¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Me gusta imaginar cómo será la mesa del banquete en el cielo. Si tuviera la opción, ¿al lado de quién escogería sentarme? Con toda probabilidad, sería muy entretenido sentarme al lado de Pedro, pero podría intentar sentarme entre Bonhoeffer y Agustín. Ojalá tener cerca también a Ann Judson, Elisabeth Elliot o Lilias Trotter. Tal vez elegiría a todos mis mejores amigos y familiares más cercanos.

En ese momento no importará con quién me siente o con quién hable, solo importará que estamos en casa. Estaremos unidos en Cristo para siempre.

Esto me resulta fácil de creer la mayoría de los días. En días difíciles, cuando he pecado contra un hermano, un amigo me lastima de manera sustancial o un conocido lejano comienza un rumor doloroso, mi visión del futuro se vuelve borrosa y me mantengo en mis heridas actuales.

Tú también conoces este sentimiento. Hay una conversación inminente por delante en la que necesitas abordar el dolor o el pecado, pero la ansiedad y el miedo invaden tu corazón y aunque sabes que necesitas tener la conversación, tu dolor te paraliza. Tal vez no haya una conversación por delante, pero conoces a un hermano cristiano que te irrita como ninguna otra persona. Quizás sea un pariente que dice cosas inapropiadas en las reuniones familiares, un compañero de trabajo que es egoísta, un compañero de clase que intenta hacer alarde de sus conocimientos o alguien en las redes sociales que carece de exactitud. 

Somos expertos en olvidar el cielo.

¿Con qué frecuencia piensas en tus hermanos cristianos a la luz de la eternidad? Si tus amigos y hermanos en la fe que no son tan cercanos a ti están en Cristo, recibirán la misma invitación a la fiesta de bodas del Cordero que tú. Sin parcialidad. Estaremos unidos en Cristo con toda persona que confiesa el evangelio de Jesucristo. Todos los problemas secundarios pueden ser puntos de desacuerdo, pero todos estaremos cenando juntos algún día, te guste o no.

¿Entonces qué? ¿Qué relación guarda esto con tu vida en este momento? Si realmente compartimos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un mismo Dios y Padre de todos (Ef 4:1-5), ¿no debería esto cambiar las cosas?

También somos expertos en olvidar al Espíritu Santo.

El mismo Espíritu que hizo lo imposible y resucitó a un hombre muerto está viviendo en nosotros

No creo que debamos ser mejores amigos de todo el mundo, pero sí creo que el Espíritu Santo vive en cada persona cristiana. Aun a los que a ti y a mí no nos gustan tanto. Cuando otro creyente nos ofende, es fácil olvidar lo mucho que tenemos en común. 

Compartimos el mismo poder

“Pero si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de Su Espíritu que habita en ustedes” (Romanos 8:11).

No somos criaturas débiles e indefensas que tropezamos como una persona que está ebria. Somos personas sobrias que tenemos un poder inimaginable que proviene de Dios mismo.

Detente y piensa, piensa en verdad en el poder del Espíritu Santo. Jesús estaba muerto. Sin respirar, sin moverse. No tenía latidos cardíacos, sus pulmones dejaron de funcionar, su cerebro no estuvo activo durante tres días. Luego, al tercer día, Jesús estaba vivo de nuevo. Así de simple. El mismo Espíritu que hizo lo imposible y resucitó a un hombre muerto está viviendo en nosotros.

Cuando veo a una hermana o a un hermano, ¿veo este poder? ¿Creo que el Espíritu Santo puede vencer cualquier pecado, sanar cualquier herida o proveer la fortaleza que tú y yo podamos necesitar?

Si recordamos el poder del Espíritu Santo, no seremos tan prontos a juzgar ni a desanimarnos tanto por el pecado en nosotros mismos y en los demás. ¡Tenemos el mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos! Ya no estamos muertos, sino vivos con Él. 

Compartimos la misma sabiduría

“Estas cosas les he dicho estando con ustedes. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho” (Juan 14:25-26).

Si recordamos el poder del Espíritu Santo, no seremos tan prontos a juzgar ni a desanimarnos tanto por el pecado en nosotros mismos y en los demás

¿Alguna vez has llegado al punto en el que no tienes palabras, pensamientos, ni claridad sobre lo que debes hacer? Es posible que conozcas la verdad, pero te sientes incapaz de creer y actuar conforme a esa verdad. Por la gracia de Dios, la sabiduría no es algo que nos toca conseguir solos.

El Espíritu Santo posee toda la sabiduría y conocimiento del mundo. El Espíritu conoce mis pecados y conoce los pecados de todos los que me rodean, pero también conoce la verdad y la conoce a la perfección.

Los creyentes tenemos acceso a un Consejero perfecto que no solo lo sabe todo, sino que lo comprende todo.

Podemos confiar en que este Espíritu no es exclusivo en la sabiduría que entrega. No tengo más ni menos acceso a la sabiduría que otra persona. Hermanos en Cristo, ¿creemos que la sabiduría de Dios nos es dada a cada uno de nosotros a través del Espíritu Santo?

Si es así, tenemos la capacidad sobrenatural de confiar en el discernimiento de un hermano, escuchar la palabra correctiva de una hermana o creer en la verdad que nos ha dicho cualquier miembro de la familia de Dios. Cuando creemos y sabemos que compartimos el mismo Espíritu Santo, cualquier tendencia al escepticismo o al orgullo no tiene lugar.

¡Tenemos la sabiduría de Dios, disponible para acceder a ella en cualquier momento! Ya no somos necios en este mundo, sino poseedores de la sabiduría del Altísimo. 

Compartimos la misma esperanza

“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia fuéramos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:4-7).

Este mundo está lleno de problemas y el sufrimiento está destinado a llegar en algún momento. El pecado ha corrompido todos los rincones de la tierra y por eso gemimos con la creación, esperando el día en que todo sea revelado (Ro 8:19). 

Los creyentes tenemos acceso a un Consejero perfecto que no solo lo sabe todo, sino que lo comprende todo

Los días de tristeza y dolor son inevitables. Nos tocará soportar las heridas de aquellos a quienes amamos. Es posible que estés atravesando una temporada de derrota y desesperanza con un amigo. Es posible que tengas una relación rota que parece que nunca sanará. Puede que te sientas solo, no amado y no deseado.

Hay dolor real, pero no puede durar, ni durará para aquellos que están en Cristo. 

El Espíritu Santo ha sido derramado sobre nosotros y todos somos herederos, somos hijos y tenemos la esperanza de la vida eterna.

Mira hacia adelante a la fiesta de las bodas del Cordero. Todos tus desacuerdos y dificultades relacionales se desvanecen en la presencia de Cristo. Todas tus inseguridades e incertidumbres son como polvo ante Él. Porque eso será cierto en el futuro, lo cambia todo ahora.

El Espíritu Santo lo cambia todo, verdaderamente todo lo relacionado con la forma en que vivimos nuestros días en la tierra. El Espíritu Santo, el mismo que resucitó el cuerpo de Jesús a la vida, quien tiene todo el conocimiento y la sabiduría, quien sella la promesa de la vida eterna, realmente vive dentro de nosotros. Si realmente tenemos el Espíritu, podemos buscar la unidad en esta vida con poder, sabiduría y esperanza. 

Piensa en el Espíritu Santo hoy. Lo cambiará todo.


Publicado originalmente en For The Church. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando