¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Déjame hacerte estas preguntas: ¿Recibirías en amor a alguien que te falló en gran manera antes de ser creyente, pero ahora cree el evangelio al igual que tú? ¿Perdonarías a esa persona? ¿La tratarías como a un hermano en la fe?

Esas interrogantes pueden ser fáciles de responder a un nivel superficial, pero en nuestros corazones son preguntas confrontantes, implicando renunciar a nosotros mismos con tal de hacer la voluntad del Señor.

Este es un tema principal de la carta del apóstol Pablo a Filemón, uno de los libros pequeños de la Biblia a los cuáles no solemos prestar mucha atención. Por supuesto, es un libro que necesitamos (2 Ti. 3:15-17). Para entender bien el mensaje de esta carta, veamos a tres personas claves involucradas en ella.

Tres personajes en una carta íntima

Primeramente, hablemos de Filemón. La carta nos muestra que este hombre era colaborador de Pablo en la expansión del evangelio. Confortaba a los hermanos en la fe, obedecía a la Palabra, y era hospitalario (v. 1,4,7,21-22). El apóstol confiaba en que Filemón era un verdadero creyente en la fe, y por tanto apela a eso en su carta pidiéndole que reciba de nuevo a Onésimo (1;15-18).

También tenemos a Onésimo. Seguramente él fue enviado por el apóstol Pablo junto con la carta, quizá como el portador de ella. La interpretación tradicional de la iglesia ha sugerido que Onésimo era un siervo de Filemón que huyó de él o que le falló, pero que ahora es un creyente del evangelio y ayudador de Pablo (v. 11).

El apóstol Pablo, la tercera persona a mencionar, intercede a favor de Onésimo delante de Filemón:

“Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones; quien en otro tiempo te era inútil, pero ahora nos es útil a ti y a mí. Y te lo he vuelto a enviar en persona, es decir, como si fuera mi propio corazón…

Porque quizá por esto se apartó de ti por algún tiempo, para que lo volvieras a recibir para siempre, ya no como esclavo, sino como más que un esclavo, como un hermano amado, especialmente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor.

Si me tienes, pues, por compañero, acéptalo como me aceptarías a mí. Y si te ha perjudicado en alguna forma, o te debe algo, cárgalo a mi cuenta” (v. 10-12, 15-18).

Pablo ruega a Filemón que reciba a Onésimo, confiando en que lo hará (v. 9, 21). Onésimo se apartó anteriormente de Filemón y le falló, pero ahora ambos tienen un solo Señor a quien sirven y que les ha perdonado sus pecados.

Una carta sobre el poder del evangelio

La inclusión de esta carta muy personal en el canon de la Escritura sugiere que Filemón recibió a Onésimo como a un hermano en la fe.1 Esta carta nos enseña que el evangelio une a los cristianos por encima de nuestros pasados y las diferencias sociales (Gal. 3:28; Col. 3:11). El evangelio brinda la motivación y el poder para el amor entre creyentes.

Notemos el efecto del evangelio retratado en esta carta:

  • Filemón fue un hombre transformado por la predicación de la Palabra. Eso lo condujo a servir en la obra del Señor mostrando amor hacia los hermanos de la fe, perdonando a otros como Cristo lo perdonó a Él.

  • Onésimo era inútil antes, pero ahora es útil para Pablo y Filemón porque Cristo es su Señor (un juego de palabras, ya que Onésimo significa útil). Ahora Onésimo tiene la meta más noble que alguien pueda tener, y es la de vivir colaborando en la expansión del Reino de Dios.

  • Y vemos por último a Pablo intercediendo ante Filemón por un pecador arrepentido, reflejando cómo Jesús intercede por nosotros delante del Padre contra el cual todos hemos pecado. El apóstol está dispuesto a pagar toda deuda que Onésimo tuviera, tal como Cristo canceló nuestra deuda con el Padre. Pablo en el pasado perseguía a la Iglesia, pero ahora está imitando a Aquel que lo rescató de la condenación y es Señor de la Iglesia (cp. 1 Co. 11:1).

De esta manera, la carta a Filemón nos da un vistazo de cómo pueden lucir nuestras vidas cuando profundizamos en el evangelio. ¿Cómo no desear que Dios conceda que nuestras iglesias reflejen el amor mostrado en esta carta?

Los cristianos nos amamos porque Dios nos amó primero. Buscamos servirle porque Él nos ha perdonado. Y buscamos la reconciliación entre hermanos en la fe porque Cristo nos reconcilió con el Padre y ahora somos de Él.


1. NIV Zondervan Study Bible, p. 2485.

Imagen: Lighstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando