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El evangelismo y la acción social son amigos cercanos

Hace dieciocho años, cuando vine por primera vez a Japón como misionera, tuve que clarificar mi propósito. Los incrédulos japoneses a mi alrededor se preguntaban en voz alta sobre la naturaleza y la intención de mi trabajo. Un joven cristiano japonés incluso me dijo: “Ya no necesitamos misioneros”.

Si mi objetivo eran las conversiones a Cristo, no era una misión popular.

Cuando nos encontramos con escepticismo acerca de nuestros esfuerzos de evangelización, puede ser tentador responder: “Oh no, no quiero convertirte. Quiero servirte. Quiero mostrarte el amor de Dios”.

Pero cuando caemos en este tipo de mentalidad podemos perder de vista el evangelio de la gracia. Podemos comenzar a pensar que necesitamos un evangelio más grande y una misión más amplia para involucrar mejor a la cultura. Por supuesto, necesitamos establecer credibilidad y el derecho a hablar. Si los japoneses piensan que paso mis días en su país simplemente saliendo y comiendo mucho, eso no inspira respeto por mi mensaje. Eso a los japoneses les parece perezoso, pues a menudo trabajan largas horas todos los días. Ganarme el respeto de estos escépticos trabajadores fue una de las razones por las que enseñé inglés en la universidad durante 10 años.

Puesto que vivir el evangelio le da crédito a nuestras palabras, también busqué formas de servir y dar un buen testimonio de Cristo. En aquel tiempo en Japón no había hogares para mujeres embarazadas. Por lo general se colocaban a los niños en orfanatos en lugar de en familias adoptivas, y no existía la consejería post-aborto. Me parecía natural, como seguidora de Cristo, involucrarme. Así es como algunos cristianos japoneses y yo comenzamos a dirigir un centro de crisis para embarazos, un hogar para mujeres embarazadas, y un ministerio de consejería post-aborto. También estábamos a cargo de un café en el vecindario que servía como lugar de trabajo para las mujeres embarazadas que vivían conmigo.

A lo largo de los años he practicado el “ministerio de la palabra” y el “ministerio de la misericordia” simultáneamente. Pero también he notado que aquellos de nosotros que estamos profundamente preocupados por el activismo social podemos caer fácilmente en la justicia propia. Podemos pensar que no somos como otros que simplemente están “tratando de convertir a la gente”. ¡Estamos involucrándonos en el mundo de manera holística, haciéndolo un lugar mejor!

Ya que Dios ha llamado a algunos de nosotros a participar en la acción social, ¿cómo hacerlo sin moldearnos al mundo que supuestamente estamos tratando de cambiar? Nunca debemos olvidar que nuestro primer llamado es obedecer a la Gran Comisión. Somos soldados de la cruz, no simples activistas sociales que también son cristianos.

Soldados de la cruz

Como soldados de la cruz, siempre esperamos que nuestras acciones den como resultado mayores oportunidades para que las personas escuchen, crean, y obedezcan el evangelio.

En nuestro trabajo de justicia a menudo podemos recibir la aceptación del mundo por mejorar las vidas de las personas. Eso tiene cosas buenas. Pero si al final mueren sin Cristo, entonces, para ellos al menos, todo está perdido. Como soldados de la cruz, siempre esperamos que nuestras acciones den como resultado mayores oportunidades para que las personas escuchen, crean, y obedezcan el evangelio.

En 2011, un cineasta japonés presentó nuestro trabajo de apoyo a la adopción en un documental que me identificó como misionera cristiana. Este documental fue el primero de una serie que influyó enormemente en la percepción de la adopción en Japón. Debido al documental, y mi propia adopción de un niño con síndrome de Down, se me pidió, junto con los defensores de la adopción en Japón, hablar con miembros del gobierno japonés en Tokio, ya que consideraban políticas de adopción nuevas y restrictivas.

