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Jesús dio a Su iglesia la gran comisión hace casi dos mil años. Hoy, la tarea de hacer discípulos de todas las naciones sigue siendo la misma. Sin embargo, el mundo en el que vivimos está en constante cambio, por lo que los aspectos que afectan a la forma en que obedecemos esa comisión cambian de década en década (e incluso de año en año). La última década no ha sido la excepción. Basándonos en conversaciones con líderes misioneros destacados en todo el mundo, varios temas y tendencias clave son evidentes en 2024.

Antes de examinar las tendencias, permíteme aclarar que este artículo se basa en la convicción de que la tarea misionera consiste en la entrada efectiva, la evangelización, la formación de discípulos, la formación de iglesias sanas, el desarrollo del liderazgo y la salida hacia la asociación (Foundations, p. 13). A esos discípulos e iglesias se les enseña a obedecer todo lo que Jesús ordenó (Mt 28:20), por lo que se incluyen todas las demás dimensiones bíblicas del discipulado cristiano. Esta tarea debe llevarse a cabo entre todos los pueblos y en todos los lugares de la tierra hasta que Jesús regrese. Esta comprensión de la tarea misionera está detrás de los temas y tendencias que se enumeran a continuación.

Tendencia uno: El cambio del centro de gravedad del cristianismo

El centro de gravedad del cristianismo está ahora en el Sur Global y en Asia Oriental. Estados Unidos sigue siendo el país que más misioneros envía en el mundo, pero Corea del Sur ocupa el segundo lugar. Esta tendencia continuará en los próximos años, ya que la población de África sigue creciendo exponencialmente. A la luz de la creciente secularización de Europa y Norteamérica, con una disminución del número de miembros de las iglesias y una relajación de las convicciones teológicas, es probable que el Sur Global y Asia Oriental desempeñen un papel cada vez más destacado en las misiones mundiales y en el clima teológico de la iglesia mundial.

El “evangelio” de la prosperidad

Esta tendencia nos lleva al problema más apremiante de las misiones en la actualidad. Las iglesias de América Latina, África y Asia están cada vez más impregnadas del evangelio de la prosperidad. De hecho, sería seguro decir que la enseñanza de la prosperidad es la forma más común de pensamiento y práctica «cristiana» en muchas de estas áreas. La enseñanza de la prosperidad puede resultar ser la mayor amenaza para el cristianismo bíblico en el siglo XXI, al mismo nivel que el gnosticismo en la iglesia primitiva.

Esta forma de enseñanza sincretiza fácilmente la visión animista del mundo que hay detrás de la mayoría de las expresiones de la religión formal en el mundo de los dos tercios[1]. La práctica religiosa se utiliza para manipular el mundo espiritual con el fin de obtener bendiciones terrenales. En la enseñanza «cristiana» de la prosperidad, se pierden tanto el verdadero evangelio como el discipulado serio. En parte debido a la debilidad del discipulado y a una educación teológica inadecuada por parte de los grupos que envían misioneros, este movimiento destructivo amenaza dos siglos de fructífero servicio misionero en el Sur Global y en Asia Oriental.

La enseñanza de la prosperidad puede resultar ser la mayor amenaza para el cristianismo bíblico en el siglo XXI, al mismo nivel que el gnosticismo en la iglesia primitiva

En las últimas décadas, el esfuerzo misionero de los evangélicos occidentales se ha centrado en los grupos étnicos no alcanzados. Este énfasis debe continuar. Sin embargo, la necesidad urgente del momento actual es combinar esta atención a los no alcanzados con la impartición de una educación teológica rigurosa y el discipulado basado en la iglesia en zonas ya evangelizadas.

De campos misioneros a fuerzas misioneras

El desplazamiento demográfico del cristianismo evangélico hacia el Sur y el Este tiene su lado positivo. Como ya se ha mencionado, Corea del Sur es ahora uno de los principales contribuyentes a la empresa misionera. Otros misioneros de Asia Oriental también están haciendo sentir sus esfuerzos en todo el mundo. Algunos lugares que hace poco eran campos de misión se están convirtiendo en fuerzas misioneras. Por ejemplo, los misioneros de América Latina han demostrado ser muy eficaces en el mundo islámico. Tal vez Dios esté redimiendo los setecientos años de ocupación islámica de la Península Ibérica al dar a los cristianos hispanos una visión inusual de las culturas islámicas. La Iglesia africana también está empezando a despertar a su fuerza y ante sus responsabilidades globales.

