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Decir: “No juzguéis” no es el mejor argumento

Steve Kerr es un entrenador bastante típico en la forma en lidia con los árbitros: el entrenador de fútbol americano de los Golden State Warriors a veces se les viene encima cuando marcan una jugada de manera injusta. “A una persona en la vida normal nunca le diría las cosas que le digo a los árbitros —le dijo a Michael Lewis en un podcast reciente—. Siento como si fuera una ofensa personal, que algo injusto está sucediendo”. Lo entiendo. Cada vez que veo a mi querido equipo favorito, los Kentucky Wildcats, grito: “¡Eso está mal, ref!”.

Si nuestro desdén por saber que estamos equivocados se limitara a los árbitros y los deportes, nuestra situación no sería tan grave. Sin embargo, todos, desde niños pequeños hasta jubilados, quieren sentir que su comportamiento está justificado. Queremos que el árbitro marque la falta contra el otro equipo; queremos que nuestros amigos y familiares aprueben nuestras elecciones de vida; queremos que todos en las redes sociales estén de acuerdo con nosotros. No nos importa un juez justo e imparcial, siempre y cuando él dictamine a nuestro favor. Queremos un abogado en la túnica de juez.

En consecuencia, la prohibición de Jesús de juzgar en Mateo 7:1 se ha convertido en un mantra en nuestra cultura que idolatra a la autonomía y desprecia a los árbitros. Cuando otros intentan juzgar nuestras acciones, simplemente les recordamos a todos: “¡No juzguéis!”. Llamamos a Jesús de Nazaret para que ayude al político que tiene un historial de votación cuestionable, la celebridad enfrascada en su último escándalo, o básicamente a cualquiera que haya tomado una decisión moralmente cuestionable.

Este versículo, parece, es la mejor carta de triunfo para asegurar una victoria indiscutible en cualquier argumento. Así es como generalmente funciona: citar a Jesús (“No juzgues, para que no seas juzgado”); actuar como si cualquiera que no esté de acuerdo conmigo es un tonto o intolerante; luego, salir huyendo de allí con Jesús al volante. Es la carta de triunfo máxima.

Lamentablemente, muy pocos parafrasearán al personaje Iñigo Montoya: “No creo que ese verso signifique lo que piensas que significa”.

Florecimiento y juicio

Para entender la famosa declaración de Jesús, vale la pena considerar el sermón igualmente famoso del que proviene. Con un antídoto para la ansiedad aún sonando en los oídos de la multitud, Jesús cambia de dirección: “¡No juzguen para ser juzgados!”.

¿Cómo, cómo? Jesús acaba de hablar de los juicios diarios que las personas hacen sobre lo que comen y usan, explicando que una clave para la vida en su reino es no preocuparse por esas cosas. Entonces, ¿qué tipo de juicios está condenando Jesús?

Jesús no prohíbe los juicios morales y relacionales necesarios para navegar por un mundo caído y buscar su reino.

El Sermón del Monte nos da un camino hacia el florecimiento, pero el camino está cargado de juicio. Jesús no prohíbe los juicios morales y relacionales necesarios para navegar por un mundo caído y buscar su reino. Por ejemplo:

En 5:17–20, Jesús no se deshace de la base para la toma de decisiones que tenía su audiencia —la ley y los profetas—, sino que los cumple. Luego ordena a sus seguidores que muestren la justicia dada por Dios al guardar y enseñar los mandamientos de la ley.

En 5:21–48, Jesús explica que la obediencia en su reino va más allá de los síntomas de la violación de la ley, y que más bien va al corazón y al espíritu de lo que la ley enseña acerca de las actitudes hacia Dios y los demás.

En 6:1–24, Jesús exhorta a sus oyentes a dar, orar, ayunar, y buscar riquezas motivadas por el amor a Dios en lugar de la alabanza de las personas. Tal obediencia será juzgada positivamente por Dios.

En 7:13–14, Jesús usa una comparación para hacer un juicio sobre el camino ancho que conduce a la destrucción, así como la puerta difícil y estrecha que lleva a florecer bajo su reinado.

