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Una parte significativa de cristianos practicantes rechazan el evangelismo. ¿Podría ser porque también rechazan la doctrina del infierno?

Un nuevo informe del Grupo Barna, basado en una investigación encargada por Alpha USA, analiza los puntos de vista sobre el evangelismo que tienen los cristianos practicantes (en el informe, un “cristiano practicante” es aquel que se identifica como cristiano, está totalmente de acuerdo en que la fe es muy importante en su vida, y asistió a la iglesia en el último mes).

Casi todos los cristianos practicantes creen que parte de su fe significa ser testigo de Jesús (que va del 95 al 97% en todos los grupos generacionales), y que lo mejor que le puede pasar a alguien es conocer a Jesús (94 a 97%). Casi todos los cristianos practicantes (que van del 86% al 92%) también dicen que saben cómo responder cuando alguien hace preguntas sobre la fe, y la mayoría de cada grupo generacional (que va del 56 al 73%) cree que están capacitados para compartir sus conocimientos de la fe con otras personas.

Sin embargo, a pesar de reconocer la importancia de contarle a otros acerca de Cristo y afirmar que saben cómo compartir su fe, una parte importante de cristianos practicantes dicen que es incorrecto compartir su fe personal con alguien de otra fe con la esperanza de que algún día compartirán la misma fe.

Casi la mitad de todos los mileniales (aquellos entre 20 y 34 años) dicen que es incorrecto compartir las creencias de uno, al igual que más de uno de cada cuatro (27%) de la generación X (de 35 a 53 años), y uno de cada cinco boomers (54 a 72 años) y ancianos (73 años y mayores).

¿Qué significa esta realidad?

Como Penn Jillette, del dúo de magos Penn & Teller, una vez se preguntó: “¿Cuánto tienes que odiar a alguien para creer que es posible obtener la vida eterna, y no decírselo?”.

Tal vez sea el caso que muchos evangélicos realmente odian a su prójimo. Pero la explicación más probable es que no creen en la existencia del infierno.

“Siempre he dicho que no respeto a las personas que no comparten su fe con otros —dijo Jillete, quien es un famoso ateo—. No respeto eso en absoluto. Si crees que hay un cielo y un infierno, y la gente podría ir al infierno o no conseguir la vida eterna, y crees que realmente no vale la pena decirles esto porque sería socialmente incómodo, ¿cuánto tienes que odiar a alguien para no compartirles tu fe?”.

Tal vez sea el caso que muchos evangélicos realmente odian a su prójimo. Pero la explicación más probable es que no creen en la existencia del infierno.

¿Cómo sabemos que existe el infierno?

Sabemos que el infierno existe porque Jesús, el único por quien se crearon todas las cosas (Jn. 1:3; Col. 1:16), nos dice que el infierno existe. Por ejemplo, en Mateo 10:28, Jesús dice: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno”.

De hecho, Jesús habla más sobre el infierno que sobre el cielo. Jesús usa el término gehenna (que se traduce como “infierno”) una docena de veces en los Evangelios, y usa sinónimos que involucran el fuego unas 20 veces. También lo describe con vívido detalle, diciendo que es un lugar de fuego insaciable (Mr. 9:43), “oscuridad exterior” (Mt. 25:30), y tormento eterno (Lc. 16:23). Él dice que allí es donde el gusano no muere (Mr. 9:48), donde las personas rechinarán sus dientes con angustia y arrepentimiento (Mt. 13:42), y un lugar del cual no hay retorno, incluso para advertir a los seres queridos (Lc. 16:19–31).

No puedes creer en el Jesús de los Evangelios y no creer en el infierno. Jesús no nos da esa opción.

Jesús, más que nadie en la Biblia, habló sobre la doctrina del infierno porque quiere que lo tomemos en serio. Así lo explica Leslie Schmucker:

“Jesús tiene que hablar sobre el infierno porque es el destino que espera a todas las personas sin Él. Debido al pecado de Adán, todos somos culpables y merecemos el castigo eterno de Dios. Contrario a la creencia popular, el infierno no es un lugar donde Dios envía a aquellos que han sido especialmente malos; es el destino predeterminado de todos. Necesitamos un salvador, o estamos condenados”.

No puedes creer en el Jesús de los Evangelios y no creer en el infierno. Jesús no nos da esa opción. Tampoco puedes amar a tu prójimo y ser apático acerca de pasar la eternidad en el infierno. Jesús tampoco nos da esa opción. Si creemos en Jesús y amamos a nuestro prójimo, hablaremos de la doctrina del infierno en nuestras iglesias.

“Deberíamos estremecernos ante iglesias que no saben lo que significa estremecerse sobre el infierno —dice Trevin Wax—. No sé cómo se puede tomar en serio el mensaje de Jesús y extrañar ese aspecto deslumbrante y frecuente de su enseñanza. Búrlate de los ‘predicadores de fuego y azufre’ todo lo que quieras, pero ten cuidado de que en el proceso no te burles de Jesús mismo”.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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