Una tendencia actual de la misión mundial es su creciente internacionalización. A medida que el Occidente antes cristiano se deslice cada vez más hacia la debilidad espiritual, los misioneros del mundo de los dos tercios desempeñarán un papel cada vez más importante en la tarea. Este cambio plantea dos cuestiones. Una es que Occidente necesita ser reevangelizado, y los misioneros del Sur y del Este necesitan unirse a esa tarea. La segunda es que los misioneros occidentales deben invertir tiempo y recursos en movilizar y equipar la capacidad de envío misionero de las nuevas iglesias del Sur y del Este.

Tendencia dos: Los avances tecnológicos

El rápido desarrollo de la tecnología sigue influyendo en los esfuerzos misioneros en todo el mundo. El cierre mundial que provocó la pandemia de COVID-19 demostró que la Internet es un poderoso medio para el evangelismo, el discipulado y la formación de líderes cuando el contacto personal directo es limitado. La inteligencia artificial (IA) es una promesa asombrosa para la traducción de la Biblia y otros materiales cristianos.

Por otro lado, los gobiernos hostiles han demostrado el poder de la tecnología para vigilar las actividades evangelísticas, expulsar a los obreros del evangelio y perseguir a los creyentes locales. Los años que siguieron al estallido del COVID han demostrado que las fuerzas antagónicas a la difusión del evangelio tienen tanto una mayor disposición como una mayor capacidad para perturbar los esfuerzos misioneros cristianos, tanto en sus propios países como fuera de ellos. La IA en particular es un arma de doble filo, y los misioneros no pueden ignorarla. El rápido (y continuo) desarrollo de la IA es una de las tendencias más significativas de los últimos años, y las cuestiones que plantea exigirán una cuidadosa reflexión y atención en los años venideros.

Tendencia tres: Mayor acceso y apoyo

Gracias a los avances tecnológicos, las iglesias del mundo desarrollado tienen un acceso sin precedentes a los campos misioneros de todo el mundo, tanto en términos de comunicación como de viajes. En la actualidad, las iglesias locales se vuelcan en la tarea de las misiones como nunca antes en la historia de la iglesia. Esto es positivo. Las investigaciones han demostrado que los cristianos que realizan viajes misioneros de corta duración dan mucho más para apoyar a los misioneros y es mucho más probable que ellos mismos se conviertan en misioneros de larga duración.

Sin embargo, existe un lado negativo en esta tendencia. Los cristianos, en general, son personas generosas. Los cristianos occidentales, en promedio, son ricos en comparación con el resto del mundo. Cuando ven necesidades, les gusta dar sus recursos para satisfacerlas. Pero esa generosidad puede tener consecuencias imprevistas. En el siglo XIX y principios del XX, los misioneros evangélicos se dieron cuenta de esas consecuencias de la manera más dura, y se forjaron principios de indigenización para preservar la salud de las nuevas iglesias. Estos principios se convirtieron en la práctica habitual de los misioneros evangélicos de todo el mundo (Ver, por ejemplo, el libro de Roland Allen de 1912 Missionary Methods: St. Paul’s or Ours? [Métodos misioneros: ¿Los nuestros o los de Pablo?]).

Pero muchas iglesias occidentales directamente implicadas en el campo misionero no suelen conocer ni las lecciones aprendidas ni los principios derivados de esas lecciones. El resultado es que muchas iglesias nuevas del mundo de los dos tercios están inundadas de dinero extranjero, y los resultados han sido destructivos para la salud de la iglesia. La tendencia es una participación financiera extranjera inútil en la vida de la iglesia en el campo misionero. La cuestión es cómo canalizar esta generosidad bienintencionada de forma que no cree una dependencia malsana.

Tendencia cuatro: Las iglesias internacionales

Otra tendencia es el creciente interés por plantar iglesias internacionales en todo el mundo. En las últimas décadas se ha prestado una mayor atención a la eclesiología en Occidente, con una mayor preocupación por las estructuras eclesiásticas bíblicas y la salud general de la iglesia. Una característica reciente de este movimiento ha sido el mayor compromiso con la plantación de iglesias internacionales en ciudades alrededor del mundo.

Estas iglesias tienen un valor real. En una era cada vez más móvil, las ciudades globales albergan a personas de todos los países bajo el sol. Estos expatriados suelen regresar a sus países de origen en algún momento. Las iglesias que evangelizan activamente a estos expatriados prestan un servicio valioso. Además, las iglesias internacionales sanas proporcionan un contexto para que los cristianos expatriados crezcan en su fe y se nutran en su alcance en los contextos educativos, empresariales o diplomáticos en los que trabajan.