En 7:15–19, Jesús enseña a sus seguidores a juzgar si un profeta es verdadero o falso por el fruto que produce su vida y enseñanza. Este juicio sabio debe suceder, porque el juicio final de Dios se vislumbra en el horizonte.

Entonces, si Jesús llena el sermón con varios tipos de juicio que conducen al florecimiento, ¿qué tipo de juicio condena?

No peses con balanzas falsas

En Mateo 7:2, Jesús explica que “juzgar” es muy parecido a medir (Mr. 4:24-25; Lc. 6:37-42). Nuestra cultura todavía hace esta comparación, de hecho, al mostrar la imagen que representa la justicia con una balanza equilibrada. Con paralelismo poético, Jesús les dice a sus oyentes que juzguen con una balanza justa, en lugar de las balanzas injustas con las que lidiaban regularmente. Juzguen con integridad y empatía, no con hipocresía, les dice.

Con la tensión creciendo, Jesús cuenta un chiste. Es memorable, divertido, y tiene un gran impacto. Imagina el escenario que presenta Jesús: un hombre tiene una astilla en el ojo, el otro tiene un dos por cuatro. Todos hemos tenido un objeto irritante en nuestros ojos, pero espero que no digas lo mismo sobre una viga de madera. Hay dos implicaciones en esta analogía. Primero, ¿cómo podría alguien ver una astilla sin notar una viga enorme? En segundo lugar, ¿por qué el hombre con un trozo de madera que sobresale de su rostro ofrece una cirugía ocular minuciosa en el ojo de su vecino?

Jesús llama a la persona con la viga hipócrita. Entonces, ¿cuál es la solución? ¿Jesús les dice a ambos que busquen un espejo y se ocupen de sus problemas oculares por sí mismos? No. Jesús le dice al tipo de la viga que la saque antes de ayudar a su hermano con la astilla. Sin embargo, no elimina la responsabilidad que los creyentes tienen de ayudar a detectar y eliminar el pecado de la vida de sus seres queridos: “Y entonces verás claramente para sacar la astilla del ojo de tu hermano” (7:5).

Este pasaje no es difícil porque Jesús prohíbe hacer juicios; es difícil porque Jesús exige que sus seguidores muestren humildad cuando juzgan, algo que no es fácil. Jesús les prohíbe ser hipócritas y hacer juicios hipócritas.

Principios para “no juzguéis”

Los seguidores de Jesús deben hacer juicios morales, con plena conciencia de su propio pecado.

Al menos cuatro principios breves se destacan al tratar de comprender lo que Jesús está diciendo, y lo que no está diciendo.

1) Ten cuidado al usar un solo versículo de la Biblia para argumentar.

No conozco a nadie a quien le guste cuando sus palabras se tuercen, así que hagamos nuestro mejor esfuerzo para no hacerlo con Jesús o las Escrituras.

2) Haz juicios con empatía y gracia.

Los seguidores de Jesús deben hacer juicios morales, con plena conciencia de su propio pecado (Gá. 6:1–2).

3) Nunca juzgues con hipocresía.

Jesús le ordena a sus seguidores que hagan juicios sobre el pecado; sin embargo, debemos evitar diligentemente vernos a nosotros mismos como mejores que otros que pecan.

4) No te asustes cuando tengas que hacer un juicio.

No debemos usar la advertencia de Jesús contra la hipocresía como una excusa que nos absuelve de decir una verdad que no es popular.

Al final, Jesús es el abogado que necesitamos y anhelamos. Él es justo y el que justifica a la persona que confía en él (Ro. 3:26). No se hace de la vista gorda al pecado; en cambio, lo ve, y luego toma sobre sí el juicio que merecemos para que podamos ser justificados y vivir bajo su sabio gobierno.

Sigamos floreciendo juntos en el reino de Jesús. Que Él nos capacite para juzgar con claridad, humildad, coraje, y con ojos libres de vigas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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