Finalmente, los funcionarios decidieron continuar permitiendo agencias de adopción privadas como aquella a la que pertenecíamos. Con bastante rapidez, el gobierno pasó de ser antiadopción a decididamente a favor de la adopción. De hecho, nuestro gobierno local a menudo envía a mujeres embarazadas a nuestro ministerio, incluso sabiendo que a las mujeres se les pedirá que tengan devociones conmigo todas las noches y que vayan a la iglesia.

En nuestro trabajo debemos recordar que no podemos salvar a las personas, pero podemos plantar semillas. Shizuka (no es su nombre real) era una mujer decidida y trabajadora que decidió llevar a término a su hijo, en parte debido a una conversación telefónica que tuvimos al principio de su embarazo. Cuando se quedó sin hogar, se mudó a nuestro ministerio durante las últimas semanas de su embarazo. Shizuka llegó enojada y siguió enojada hasta el día en que se fue. Ella me culpó por no haber tenido un aborto. Durante el estudio de la Biblia, ella y su vecina a menudo se burlaban de nosotros. A Shizuka no le gustaban los cristianos.

Después de que ella se fue, pudo conseguir un trabajo, y gradualmente llegó a amar a su hijo. A través de los años me mantuve en contacto y seguí orando. Lentamente Shizuka se ablandó. Comenzó a asistir a una iglesia cercana, donde la esposa del pastor se convirtió en una gran ayuda para ella. ¡Finalmente, recibí una foto de su bautismo! Hace unos días me envió una carta con fotos de ella y su hijo de vacaciones. Esta dura escéptica se ha convertido en una maravillosa madre cristiana.

Cuando solo estoy en modo de activista social, tiendo a centrarme en lo que hago. ¿Estoy haciendo una diferencia lo suficientemente grande? Pero cuando recuerdo que primero soy soldado de la cruz, me concentro más en lo que Dios está haciendo. Por eso, después de pedirles permiso, oro con mis aconsejados post-aborto. Muchas veces, la mujer (o el hombre) se derrumba durante la oración, y luego pide recibir nuestra orientación centrada en el evangelio. Dios puede hacer eso. Yo no puedo.

Hacemos todo en nombre de Jesús, con la esperanza de plantar semillas que florecerán en la salvación de portadores de Su imagen.

Como soldados de la cruz hacemos todo en nombre de Jesús, con la esperanza de plantar semillas que florecerán en la salvación de portadores de Su imagen, quienes se convertirán en discípulos. Tenemos en última instancia una perspectiva eterna, tanto para nosotros como para aquellos a quienes servimos.

Problema grande, solución más grande

Jesús dejó en claro que salvar a una oveja perdida lo vale todo. Los ángeles se regocijan de alegría. Como cristianos, queremos amar a nuestros vecinos y traer bendiciones prácticas a la mayor cantidad posible, pero solo el evangelio de la gracia tiene el poder de salvar. Al final, el mayor problema de todos es su necesidad de recibir el perdón de Dios de su propio pecado (por ejemplo, Mt. 9:1–8). Sin esta mentalidad, corremos el peligro de ayudar a las personas a caminar por un camino amplio que conduce a una mejor vida aquí, pero al final, a la destrucción.

Además, un soldado de la cruz anhelará el regreso de Cristo. Cristo es el guerrero supremo que arreglará todas las cosas. Mientras tanto, cumplimos con la Gran Comisión.

Mientras damos testimonio de Él, Dios puede llamarnos a renovar aspectos de la cultura, a soportar la persecución, a alimentar a sus ovejas, a servir fielmente en una vida cotidiana, o a ser mártires. Esto requiere mucha sabiduría sobre cómo nos conducimos durante nuestro breve tiempo en la tierra. Sin embargo, a pesar de nuestros llamados únicos, los cristianos en todas partes y en todo momento deben estar dispuestos a salir “a Su encuentro fuera del campamento, llevando Su oprobio. Porque no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir” (Heb. 13: 13–14).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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