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«A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor» (Romanos 1:14).

Me confronta pensar nuevamente en esta descripción que Pablo da de sí mismo. Su visión de la vida, su visión de él mismo y su visión de la iglesia me desnuda, me confronta y me expone.

En varias ocasiones, Pablo afirma esta convicción: «A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor» (Ro 1:14); «Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos» (1 Co 9:19); «como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos» (1 Co 10:33).

Pablo se consideraba deudor de los hombres, siervo de todos, y no buscaba su propio beneficio sino el de otros. Era un hombre consagrado a la causa de Cristo, que vivía despojado de todo interés propio poniendo por encima a los demás. Él era un hombre libre del estrés y de la esclavitud que produce la obsesión terrenal por nuestra propia comodidad y seguridad. El bienestar de los hombres era su deber, su aspiración, su ideal y su ocupación. Pablo no se pertenecía ni se sentía dueño de sí mismo. Él era de Cristo y de los hombres.

¡Qué visión de vida! ¡Qué visión personal! ¡Qué convicción! ¡Qué espíritu!

Asimismo, Pablo llamaba a los hombres a este mismo sentir. Por eso exhortaba a los corintios: «Ninguno busque su propio bien, sino el del otro» (1 Co 10:24). 

Esto nos recuerda que no debemos mirar solamente con admiración lejana a Pablo como si fuese una especie de superhombre cuyo ejemplo de vida pareciera un ideal inalcanzable. Él también tenía sus limitaciones y desafíos. Él también luchaba con el pecado, y sobre todo él también necesitó ser redimido por el mismo evangelio y Salvador al que acudimos nosotros hoy. ¡Cuánta esperanza nos trae esta realidad!

Cuando el evangelio se vive a diario, el espíritu de Cristo va transformando nuestro interior y le va dando forma a toda nuestra vida. Un corazón que es tocado diariamente por la gracia de Cristo estará orientado hacia la generosidad y una vida de amoroso y gozoso servicio a los demás.

¡Que el Señor nos ayude!

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