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Ética para la era digital: definiendo y persiguiendo el bien para nuestro bien

Una amiga tuiteó recientemente que ella cree que la ética es una imposibilidad. Mientras explicaba lo que quería decir, me di cuenta de que muchos comparten esta actitud hacia la ética, especialmente en nuestra era digital. Con el surgimiento de tecnologías modernas sofisticadas, como la inteligencia artificial (IA), el reconocimiento facial, la bioingeniería y las redes sociales, nuestra sociedad cuestionará cada vez más qué es moral o inmoral y cómo podríamos llevar una vida ética. Estas definiciones, sin embargo, a menudo se basan en lo que parece ser correcto en el momento, no en un marco ético.

Entre los principios de inteligencia artificial de Google, las pautas adoptadas recientemente por el Departamento de Defensa de los EE. UU. respecto al uso militar de la tecnología, y la propuesta de la Unión Europea para un marco ético en el uso de la tecnología, nuestro mundo anhela dirección para abordar tecnologías complicadas y revolucionarias de una manera buena, justa, aplicable, y ética.

Ética a la moda

Los principios éticos a menudo se centran en la justicia como objetivo principal. La justicia, sin embargo, es un concepto vago, uno que puede ser mal utilizado y abusado para premiar a un grupo sobre otro, incluso para silenciar posiciones fuera de la corriente principal de nuestra sociedad.

Nuestro mundo anhela dirección para abordar tecnologías complicadas y revolucionarias de una manera que sea buena, justa, aplicable y ética

En nuestra era digital, la sociedad intercambia convicción y una ética sólida por lo que yo llamo “ética a la moda”: la ética definida por lo que es popular o lo que podría impresionar a otros. Tomamos posturas éticas basadas en lo que nos dará entrada al “grupo”. Afirmamos que una forma de injusticia está mal, pero que otra está bien porque “ellos” son el tipo de personas equivocadas. Proclamamos que nuestros enemigos están en el “lado equivocado de la historia” mientras luchamos por ganarnos el favor de un bloque de votantes en particular. Tales formaciones éticas están marcadas por un deseo de notoriedad e influencia, en lugar de distinguir el bien del mal.

El filósofo Slavoj Zizek alude a la ética a la moda cuando habla de “capitalismo verde” y las decisiones que toman las empresas para volverse verdes para ser vistas como éticas. Él argumenta que a menudo mitigamos la culpa por los problemas ambientales comprando estos productos ecológicos, ya que queremos que nos vean como conscientes del medio ambiente. Las empresas lo saben y cambian sus modelos para incitarnos a comprar allí.

Esto es similar a cómo reaccionaron las empresas de todo el mundo después de la histórica decisión de Obergefell vs. Hodges, que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. Sabiendo que ayudaría a su marca si fueran vistos como partidarios del matrimonio homosexual, muchas empresas cambiaron sus avatares sociales por arcoíris. Esta ética a la moda fue basada no en la convicción o la verdad trascendente, sino en el estado de ánimo de moda del momento.

[La ética a la moda] se define más por ganar notoriedad e influencia, en lugar de distinguir lo correcto de lo incorrecto

Debido a que hemos abandonado una ética trascendente, nuestra sociedad define lo “bueno” en función de lo que otros piensan de nosotros. Sin embargo, esto no es solo cierto para nuestros hábitos consumistas. Es cierto con las tecnologías que dirigen nuestro día y pronto podrían dirigirnos a nosotros.

Ética tecnológica

Influenciada por el auge del posmodernismo, nuestra sociedad se ha vuelto relativista cuando se trata de ética y religión. Estamos abiertos a que las personas tengan sus propios puntos de vista sobre la ética y la moral. Lo que finalmente queremos en la vida es lo bueno. Si se siente bien, debe ser verdad. Si creemos que es verdad, debe ser bueno.

Hay una sutil ironía en este relativismo cuando consideramos la investigación empírica y la ciencia. Nuestra sociedad no es posmoderna en lo que respecta a la tecnología y las ciencias. Perseguimos hechos concretos con el método científico. Creemos en la verdad inmutable sobre cómo funciona el mundo. Pero esta objetividad no invade nuestra ética y comprensión moral del mundo.

Estamos en una coyuntura interesante en cuanto a la tecnología y la ética, ya que nuestros desarrollos tecnológicos se basan en un marco moderno mientras que nuestra ética se basa en un marco posmoderno. Creo que es por eso que hay tanta confusión sobre la ética en nuestra era digital. Nos hemos enamorado tanto de lo que piensan los demás y de las versiones individualistas de la verdad, que se nos dificulta abordar los avances tecnológicos (no sea que ofendamos a alguien con una postura de verdad objetiva y firme).

Nos hemos enamorado tanto de lo que piensan los demás. . . que se nos dificulta abordar los avances tecnológicos (no sea que ofendamos a alguien con una postura de verdad objetiva y firme)

Ya que la tecnología continúa afectando cada parte de nuestras vidas, no podemos depender de vagas generalidades para tomar nuestras decisiones éticas. Nuestra dignidad, y la de nuestros vecinos, está en juego.

Toma por ejemplo el primero de los principios de inteligencia artificial de Google: “ser socialmente beneficiosa”. Esto suena como un objetivo loable, pero si lo miras más de cerca, es bastante ambiguo. ¿Qué significa ser beneficiosa? ¿Qué pasa si mi definición de beneficioso difiere de la tuya? ¿Quién se beneficiará, la mayoría o la minoría? ¿Quién decide? ¿Quién decide quién debe decidir?

