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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de La pirámide de la sabiduría: Cómo alimentar tu alma en un momento de posverdad (Editorial Patmos, 2021), por Brett McCracken.

Debemos examinar nuestra dieta diaria de ingesta de conocimientos (Ef 5:10). Puede ser nutritiva, lo que nos hace sabios y astutos, y nos capacita para prevenir infecciones intelectuales y aflicciones espirituales; pero también puede ser tóxica, lo que nos hace insensatos y más susceptibles a las mentiras y a las trampas de nuestro tiempo.

Estos son tres malos hábitos de «alimentación» informativa que son particularmente frecuentes en el mundo de hoy.

1) Comer demasiado

Así como comer demasiado de cualquier cosa nos causa indigestión o algo peor, demasiada información también nos enferma. Y nada caracteriza mejor a la era de Internet como el «exceso de información».

En teoría, el vasto depósito de información que tenemos a nuestra disposición es algo maravilloso. En la práctica, suele ser paralizante o abrumador tener que examinar tanta información. Por ejemplo, cuando buscas una recomendación. ¿En quién confías? ¿Qué método funciona para lo que quieres resolver? El atractivo de que Internet lo sabe todo promete claridad, pero a menudo solo complica.

Es el problema del espacio ilimitado. ¿Cómo puedes elegir la mejor opción entre tantas que no se diferencian, no están probadas y, más allá de las reseñas que envían los usuarios, no se han sometido a investigación?

El mundo necesita desesperadamente sabiduría, una verdad inquebrantable y unos cimientos sólidos. Solo el cristianismo brinda este tipo de sabiduría

Desesperados por sobresalir, los sitios web se ven motivados a utilizar titulares escandalosos y otros trucos para conseguir por cualquier medio necesario los codiciados clics. El resultado es contenido que suele ser apresurado (una versión polémica de la controversia de ayer), aleatorio, imprudente o incluso distorsionado para suscitar una controversia a corto plazo en lugar de sabiduría a largo plazo.

En el panorama competitivo de la era digital, el «alimento» de la información no se está volviendo más nutritivo, sino que se está convirtiendo en comida chatarra. Los Doritos siempre obtendrán más clics que la espinaca. Y así recorremos las mesas de bocadillos de las redes sociales y la comida chatarra en línea, atiborrándonos diariamente hasta el punto de la glotonería. No es de extrañar que esto nos esté enfermando.

2) Comer demasiado rápido

Cuando ingieres comida con prisa, a menudo pagas por ello más tarde. Por más conveniente que sea, la comida «rápida» no suele ser la más nutritiva. La mayor parte de la mejor comida, tanto en valor nutricional como en sabor general, se prepara y se come lentamente. Al igual que con la comida, lo mismo ocurre con la información.

Vivimos en una época de mucho ajetreo. Los acontecimientos que dominaron los titulares una semana son olvidados a la siguiente. Las redes sociales favorecen la tendencia del momento, pero no tienen ningún incentivo para volver al problema social del mes pasado, y mucho menos al del año pasado.

Internet es un medio del ahora. Su memoria es corta; su forma siempre cambia. Ya sea en un ciberanzuelo de algún tema polémico o en los hilos oportunos de Twitter, en Internet, la suerte favorece al más rápido; no promueve la sabiduría.

Ese tipo de ritmo no tiene tiempo para el pensamiento crítico. Cuando estamos condicionados a pasar rápidamente de un tuit a otro, de un tema polémico a otro, lo único que podemos hacer es hojearlo, no podemos leerlo con un pensamiento crítico y cuidadoso. Los estudiosos han descubierto que la naturaleza de la «comida chatarra» del consumo de información en línea está reconfigurando nuestros cerebros, de tal forma que está erosionando nuestras capacidades cognitivas para pensar de manera cuidadosa y crítica.

Maryanne Wolf, defensora de la alfabetización, escribe: «En una cultura que premia la inmediatez, la facilidad y la eficiencia, el tiempo y el esfuerzo que se requieren para desarrollar todos los aspectos del pensamiento crítico lo convierten en una entidad cada vez más asediada»1.

