor usaba las parábolas de manera directa.

Debemos entender las historias de Jesús en términos prácticos, y no alegóricos, simbólicos, o subjetivos.

Para interpretar las parábolas de esa manera práctica, es importante mirar el contexto en el que fueron anunciadas. Es decir, hay que ver cuáles fueron las preguntas y circunstancias que derivaron en la parábola, y cuáles fueron las consecuencias de ella.

3. Interpreta las parábolas entendiendo los detalles

La interpretación y aplicación de las parábolas para nuestro tiempo debe incluir una explicación contextual e histórica de lo que vemos en la parábola.

Es importante que, por ejemplo, en la parábola del rico y Lázaro, entendamos por qué el rico estaba vestido de púrpura y lino fino. Para un rico de esa época, vestirse de púrpura era un calificativo. El proceso de confección de esa tela con su color era muy extenso, y por eso solo la gente pudiente podía comprarla. Y el lino era una tela costosa, usada para la confección de vestiduras elegantes. Por tanto, ver a este hombre vestido así habla claramente de su estilo de vida.

La interpretación y aplicación de las parábolas para nuestro tiempo debe incluir una explicación contextual e histórica de lo que vemos en la parábola.

Por supuesto, es importante que no nos distraigamos mucho en los detalles, como he mencionado. Por eso, al estudiar una parábola, a veces me pregunto qué es lo menos importante de ella. Por ejemplo, en la parábola de las vírgenes, las lámparas muestran el sentido de lo que el Señor quiere enseñar, pero no son lo más importante. No me voy a enfocar demasiado en las las lámparas, sino que ellas son instrumentos para que el Señor me muestre una verdad.

Una parábola no cumplirá su propósito únicamente por su valor literario. El Espíritu Santo es quien nos lleva a toda verdad. Por tanto, nos toca buscar su guía, para que Él nos muestre cuál es el significado real, verdadero, y pertinente de las parábolas para nuestras vidas.


Imagen: Lightstock.
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