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Es un hecho que en el mundo evangélico hay variedad de posiciones en cuestiones doctrinales secundarias, es decir, doctrinas que no tienen que ver con temas fundamentales como la salvación. ¿Será que dentro de esa diversidad existe la posibilidad de acercarse de forma correcta, aunque distinta, a temas no tan claros?

Creo que sí. El libro Sabiduría y poder lo evidencia y nos anima a buscar con humildad ese acercamiento sobre los dones espirituales. Aquí te presento veinte frases llamativas sobre los dones del Espíritu Santo que encontré en mi lectura de este nuevo recurso escrito por el pastor Joselo Mercado.


Es evidente que no todos los continuistas somos locos emocionalistas, ni todos los cesacionistas fríos y legalistas (p. 9).

El fin del obrar del Espíritu en los creyentes es que digamos cuán inmenso Salvador tenemos en Cristo (p. 16).

Necesitamos profundizar en las Escrituras para que, al tener mayor discernimiento bíblico, honremos a Dios al evaluar con información bíblica las manifestaciones del Espíritu (p. 16).

No podemos separar de Cristo los dones del Espíritu. La obra del Espíritu nos deja en claro la obra de Cristo para salvarnos y para santificarnos (p. 26).

Los dones espirituales son producto del evangelio, muestran el evangelio y deben estar cubiertos del evangelio (p. 26).

Los dones que pareciera que no son extraordinarios siguen siendo carismas que vienen únicamente por obra extraordinaria del Espíritu Santo (p. 34).

Hemos olvidado que todos los dones son sobrenaturales al ser impartidos por el Espíritu Santo y que todos debemos cultivarlos para el beneficio y edificación del cuerpo de Cristo (p. 45).

El problema entre cesacionistas y continuistas es que hemos permitido que los extremistas sean los que controlen la discusión sobre este tema (p. 52).

Los dones no son dados para sentir algo, tampoco para elevar nuestro estatus en la Iglesia, ni para simplemente dar demostraciones de poder que asombren al auditorio (p. 75).

El evangelio nos ayuda a mantenernos humildes porque cuando permanecemos a los pies de la cruz es difícil ser orgullosos, y al reconocer lo que Cristo hizo por nosotros sin merecerlo, podemos servir a otros (p. 99).

El problema de vivir un cristianismo que se mide solo por experiencias es que las experiencias nunca nos dejarán estar satisfechos con la experiencia que nos promete el evangelio, ¡conocer a Jesucristo! (p. 100).

La Palabra muestra con absoluta claridad que la motivación al usar los dones espirituales es para la edificación del cuerpo de Cristo (p. 101).

El poder de Dios se manifiesta cuando usa personas débiles para servir a otros con el propósito de edificarlos y para Su gloria (p. 106).

Si la Iglesia va a madurar en unidad, entonces el evangelio debe ser aquello que provea la base y el poder para que ellos alcancen la humildad requerida (p. 109).

La espiritualidad bíblica no es poder ejercer un don con gran beneficio personal, sino usar los dones para el bien común (p. 114).

Nuestra búsqueda de los dones será correcta cuando amamos y así buscaremos practicar los dones para que otros sean beneficiados (p. 116).

Sin importar el don espiritual que vayamos a usar, siempre necesitaremos que el evangelio nos libre de la vanagloria y la amargura que solo traerá división (p. 130).

Busquemos ardientemente los dones espirituales que son evidencia de la presencia de Dios en medio nuestro y fueron dados por Dios para el servicio y para fomentar la unidad en el cuerpo (p. 131).

Los dones deben ser practicados en humildad porque no se trata de llamar la atención sobre nosotros, sino de apuntar al Señor Jesucristo (p. 138).

Si practicar un don no lleva a mediar en la proclamación del evangelio, entonces podríamos concluir que no es de Dios porque no fomenta el avance del evangelio (p. 141).

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