No obstante, el peligro surge cuando estas iglesias internacionales llegan a considerarse un medio primordial para cumplir la gran comisión. Las iglesias descontextualizadas que ministran en un idioma extranjero (como el inglés) tienen un impacto limitado en la mayoría de los pueblos no alcanzados. Incluso en las ciudades globales, menos personas pueden tener conversaciones profundas en inglés de lo que la mayoría de los expatriados se dan cuenta, y las iglesias internacionales parecen y se sienten mucho más extranjeras de lo que es evidente para cualquiera que no haya profundizado en el idioma y la cultura locales. La mayoría de los que no tienen acceso al evangelio solo podrán ser alcanzados en la lengua de su corazón por obreros dispuestos a profundizar en la comunidad y la cultura locales. Se les alcanzará mediante la plantación de iglesias sanas, autóctonas, que se reproduzcan, que se autofinancien, se autogobiernen y se autopropaguen.

La plantación de iglesias internacionales es algo positivo. Sin embargo, el trabajo en el idioma del corazón dirigido a plantar iglesias autóctonas sigue siendo el componente central de la tarea misionera. Este enfoque debe ser primordial en las misiones globales, y las iglesias internacionales deben servir como una herramienta más en la caja de herramientas.

Tendencia cinco: La disminución de la resistencia de los misioneros

No hace mucho tiempo, los misioneros partían al campo sin muchas esperanzas de volver a ver sus hogares y familias. A veces empacaban sus pertenencias en sus propios ataúdes y navegaban durante meses, esperando penurias e incluso la muerte por la causa del evangelio. Su perseverancia ante el sufrimiento sentó las bases de la expansión mundial de la iglesia. Hoy en día, no es raro que los misioneros regresen a su país de origen al cabo de unos años o incluso meses. Muchos candidatos a misioneros parecen mal preparados para el estrés del choque cultural o los rigores de la vida en el extranjero. Esto apunta a una tendencia preocupante: la resistencia de los misioneros es un problema creciente en el campo misionero.

El clima cultural actual en Occidente fomenta  el reclamar derechos, el resentimiento y la fragilidad en lugar de la valentía, la perseverancia y el sacrificio. Esta tendencia cultural se infiltra inevitablemente en la iglesia y afecta a aquellos que la iglesia envía como misioneros. La necesidad de atención a los miembros, tanto durante el proceso de solicitud para el servicio misionero como después de llegar al campo, sigue aumentando.

Las iglesias que deseen enviar a sus fieles al servicio misionero deberán abordar estos asuntos en todos los niveles del proceso de discipulado. En los próximos años, las agencias misioneras se enfrentarán cada vez más a la fragilidad emocional y al sentimiento subconsciente de reclamar derechos, por lo que ahora tienen la oportunidad de empezar a crear estructuras para la formación, la evaluación y la atención continuas.

Tendencia seis: El aumento de la población mundial

Hay una última tendencia que debe mencionarse. Hace setenta años, había menos de tres mil millones de personas en el planeta. Hoy, hay más de ocho mil millones. Algunos de los mayores índices de crecimiento se dan entre los pueblos y en los lugares donde menos se conoce el evangelio.

En la actualidad, la evangelización mundial no sigue el ritmo del crecimiento de la población mundial. De los ocho mil millones de personas que viven hoy en día, unos cuatro mil millones pertenecen a grupos no alcanzados, y muchos más nunca han escuchado el evangelio aunque técnicamente tengan acceso a él. Mientras tanto, los evangélicos no llegan a representar ni el diez por ciento de la población mundial.

Eso significa que tenemos una gran oportunidad ante nosotros. La mayoría de las personas del mundo aún no han oído y creído el único mensaje que puede salvarlas. La tarea misionera es urgente. El mayor problema de las misiones mundiales hoy en día es la obediencia. ¿Quién irá?

Jesús sigue siendo Rey. Su misión se cumplirá. Así como la tarea de la misión no cambia, tampoco lo hace la certeza fundamental de Su soberanía. Los cristianos de hoy pueden embarcarse en la misión global con una confianza gozosa, sabiendo que nuestro Dios reina y que Su plan para los tiempos se cumplirá. Tenemos que ser sabios en nuestras relaciones con el mundo, por lo que debemos actuar ante las tendencias y los problemas que vemos desarrollarse. Sin embargo, podemos hacerlo con valentía, sabiendo que Su gobierno real nunca fallará.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.

[1] Nota del traductor: La expresión «Mundo de los dos tercios» fue adoptada por un grupo de misionólogos cristianos de África, Asia, América Latina y Oceanía en una consulta llevada a cabo en Bangkok (Tailandia), en marzo de 1982, para referirse a su procedencia de las regiones donde vive la mayor parte de la humanidad, y donde las iglesias cristianas crecen con mayor vigor. La frase señala a los dos tercios de la humanidad que vive fuera de los frecuentemente denominados países del Primer Mundo, o mundo desarrollado, anglosajón, protestante, industrializado, capitalista, occidental o del Atlántico norte (Diccionario Hispano-Americano de la misión).
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