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Me encontré en medio de una reunión denominacional que me dejó bastante sorprendido. Era una de esas reuniones típicas a las que nadie quiere asistir, pero lo haces por temor a lo que podría suceder. Recuerdo que, después de leer un documento importante, pasaron media hora discutiendo cuál sería el mejor título para el documento. El centro del debate era la diferencia entre la palabra memoria y la palabra reseña.

Cuando llegó mi tiempo para hablar y dar el taller que me correspondía, inicié con una pregunta muy sencilla: ¿cuál es la misión de la iglesia?

Nadie respondió.

Cuando se trataba de discutir los matices entre la palabra reseña y memoria, todos querían aportar. Cuando se trataba de explicar la razón de su existencia, nadie quiso decir nada. ¡Qué triste!

¿Hacer discípulos o buenas obras?

Es trágico cuando la iglesia llega a perder su misión. Si no sabemos para qué existimos, llenaremos nuestras reuniones y nuestros edificios con actividades que quizá sean buenas, pero no cumplen nuestra misión. El resultado será que no veremos la importancia de plantar nuevas iglesias.

Te doy este ejemplo: en Guatemala, el país donde vivo, supuestamente hay más de 40,000 iglesias. Sería fácil concluir que ya hay suficientes, y que deberíamos empezar a desarrollar otras iniciativas que ayuden a combatir la pobreza o la violencia. Entonces, diría alguien, no deberíamos plantar iglesias. De hecho, hay gente que me ha dicho precisamente eso: “¡Ya hay suficientes iglesias!”. Esta idea suena lógica, pero a veces no la filtramos por la Biblia.

¿Entendemos el rol de las buenas obras en la iglesia?

En su libro, Iglesia centrada, Tim Keller dice:

“Uno de los dichos de Martín Lutero fue que somos salvos por fe sola, pero no por una fe que permanece sola. Su punto radica en que la verdadera fe evangélica siempre y necesariamente lleva a las buenas obras, pero la salvación de ninguna manera se alcanza a través de las buenas obras o por razón de ellas”. [1]

Por lo tanto, si creemos que plantar iglesias impedirá que se realicen buenas obras, no estamos entendiendo el rol de las buenas obras en la vida de la iglesia. Y si pensamos que hacer más obras sociales erradicarán la pobreza y la violencia, no entendemos el rol del evangelio y la iglesia en la sociedad.

Plantar una nueva iglesia es reunir una nueva comunidad de discípulos de Jesús en un cierto barrio, quienes están viviendo la vida que Jesús viviría, preocupados por las cosas que a Jesús le preocupan

Si aplicamos un entendimiento correcto a la plantación de iglesias, todo cambia. Lo diré de manera sencilla: plantar una nueva iglesia es reunir una nueva comunidad de discípulos de Jesús en un cierto barrio, quienes están viviendo la vida que Jesús viviría, preocupados por las cosas que a Jesús le preocupan. En otras palabras, es una comunidad que vive para la gloria de Dios y el bien de su ciudad. Por lo tanto, es importante continuar la tarea de la plantación de iglesias.

Quisiera animarte a considerar los siguientes puntos con el afán de convencerte que el plan de Dios siempre ha sido la multiplicación de su Iglesia.  

1. Era la estrategia de los apóstoles

En un mundo lleno de injusticia, necesidades, corrupción, y dolor, los apóstoles se dedicaron a reunir comunidades locales de creyentes. Cuando recibieron la gran comisión, podrían haber creado iniciativas sociales. Sin embargo, lo que hicieron fue plantar iglesias.

Vemos un ejemplo de esto en Hechos 13-14, cuando Pablo es enviado con Silas a llevar el evangelio a otros lugares. Ellos proclaman la Palabra, y en Hechos 14:21-23 leemos:

“Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: ‘Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios’. Después que les designaron ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”.

El método por el cual los apóstoles llevan a cabo la misión que Dios les dio fue por medio de la plantación de iglesias.

2. Las iglesias están en el centro del plan de Dios.

La Iglesia es central en el plan redentor de Dios, y por tanto la iglesia local también. En donde sea que haya una expresión de la Iglesia, sabemos que a Dios le agrada.

