«Un día transmite el mensaje al otro día, / Y una noche a la otra noche revela sabiduría» son palabras que el salmista escribió al contemplar la creación y percibir la gloria de Dios (Sal 19:2). Observó cómo el sol recorría su curso a través de los cielos y lo comparó con un atleta que corre su carrera (vv. 4-5). Sin embargo, el salmista no solo se maravilló de la belleza de la creación, sino que también reconoció que esta revela conocimiento, incluso cuando «no hay mensaje, no hay palabras; no se oye su voz» (v. 3).
¿Qué dice la creación? ¿Qué discurso revela?
La creación revela la existencia de Dios. Algunos teólogos rechazan esta idea, pero las Escrituras y la teología reformada clásica afirman lo contrario. Dios revela algo acerca de Sí mismo en la creación, una expresión que entra en la categoría de revelación natural. Esto contrasta con la revelación especial, que es el conocimiento que Dios da a conocer sobre Sí mismo principalmente en las Escrituras.
Podemos comparar la revelación natural y la revelación especial con dos «libros». Cuando las personas leen el libro de la creación e interpretan su contenido, a esto se le llama teología natural. Consideremos brevemente las objeciones a la teología natural, lo que las Escrituras y la teología reformada histórica dicen al respecto y la importancia y los beneficios de la teología natural para la vida cristiana.
Objeciones a la teología natural
Teólogos desde Agustín hasta Tomás de Aquino y Juan Calvino han reconocido que podemos conocer algo de la existencia de Dios a partir de la creación. Sin embargo, a partir de la Ilustración, filósofos como Immanuel Kant afirmaron que no podíamos razonar desde la creación hasta llegar a Dios. Kant separó nuestro conocimiento del mundo de nuestro conocimiento de Dios.
Otros filósofos, como David Hume, argumentaron que no podemos asumir una relación directa entre causa y efecto. Por ejemplo, golpeamos la bola blanca con el taco de billar y vemos cómo esta impacta la bola negra, que luego rueda hasta el bolsillo de la esquina. Esto no significa necesariamente que la bola blanca haya causado el movimiento de la bola negra. Hume cuestionó la relación entre causa y efecto, y estas dudas influyeron en Kant. ¿Podemos razonar desde la creación (el efecto) hasta el Creador (la causa)?
Solo un Dios soberano y todopoderoso tiene el poder de crear este inmenso cosmos con sus trillones de estrellas
Estas objeciones parecieron tener peso en la mente de algunos teólogos del siglo XX, tanto conservadores como liberales, por lo que la teología natural y la tarea de probar la existencia de Dios a partir de la creación parecían a muchos un esfuerzo inútil. Sin embargo, reflexionemos sobre lo que dicen las Escrituras y cómo la tradición reformada histórica entendió la enseñanza bíblica.
La Escritura y la teología reformada clásica
No solo contamos con el salmista y su comentario inerrante sobre el mensaje de la creación acerca de la existencia de Dios, sino también con las palabras del apóstol Pablo: «Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen excusa» (Ro 1:20). Podemos seguir las líneas de la declaración de Pablo desde la creación (el efecto) hasta Dios (la causa).
Solo un Dios soberano y todopoderoso tiene el poder de crear este inmenso cosmos con sus trillones de estrellas. Si la creación está constantemente en un estado de cambio, entonces solo un Dios inmutable y eterno puede producir tal creación. Por lo tanto, la creación nos revela algo de la naturaleza misma de Dios.
Consideremos también lo que la teología reformada histórica ha dicho al respecto. La Confesión de Fe de Westminster traza una línea clara al afirmar que podemos conocer la existencia de Dios a partir de la creación, pero no podemos conocer el evangelio a través de ella: «Aunque la luz de la naturaleza, las obras de la creación y providencia manifiestan la bondad, la sabiduría y el poder de Dios de tal manera que los seres humanos no tienen excusa delante de Dios; sin embargo, estas no son suficientes para dar aquel conocimiento de Dios y Su voluntad que es necesario para la salvación» (CFW 1:1). Las Escrituras y la teología reformada histórica afirman la legitimidad y la necesidad de la teología natural, una herramienta que permite a los seres humanos conocer la existencia de Dios, entre otras verdades importantes.
Su importancia para la vida cristiana
Aunque algunos reconocen que podemos conocer algo de la existencia de Dios a partir de la creación, podrían cuestionar la necesidad de dicho conocimiento, dado que contamos con las Escrituras. Algunos incluso ponen en duda la legitimidad de leer el libro de la creación cuando tenemos el libro de las Escrituras, el cual nos revela que Dios es trino, la encarnación de Cristo, el evangelio y mucho más. La respuesta sencilla es que Dios nos ha dado ambos libros para que los leamos y estudiemos.
La teología natural, en armonía con las Escrituras, nos enseña mucho acerca del Dios a quien adoramos y servimos
Cuando las Escrituras hablan de la creación de Dios, nos invitan a levantar la vista de las páginas de la Palabra santa y contemplar la belleza del mundo. Las Escrituras nos llaman a observar cosas tan pequeñas como las hormigas (Pr 6:6) para reflexionar sobre la sabiduría de Dios y a considerar las aves y las flores para aprender algo del cuidado providencial de Dios hacia Sus hijos (Lc 12:24-31). La teología natural, en armonía con las Escrituras, nos enseña mucho acerca del Dios a quien adoramos y servimos.
Podemos conocer la existencia de Dios a través de la creación y, con las Escrituras en mano, podemos profundizar en la sabiduría de Dios, Sus atributos invisibles, Su poder y Su naturaleza, llenando nuestros corazones de asombro. Podemos unirnos al salmista y decir: «Los cielos proclaman la gloria de Dios, / Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos» (Sal 19:1).