Para llevar la luz de la sabiduría cristiana a las tinieblas de nuestra era insensata, los cristianos deben recuperar hábitos de sabiduría en sus propias vidas

Por eso, las «noticias falsas», la desinformación viral y las teorías conspirativas son problemas cada vez más frecuentes. La velocidad a menudo conduce a errores. Nos hace susceptibles de caer en informes falsos y desinformar. Y no solo los blogueros aficionados y los que publican en Facebook son propensos a esto. Incluso los expertos más estimados de la sociedad y las instituciones más sagradas son vulnerables a cometer los errores que surgen al comentar o informar algo más rápido de lo que se puede llegar a entender.

Si el New York Times puede caer en la trampa de la velocidad de Internet de los reportajes demasiado apresurados e incorrectos, ¿en quién se puede confiar? Si los centros para el control de enfermedades no brindan información confiable sobre la dinámica de un contagio y la mejor manera de contenerlo, ¿quién lo hace? Con el tiempo, nuestro escepticismo con respecto a todas las fuentes nos lleva a volvernos hacia adentro, a confiar solo en nosotros mismos, lo que nos lleva a nuestro tercer mal hábito alimentario.

3) Comer solo lo que «me gusta»

Si solo hubiéramos comido nuestros alimentos favoritos, la mayoría de nosotros estaríamos enfermos o muertos. Así ocurre con nuestra dieta de información. Podríamos sentirnos tentados a consumir solo el material que nos gusta y nos place, pero eso nos dejará enfermizos. Por desgracia, esto es exactamente lo que muchos de nosotros hacemos en el mundo hiperindividualista de hoy, en el que cada uno elige su propia aventura.

Necesitamos una dieta basada en la ingesta de conocimientos que realmente cultiven la sabiduría bíblica para honra y gloria del Padre

Internet se construye a tu alrededor. Las búsquedas de Google, los algoritmos de las redes sociales, las recomendaciones de Siri, Alexa, Netflix y Spotify: todo está hecho a tu medida. En teoría, ¡esto es increíble! ¿Qué hay de malo con un mundo que gira en torno a ti y tus preferencias e inclinaciones particulares? Unas cuantas cosas.

En primer lugar, cuando todo gira en torno a ti y a tus gustos, solo será genial si sabes exactamente lo que es bueno para ti. Y por lo general, no lo sabemos.

El segundo problema es que cuando cada individuo vive una vida centrada en el «yo», es más difícil encontrar elementos en común con los demás. Empezamos a perder la capacidad de ser empáticos y no podemos conectarnos con las personas porque su experiencia del mundo es diferente a la nuestra en formas que ni siquiera podemos saber.

Todos vivimos en nuestras propias burbujas mediáticas, y no hay dos iguales. Parte de la razón por la que la sociedad es cada vez más divisiva es que no podemos tener conversaciones productivas cuando todos llegan con su propio conjunto de «hechos», «expertos» y sesgos de fondo, habiendo sido moldeados por una dieta de información completamente diferente a la de cualquiera de los demás. Y cuando no podemos relacionarnos con los demás, nos retiramos aún más a nuestras burbujas individualistas y autorreferenciales, que no son un entorno donde la sabiduría pueda crecer.

El mundo necesita desesperadamente sabiduría, una verdad inquebrantable y unos cimientos sólidos. Solo el cristianismo brinda este tipo de sabiduría, y es exactamente la medicina que necesita nuestra cultura enferma. Para llevar la luz de la sabiduría cristiana a las tinieblas de nuestra era insensata; sin embargo, los cristianos deben recuperar hábitos de sabiduría en sus propias vidas. Necesitamos una dieta basada en la ingesta de conocimientos que realmente cultiven la sabiduría bíblica para honra y gloria del Padre (1 Co 10:31).


1 Maryanne Wolf, Reader, Come Home (Nueva York: Harper, 2018), p. 62.
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