A medida que lees su explicación, queda claro que su ética está enmarcada por una forma de utilitarismo:

“Al considerar el desarrollo y los usos potenciales de las tecnologías de inteligencia artificial, tomaremos en cuenta una amplia gama de factores sociales y económicos, y procederemos en los casos en los que creamos que los beneficios probables generales exceden sustancialmente los riesgos y las desventajas previsibles”. (énfasis agregado)

Está claro que Google está buscando lo que produce el mayor “bien” en la sociedad, en función de un determinado segmento de personas o de la propia empresa. Pero, como todos sabemos, cada persona exhibe prejuicios o discriminación de alguna manera debido a la pecaminosidad y al orgullo. Si bien Google tiene todo el derecho de seguir este curso de acción a medida que desarrollan esta poderosa tecnología de inteligencia artificial, el público también tiene derecho a rechazar los vagos argumentos utilitarios.

No podemos depender de vagas generalidades para tomar decisiones éticas. Nuestra dignidad, y la de nuestros vecinos, está en juego

Estos principios de inteligencia artificial se dieron a conocer inmediatamente después del infame fiasco del Proyecto Maven, en el que Google estaba trabajando en un proyecto de inteligencia artificial militar que ayudó a analizar innumerables horas de datos de vídeo capturados por drones. El sistema de inteligencia artificial estaba siendo entrenado para identificar objetivos y etiquetar objetos automáticamente. Google se retiró del proyecto en medio del alboroto de los empleados que entendían que Google no debe estar involucrado en la guerra, y que estas herramientas deben emplearse de una manera justa y socialmente beneficiosa.

La ironía es que este tipo de asociación entre las empresas de tecnología y los militares les permitió el derecho a protestar, ya que vivimos en una sociedad democráticamente libre protegida por la tecnología de nuestros militares. Pero su protesta plantea muchas preguntas: ¿Qué es bueno, correcto, y moral en estas situaciones? ¿Cómo se alinea la justicia en este contexto con la seguridad de nuestros hermanos y hermanas en el campo de batalla? ¿Qué se considera justo y socialmente beneficioso sobre el hecho de que los terroristas y las naciones corruptas tengan una ventaja en el campo de batalla?

Sin claridad sobre los detalles de los principios éticos, será cada vez más difícil para nuestra sociedad pensar sabiamente sobre el papel y el poder de la tecnología. A medida que la tecnología se integra en casi todos los aspectos de la vida, es casi imposible evitar estos conflictos entre lo que es verdad y lo que queremos que sea verdad.

¿Qué pasaría si la iglesia cristiana tuviera un mejor camino a seguir, uno que trajera luz a la oscuridad y claridad a la turbiedad de las decisiones éticas?

Una mejor manera

Como cristianos, nuestra toma de decisiones éticas no puede estar ligada a las actitudes predominantes de ciertas élites, la multitud, o el “lado correcto de la historia”. La idea de la ética a la moda no solo hace que nuestra creencia en Dios sea discutible, sino que también revela lo que realmente nos importa: nosotros mismos. Debajo de los llamados a la justicia se encuentran el egoísmo y el orgullo. ¿Nos importa más lo que la gente dirá sobre nosotros en esta vida, o lo que Dios dirá sobre nosotros en la próxima? Dios nos llama a algo más grande que nosotros mismos: amarlo a Él y a nuestro prójimo. Independientemente de lo que otros puedan pensar de nosotros o de nuestras creencias, la verdad cristiana y la formación ética pueden desarrollarse y manifestarse de manera que nos ayuden a honrar estos dos grandes mandamientos (Mt. 22:37-39).

En esta era tecnológica, Dios nos recuerda que somos más que nuestro valor utilitario para la sociedad. Desde el bebé en el útero hasta la mujer en su lecho de muerte, la dignidad humana es de todos, aún de aquellos que quieren marginar nuestras creencias en nombre de la ética a la moda.

Entonces, mientras debatimos los méritos y peligros de las tecnologías emergentes, como los costos de la vigilancia por reconocimiento facial, cómo el sesgo algorítmico puede desacreditar a las minorías, y cómo los sistemas de armas basados ​​en inteligencia artificial se están desplegando en el campo de batalla, debemos recordar que estamos llamados a aplicar este marco de dignidad humana a todas las áreas de nuestra toma de decisiones.

Amar a nuestro prójimo significa reconocer el valor, la dignidad, y la estima de cada ser humano como portador de la imagen de un Dios santo y trascendente

La tradición moral cristiana se basa en este concepto de excepcionalismo humano, que va en contra del materialismo tan prevalente en los campos de la ciencia y la tecnología. Por eso debemos mantener la dignidad humana en el centro de nuestro marco ético.

¿Quiénes somos para afirmar que Dios, el Creador del cosmos que nos tejió en el vientre de nuestra madre, no comprende lo que es bueno para nosotros y lo que finalmente nos llevará a su gloria? Estamos llamados a amar a nuestro prójimo mientras defendemos sus derechos en un mundo complejo y en constante cambio. A medida que la influencia de la tecnología aumenta y se vuelve omnipresente, la ética que nos guía no debe ser lo que es popular o está de moda, sino lo que es apropiado y lo que honra a Dios.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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