Efesios 5:25 dice que Cristo dio su vida por la Iglesia, y por cuanto la compró y limpió, Él es nombrado la cabeza de ella (Col. 1:18). En 1 Pedro 2:9 leemos que la Iglesia es una nación santa, un pueblo adquirido que existe para anunciar las virtudes de Cristo.

Esto significa que a Dios le agrada cuando se establecen nuevas comunidades locales, ya que allí hay más personas que son parte de esta nación santa y pueblo adquirido que está proclamando las excelencias de Cristo.

3. Plantar iglesias mantiene nuestro enfoque en la misión.

Hay un elemento que amenaza a toda iglesia: perder el enfoque en la misión de la iglesia. Cuando hay una visión correcta de la multiplicación, se hace difícil perder la misión. De hecho, nuestra misión es la multiplicación de discípulos, y como resultado la multiplicación de comunidades de discípulos.

Cuando consideramos que la plantación de iglesias es parte esencial de cómo cumplimos la misión de hacer discípulos, la misma iglesia madre (es decir, la iglesia que está plantando) será retada a perseguir esa misión.

Esto también expone la enorme necesidad de desarrollar más líderes que puedan servir. Vemos que Pablo le da la siguiente tarea a Timoteo: “Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean capaces de enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2).

Para que podamos ver una verdadera multiplicación de discípulos e iglesias, tendremos que desarrollar líderes. En ese sentido, la misión de hacer discípulos va de la mano con el desarrollo de líderes y la plantación de iglesias.

4. Plantar iglesias es una actividad local.

La plantación de iglesias lleva el evangelio y la comunidad de fe a un contexto en particular. En América Latina hallamos enormes diferencias entre comunidades que están cerca una de la otra. Pueden aún haber diferencias de una calle a la siguiente.

Creer que las iglesias no impactan a la sociedad es darles excusas a los cristianos para no hacer lo que les corresponde hacer.

Hay comunidades con mucha pobreza, violencia, y corrupción. Si allí hay iglesias, la pregunta es: ¿qué están haciendo al respecto? Obviamente, la comunidad de discípulos debería ir creciendo en generosidad, en protección al vulnerable, y en su propia honestidad e integridad. A medida que la iglesia cumple con su misión y ve a más personas convirtiéndose en discípulos de Jesús, el resultado será una transformación de la comunidad.

Solo con la plantación de nuevas iglesias logramos cumplir nuestra misión de hacer discípulos, y también de ver un cambio verdadero en nuestras ciudades y comunidades. Creer que las iglesias no impactan a la sociedad es darles excusas a los cristianos para no hacer lo que les corresponde hacer.

¿Cómo lo hago?

Es una buena pregunta. Aquí algunos consejos:

1. Ora y no dejes de orar.

Déjame decir rotundamente: ¡no corras en este proceso! Con el afán de multiplicarse o cumplir la misión, muchos pastores jóvenes empujan a iglesias ya establecidas a multiplicarse más rápido de lo que la iglesia puede, o aun más rápido de lo que el Espíritu está moviendo.  

Es imperativo reconocer que el Espíritu Santo está más preocupado con la multiplicación de la Iglesia que nosotros, y por tanto podemos orar y confiar que Él lo hará en el momento adecuado. De hecho, en todo el libro de Hechos, es el Espíritu quien obra a través de la multiplicación de la Palabra y el nacimiento de nuevas comunidades. Pablo y los apóstoles son, sencillamente, las herramientas que el Espíritu usa.

Debemos orar para que el Señor levante obreros, que el Espíritu haga la proclamación del evangelio eficaz, que el Espíritu regenere, que el Espíritu empodere a los nuevos creyentes y les dé unidad. El Espíritu realmente se encarga de todo el proceso de plantación de nuevas iglesias, y por eso nosotros nos sujetamos a Él y le pedimos que nos guíe y dirija.

Dediquemos tiempo a orar por nuestra ciudad, por la gente que no conoce el evangelio, por los sectores más necesitados, y por la expansión del evangelio. Al orar, pongámonos a la disposición del Espíritu para que nos use, de la manera que Él quiera, en su obra redentora.

2. Vive la misión.

Muchos quieren que la iglesia a la que asisten retome la misión. Lo más fácil es crear estructuras y programas que animan a la iglesia a ser “más misional”. En realidad, tenemos que entender que la misión empieza contigo, pastor.

