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¿Qué enseña la Biblia sobre la imposición de manos?

La imposición de manos en la iglesia se da cuando los ancianos o pastores ponen sus manos sobre un candidato para el ministerio, lo encomiendan a un rol particular del servicio y lo recomiendan a aquellos entre quienes servirá.

Antes de volvernos a lo que el Nuevo Testamento enseña acerca de la imposición de manos hoy, primero observaremos de manera breve cómo surgió, funcionó y se desarrolló esta práctica en la historia del pueblo de Dios.

La imposición de manos en el Antiguo Testamento

El uso general de la imposición de manos en el Antiguo Testamento es usualmente negativo: poner las manos sobre alguien es infligir daño (p. ej., Gn 22:12; Ex 7:4; Lv 24:14). También encontramos un uso especial donde los sacerdotes debidamente designados ponen las manos en un sacrificio para colocar ceremonialmente sobre el animal la maldición justa de Dios (p. ej., Lv 1:4, 3:2, 8; cp. Éx 29:10; Nm 8:12), en lugar de sobre las personas pecadoras; como en el día de la expiación (Lv 16:21).

Esta imposición de manos especial (o ceremonial) es a lo que Hebreos 6:1 se refiere cuando menciona seis enseñanzas, entre otras, en el primer pacto (la doctrina elemental de Cristo) que preparó al pueblo de Dios para el nuevo pacto (He 6:1-2).

Mientras que la mayoría de las menciones del Antiguo Testamento involucran sacerdotes y ceremonias del primer pacto, dos textos en particular anticipan cómo la imposición de manos llegaría a ser usada en la era de la Iglesia (usada para pasar una bendición a un líder formalmente reconocido). El libro de Números nos dice que el pueblo de Dios impuso sus manos sobre los sacerdotes para encargarlos oficialmente como sus representantes ante Dios y que Dios instruye a Moisés que ponga sus manos sobre Josué para encargarlo formalmente como el nuevo líder de la nación (Nm 8:10; 27:18).

Las manos de Jesús y sus apóstoles

Cuando llegamos a los Evangelios y Hechos, encontramos un cambio notable en el uso típico de la imposición de manos. Ahora que tenemos al Hijo de Dios mismo entre nosotros, encontramos un nuevo uso positivo de la frase, ya que Jesús pone sus manos sobre las personas para bendecir y sanar (Mt 9:18; Mr 5:23; Lc 13:13).

A medida que el evangelio avanza desde Jerusalén (Hch 1:8), Dios se complace en usar en algunas oportunidades la imposición de manos de los apóstoles como un medio y marcador visible de la venida del Espíritu a nuevas personas y lugares (Hch 8:17; Hch 19:6).

La imposición de manos en la Iglesia hoy

En las epístolas del Nuevo Testamento encontramos dos usos que continúan de los Hechos, y que hacen eco de las dos menciones anteriores en Números (8:10;27:18), y que establecen el curso para las referencias de Pablo en 1 y 2 de Timoteo.

Hechos registra que cuando la iglesia eligió a siete hombres para servir como asistentes oficiales de los apóstoles, «a éstos los presentaron ante los apóstoles, y después de orar, pusieron sus manos sobre ellos» (Hch 6:6). Aquí de nuevo, como en Números, encontramos una ceremonia de imposición de manos que marca el inicio formal de un nuevo ministerio para estos siete diáconos, reconociéndolos ante la gente y pidiendo la bendición de Dios en sus labores. Así sucede también cuando la iglesia de Antioquía envía a Pablo y Bernabé al primer viaje misionero (Hch 13:2-3).

Pablo encarga a Timoteo diciéndole: «No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio» (1 Ti 4:14). Timoteo fue enviado para esta tarea específica con el reconocimiento público de los líderes reconocidos, no solo por sus palabras, sino a través de la imposición visible, tangible y memorable de sus manos (2 Ti 1:6).

En el último texto clave, y quizá el más instructivo, Pablo encarga a Timoteo: «No impongas las manos sobre nadie con ligereza, compartiendo así la responsabilidad por los pecados de otros; guárdate libre de pecado» (1 Ti 5:22).

El encargo por parte de Pablo viene en una sección dedicada a los ancianos, donde habla de honrar a los buenos y disciplinar a los malos (1 Ti 5:17-25). Cuando líderes como Pablo, Timoteo y otros en la iglesia ponen sus manos sobre alguien para un llamado particular nuevo al ministerio, ponen su sello de aprobación sobre el candidato y comparten, en cierto sentido, la productividad y fallas por venir.

Con la imposición de manos y la unción con aceite, los ancianos se presentan ante Dios, en circunstancias especiales, con un espíritu de oración y peticiones particulares. Pero mientras que una de las funciones de la unción con aceite es pedir sanidad, la imposición de manos delega la autoridad y también pide bendición para el ministerio futuro. La unción con aceite en Santiago 5:14 de manera privada encomienda a los enfermos a Dios para sanidad; la imposición de manos en 1 Timoteo 5:22 encomienda y recomienda públicamente al candidato a la iglesia para un ministerio oficial. La unción aparta a los enfermos y expresa la necesidad del cuidado especial de Dios. 

En todo, quien da y bendice es Dios. Él extiende y expande el ministerio de los líderes. Él llama, sostiene y hace fructífero el ministerio del candidato. Dios enriquece, madura y cataliza a la congregación hacia el amor y las buenas obras, para ministrarse unos a otros, y aún más al ser servidos por la enseñanza, la sabiduría y el liderazgo fiel del recién nombrado anciano, diácono o misionero, todo para avanzar el evangelio y dar gloria a Dios.


Este es un artículo adaptado de una publicación anterior y publicado originalmente en Desiring God.
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