Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018), editado por Collin Hansen. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
Pregunta 1. ¿Cuál es el fin principal del hombre?
Respuesta. El fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de Él por siempre.
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Pregunta 1. ¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?
Respuesta. Que no soy dueño de mí mismo, sino que pertenezco —en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte— a mi fiel Salvador, Jesucristo.
Estas palabras, con las que inician los Catecismos de Westminster y de Heidelberg, son repetidas en muchos de nuestros credos y en muchas de nuestras declaraciones de fe. Nos resultan familiares cuando las escuchamos en sermones y cuando las leemos en libros, pero muchas personas desconocen su origen y seguramente nunca las han memorizado como parte de los catecismos de donde provienen.
En la actualidad, muchas iglesias y organizaciones cristianas publican “declaraciones de fe” que establecen sus creencias. Pero en el pasado se esperaba que documentos de esta naturaleza abundaran en riqueza bíblica y estuviesen cuidadosamente diseñados para que pudieran ser memorizados y utilizados en el fortalecimiento y entrenamiento de los cristianos. Estaban escritos en forma de preguntas y respuestas, y eran llamados catecismos (del griego katechein, que significa “enseñar oralmente o instruir por medio de la palabra hablada”). El Catecismo de Heidelberg de 1563 y los Catecismos Mayor y Menor de Westminster de 1648 están entre los más conocidos, y actualmente sirven como el estándar doctrinal de muchas iglesias en el mundo.
La catequesis: una práctica olvidada
Hoy en día, la práctica de la catequesis se ha perdido por completo, especialmente entre adultos. Los programas modernos de discipulado se concentran en prácticas como estudios bíblicos, oración, comunión y evangelismo, pero a veces son algo superficiales cuando se trata de doctrina. En contraste, los catecismos clásicos guían a los estudiantes a través del Credo de los Apóstoles, los Diez Mandamientos y la Oración del Señor —un balance perfecto de teología bíblica, ética práctica, y experiencia espiritual.
Los catecismos clásicos guían a los estudiantes a través de un balance perfecto de teología bíblica, ética práctica, y experiencia espiritual.
Asimismo, la disciplina catequística de la memorización lleva al corazón a profundizar en los conceptos, por lo que también exige más responsabilidad que los cursos típicos de discipulado en cuanto al dominio que los estudiantes deben tener del material. Finalmente, la práctica de recitar preguntas y respuestas lleva al instructor y a los estudiantes a interactuar de una forma natural, aprendiendo mediante el diálogo.
En resumen, la instrucción del catecismo es menos individualista y más colectiva. Los padres pueden catequizar a sus hijos. Los líderes de la iglesia pueden catequizar a los nuevos miembros con catecismos cortos, y a los nuevos líderes con catecismos más extensos. Debido a la riqueza del material, las preguntas y respuestas del catecismo pueden ser integradas en la adoración comunitaria, donde la iglesia puede confesar su fe y responder a Dios en alabanza como un cuerpo.
Debido a que hemos perdido la práctica de la catequesis, “las ideas superficiales acerca de la verdad, las nociones confusas de Dios y de la piedad, y el desconocimiento de los asuntos de la vida —en cuanto al trabajo, la comunidad, la familia y la iglesia— suelen ser las marcas de las congregaciones evangélicas en el día de hoy” (Gary Parrett y J. I. Packer, Grounded in the Gospel [Grand Rapids, MI: Baker, 2010], 16).
¿Por qué escribir otro catecismo?
Existen muchos catecismos antiguos que son excelentes y que han pasado la prueba del tiempo. ¿Por qué esforzarse en escribir uno nuevo? De hecho, muchas personas podrían sospechar de los motivos de alguien que quisiera hacerlo.
Sin embargo, la mayoría de las personas hoy no se percatan de que antes era normal, importante, y necesario que las iglesias produjeran continuamente catecismos nuevos para uso propio. El Libro de Oración Común original de los anglicanos incluía un catecismo. Las iglesias luteranas tenían el Catecismo Mayor y el Catecismo Menor escritos por Lutero en 1529. Las primeras iglesias escocesas, aunque tenían el Catecismo de Ginebra escrito por Calvino en 1541 y el Catecismo de Heidelberg de 1563, produjeron y utilizaron el Catecismo de Craig de 1581, el Catecismo Latino de Duncan de 1595, y el Nuevo Catecismo de 1644, y más adelante adoptaron el Catecismo de Westminster.
La cultura cambia y también lo hacen los errores, las tentaciones, y los desafíos al evangelio, por lo que las personas necesitan ser equipadas para enfrentarlos.
El pastor puritano Richard Baxter, ministro en el siglo diecisiete en la ciudad de Kidderminster, quería entrenar sistemáticamente a las cabezas de familia para que instruyeran a sus hogares en la fe. Para lograr esto, escribió su propio Catecismo Familiar, el cual se adaptaba a las capacidades de su propio pueblo y trataba bíblicamente muchos de los asuntos y de las preguntas que su pueblo enfrentaba en ese momento.
Los catecismos eran escritos con al menos tres propósitos. El primero de ellos era presentar una exposición integral del evangelio —no solo explicar claramente lo que es el evangelio, sino también mostrar los fundamentos del mismo, tales como las doctrinas bíblicas de Dios, la naturaleza humana, el pecado, etc. El segundo propósito era hacer esta exposición de tal forma que las herejías, los errores, y las falsas creencias de la cultura fueran abordados y contrarrestados. El tercer propósito, y el más pastoral de ellos, era formar un pueblo distinto, una cultura diferente que reflejara la semejanza a Cristo no solo en el carácter individual, sino también en la vida eclesiástica.
Cuando vemos estos tres propósitos en conjunto, entendemos por qué deben escribirse nuevos catecismos. Mientras que nuestra exposición de la doctrina del evangelio debe ir de acuerdo a los antiguos catecismos que son fieles a la Palabra, la cultura cambia y también lo hacen los errores, las tentaciones, y los desafíos al evangelio, por lo que las personas necesitan ser equipadas para enfrentarlos y responder a ellos.
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