Esto suele pasar: al concluir que pocos hermanos están involucrados en la misión de la iglesia, programamos un entrenamiento o buscamos un programa que pueda ayudar a la iglesia a compartir su fe. Planificamos un evento evangelístico, o vamos puerta a puerta evangelizando.

Aunque estas iniciativas no son malas, no crean la cultura evangelística que buscamos como pastores. En su libro, La evangelización, Mack Stiles dice lo siguiente:

“Una dieta estricta de programas evangelísticos produce una evangelización malnutrida. De la misma manera que comer azúcar nos puede hacer sentir como si hubiésemos comido (cuando no lo hemos hecho), los programas nos pueden hacer sentir que hemos evangelizado, cuando no ha sido así. Por tanto, deberíamos tener una inquietud sana con los programas. Deberíamos usarlos estratégicamente, pero con moderación, recordando que Dios no envió un evento, sino que envió a su Hijo”.⁠[2]

 

La verdad es que deberías primero vivir de manera misional antes de programar o planificar cómo entrenar a la iglesia. La misión en la iglesia inicia con líderes que modelan y siguen aprendiendo.

Como pastores, tenemos que evaluar si hacemos las cosas que enseñamos. La forma en que vivimos demuestra si creemos lo que hablamos. Un pastor que, por ejemplo, habla de hacer discípulos sin hacer discípulos, da a entender que esa tarea no es importante o que no cree en su relevancia. Este tipo de liderazgo resultará en mucha palabra, pero en poca acción.

3. Desarrolla líderes.

Además de hacer discípulos, es esencial que como pastor pases tiempo con personas que están demostrando madurez en la vida cristiana y anhelo por usar sus dones.

Este tiempo no puede ser al azar, sino que debería seguir precisamente el consejo de Pablo en 2 Timoteo 2:2. Es un tiempo intencional para entregar a otros lo que se nos ha encomendado. Queremos capacitar a otros a manejar la Palabra de Dios y aplicarla a la vida de manera precisa y eficaz.

Te animaría a tomar uno o dos hombres de la congregación que pastoreas, y empieza a reunirte con ellos. Busca algún libro que les pueda capacitar en temas básicos de la fe. Recomiendo La vida centrada en el evangelio de Will Walker, o Dios pródigo de Tim Keller.

A medida que te reúnes con ellos, puedes ampliar las lecturas. Ellos deben leer ampliamente en cuanto a la iglesia, la misión de la iglesia, la centralidad del evangelio, y doctrina en general.

4. Envía bien.

Enviar bien significa apoyar la visión de una nueva iglesia que se plantará, pero sin recibir beneficio propio. Muchas iglesias plantan iglesias, pero estas nuevas plantaciones simplemente representan un ingreso adicional, o más plataforma para el pastor o la “marca”.

El propósito de la misión de Jesucristo es que Su nombre sea exaltado. Te animo a ser generoso con los recursos y los miembros de la iglesia donde sirves, con el fin de ver nuevas iglesias.

Cuando ya es claro que el Espíritu ha levantado y preparado líderes para llevar un grupo de personas a otro sector para allí proclamar el evangelio y reunir una nueva iglesia, considera cómo puedes apoyar lo que hacen y no beneficiarte de lo que hacen. La multiplicación es el mayor beneficio.

Conclusión

Todos queremos ser de bendición e impacto en nuestra sociedad. La pregunta que todos tienen es  ¿cómo? Los seguidores de Jesús tienen la respuesta. Primero que nada, el evangelio de Jesucristo cambia corazones radicalmente; de ser egocéntricos a querer honrar a Dios y amar al prójimo.

Mientras más discípulos hagamos, más impacto habrá en nuestra sociedad. Cuando reunimos a esos discípulos en nuevas iglesias, multiplicamos la proclamación del evangelio y el impacto a nuestro alrededor.

A final de todo, cuando seguimos la metodología que Dios nos ha dejado, la de hacer discípulos y reunirlos en comunidades locales, Él se lleva toda la gloria. Su iglesia se expande, y con ella su nombre y su prestigio entre las naciones.


Imagen: Lightstock.

1. Keller, Timothy. Iglesia Centrada: Cómo ejercer un ministerio equilibrado y centrado en el evangelio en la ciudad, loc. 690-693. 

2. Stiles, J. Mack. Evangelism: How the Whole Church Speaks of Jesus (9Marks: Building Healthy Churches), p. 46. Mi traducción.

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