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La misiología es la rama de la teología que estudia las misiones. Ahora bien, cuando los cristianos hablamos de misiones, o cuando escuchamos que alguien se va a un viaje misionero, usualmente, nos imaginamos un largo trayecto, lejos de la civilización, que va a requerir más de un avión. Nos imaginamos una odisea en la que habrá que pasar montañas, riachuelos y obstáculos peligrosos hasta finalmente llegar a una aldea remota, llena de seres incultos necesitados de una civilización.

Le doy gracias a Dios por haber tenido el privilegio de nacer en tierras latinoamericanas. Pero también estoy igualmente agradecido por haber vivido la mitad de mi vida en Norteamérica. Puedo decir con confianza que conozco las dos culturas. Dicho esto, es evidente la gran influencia que los Estados Unidos  ejercen en la cultura corporativa, eclesiástica, y de entretenimiento de Latinoamérica. Queremos pensar como ellos, planear nuestras ciudades como ellos, hacer nuestras compras como ellos y queremos formar nuestras iglesias y mentes teológicas como ellos.

Esta influencia no es del todo negativa, pero tampoco es algo a aceptar sin reservas. Una influencia bastante positiva ha sido la creación de este mismo portal de Coalición del Evangelio, y el despertar del movimiento teológico reformado que comienza a tomar fuerza en nuestro pueblo. Una influencia negativa obviamente ha sido la teología de la prosperidad, el movimiento híper-carismático y, sobretodo, su concepto de misiología.

A sabiendas que hay muchas excepciones, especialmente en este nuevo movimiento reformado, en mi opinión hay tres factores que necesitan ser revisados en el movimiento misionero actual:

1. Misiología etnocentrista

El etnocentrismo es definido como aquella ideología y actitud que defiende la cultura y la raza propia como superiores a las demás. Muchas personas regresan de sus viajes misioneros de Asia, África o América Latina sintiéndose aliviados y orgullosos de no haber nacido en ese lugar en el que “ministraron”. Regresan a sus actividades amando más su país y su cultura porque la consideran superior a las demás. Se escuchan frases como esta: “no se cómo viven así”, “deberían aprender mas de nosotros”. Con esta actitud en el corazón, muchos misioneros a países del tercer mundo llegan no solo con la agenda de evangelizar, pero también con la agenda de culturizar: de importar su cultura.

2. Énfasis exagerado en la justicia social

La Teología de la Liberación enseña que “Dios en la Escritura está del lado del pobre. Estar al lado del pobre, en este sentido, es estar del lado de quien Dios está. Por consiguiente, la iglesia, si es verdadera iglesia, es una iglesia de los pobres”. Aunque esta doctrina tienen su origen en América Latina, ha permeado a las misiones desde Norteamérica. Grupo misionero tras grupo misionero se enfoca primordialmente en proveer necesidades físicas, tales como la construcción de escuelas, proveer medicinas y proporcionar alimento. Estas cosas son vitales y necesarias, pero son claramente secundarias a lo primordial que es el evangelio. Sin embargo, en muchas ocasiones el evangelio es algo añadido, no lo central.

3. Búsqueda de aventuras

Dios ha prosperado de una manera increíble a la nación, lo que ha llevado a que una  gran cantidad de Norteamericanos vivan en una comodidad excesiva. Por tanto, la oportunidad de salir de su comodidad e irse a un viaje misionero muchas veces no es tanto por un llamado legítimo, sino por el deseo de vivir una aventura. Sin duda Dios puede usar y ha usado a aquellos que van en misiones con motivaciones erradas (al final, ninguno de nosotros tiene total conocimiento de lo que ocurre en nuestros corazones, Salmo 19:12), pero esta tentación es un peligro real en la búsqueda de hacer discípulos.

En pos de una misiología correcta

Si hay un texto del Nuevo Testamento que nos da una idea de lo que las misiones debe ser, es la Gran Comisión:

“Acercándose Jesús, les dijo: “Toda autoridad Me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden (he aquí)! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, Mateo 28:17-20.

Jesús nos dice que vayamos y hagamos discípulos en todas las naciones. El concepto de nación que tenia un judío en ese entonces es muy diferente al de hoy. En ese entonces una nación era un pueblo de personas identificadas por una cercanía de sangre. Por ejemplo, los romanos, los samaritanos, los gálatas, etc. Pero Jesús llama a ir a hacer discípulos para bautizarlos y enseñarles a guardar todo lo que Él nos ha mandado, no a observar sus culturas y tratar de hacerlas más parecidas a la nuestra.

Lo que es más, los primeros cristianos también fueron tentados a querer adoptar la cultura Judía. Pero el Apóstol Pablo nos aclara que si somos en Cristo, las diferencias culturales no tienen importancia (Gálatas 3:28-29). Las Escrituras son claras y sencillas en cuanto las misiones: Predicar, hacer discípulos, bautizar y enseñar.

Debemos tener mucho cuidado con la clase de influencia cultural que recibimos de nuestros hermanos Norteamericanos. Asegurémonos que nuestro concepto de iglesia, de amor, de misiología  y de todo en la vida esté fundamentado en la Biblia, no en alguna cultura. El Cristianismo no es Norteamericano o Europeo: es una sub-cultura que sirve y transforma a todas las culturas.

En el caso particular de las Misiones, despojemos la imagen de una ciudad pobre o  aldea remota, y de un súper-santo sacrificado que vive en otra esfera espiritual. Seamos nosotros, cristianos hispanos, buenos administradores de la maravillosa encomienda de la Gran Comisión, para la gloria de Dios y el avance de su reino. ¿Por qué esperar la visita de un Norteamericano si podemos ir, tú y yo, a las ciudades cercanas y lejanas, a los barrios pobres, y a nuestras oficinas y escuelas a presentar las buenas nuevas de nuestro Salvador?

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