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Antes de dar una respuesta, debo decir que esta pregunta representa un escenario muy real, comprometedor, y frecuente para muchos cristianos. En ocasiones los hijos de Dios nos encontramos en situaciones comprometedoras y difíciles como la que plantea este artículo. Por eso debemos ir a la Palabra de Dios para ser dirigidos por Él, y así honrarlo. Lo que parece ser una sencilla pregunta, en realidad refleja una situación delicada para algunos, creando en ellos una especie de encrucijada.

Partiendo desde la Escritura, quisiera compartirte tres verdades que debes tener presentes cuando alguien te pida ser deshonesto en tu trabajo.

1. Obedece a Dios antes que a los hombres

Dios nos ha llamado a respetar y obedecer a nuestras autoridades terrenales (Ro. 13). Eso implica la sujeción a nuestros empleadores y superiores en el trabajo. Pablo dijo en su carta a los colosenses: “Siervos, obedezcan en todo a sus amos en la tierra” (Col. 3:22). Como creyentes estamos llamados a ser testimonio en este mundo, y eso lo mostramos por medio de una actitud respetuosa y sumisa en nuestro lugar de trabajo. Sin embargo, también se nos enseña que nuestra sujeción a los hombres, y en este caso a nuestros empleadores, tiene sus límites. En otras palabras, nuestra obediencia a los superiores termina cuando esa obediencia nos conduce a la desobediencia a Dios. Nuestra mayor lealtad debe estar reservada para el Señor que nos salvó.

Cuando las autoridades judías prohibieron a los discípulos predicar a Cristo, el apóstol Pedro pronunció estas contundentes palabras: “Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres” (Hch. 5:29).

Las palabras de Pedro expresan el principio que debemos guardar cuando alguien, incluyendo un superior, nos pide ser deshonestos en el trabajo. Debemos obedecer a Dios antes que a nuestros empleadores. La Palabra nos demanda integridad en toda nuestra manera de vivir (1 Pe. 1:15). Dios nos manda en todo tiempo a ser honestos, a no robar, a no mentir, y eso no debe cambiar incluso cuando nuestros superiores nos piden hacerlo.

Nuestra obediencia a los superiores termina cuando esa obediencia nos conduce a la desobediencia a Dios

2. Muestra gracia y humildad

Si bien es cierto que debemos honrar al Señor, y que al final eso es lo más importante, también es cierto que nuestra actitud debe ser de humildad y respeto. Tan importante como obedecer a Dios antes que a los hombres es la actitud de mansedumbre y humildad que mostremos ante una circunstancia semejante. En ocasiones, los cristianos podemos presentarnos como muy justos y superiores ante los demás. Debemos mantener una actitud de gracia y humildad cuando tratamos de justificar nuestras posturas.

La manera en que explicamos nuestro rechazo por hacer algo deshonesto, debe estar marcada por la mansedumbre y la reverencia, mas no por un tono legalista y de superioridad. Cuando nos pidan una explicación de nuestra respuesta, debemos decirles que la deshonestidad es contraria a nuestros principios cristianos. Pero incluso en esas circunstancias debemos hacerlo con mansedumbre y respeto.

El mismo apóstol Pedro decía a los cristianos del primer siglo, quienes eran perseguidos por su fe, que debían estar “siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pe. 3:15). Este pasaje nos recuerda que, así como es importante defender nuestras posturas y dar razón de nuestras convicciones, también lo es la mansedumbre y la reverencia que mostremos al hacerlo. Estas virtudes también son parte de ser dirigidos por el evangelio, y es parte del testimonio que podemos dar del evangelio.

3. Confía en Dios

Cuando nos piden ser deshonestos en el trabajo, podemos enfrentarnos con el desagrado de nuestros empleadores, o en el peor de los casos, ante un posible despido. Esto se agrava, por ejemplo, si eres un padre o madre de familia, o si eres la única persona que aporta un ingreso económico al hogar. Tu resistencia a la deshonestidad puede descalificarte para un futuro ascenso o un posible aumento de sueldo, y convertirse más bien en tu despido. La tentación a ser deshonestos puede ser muy grande. La presión y el temor pueden llevarte a comprometer tus valores cristianos, y a deshonrar al Señor que te salvó.

Pero es en ese momento cuando debemos recordar quiénes somos, y quién es Dios para nosotros. Bajo esas circunstancias debemos aferrarnos al carácter de Dios y a sus promesas. Es ahí cuando podemos confiar en la salvación que Cristo ha logrado para los suyos, y traer a nuestra mente lo que la Biblia dice que somos: hijos de Dios. ¡Y Él es nuestro Padre (Jn. 1:12)! Incluso en situaciones como estas, sabemos que Dios cuidará de nosotros, y podemos descansar en su amor paternal para ser librados de pecar contra Él.

No tenemos que afanarnos, ni llenarnos de ansiedad, porque Dios conoce nuestras necesidades y Él suplirá todo lo que nos haga falta

En el sermón del monte, Jesús enseñó que el antídoto contra la preocupación, el temor, y el afán es confiar en que Dios cuidará de nosotros como un buen padre cuida de los suyos:

“Por tanto, no se preocupen, diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿qué beberemos?’ o ‘¿con qué nos vestiremos?’ Porque los Gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”, Mateo 6:31-33.

Lo que nuestro Señor nos dice es que no tenemos que afanarnos, ni llenarnos de ansiedad, porque Dios conoce nuestras necesidades y Él suplirá todo lo que nos haga falta. Recordemos lo que Moisés le dijo a Josué: “El Señor irá delante de ti; Él estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te acobardes” (Dt. 31:8). Es por eso que podemos confiar que el Señor estará con nosotros, dándonos el valor necesario para enfrentar las circunstancias adversas, y proveyendo todo lo que haga falta en nuestras vidas.

Seamos íntegros en toda nuestra manera de vivir, incluso cuando nos cueste. La integridad es un bien más preciado que la provisión material. La integridad nos hace más como Cristo. La integridad en un mundo inmoral es un precioso testimonio del evangelio. Y sobre todas estas cosas, la integridad glorifica a nuestro Padre.

No sucumbamos ante la tentación. Confiemos en nuestro Padre que cuida de nosotros, Aquel que recompensa en público lo que hacemos en secreto (Mt. 6:4, 6, 18).


Imagen: Lightstock.
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